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Esta contribución tiene por tema las ideas en torno a la eugenesia expresadas por el médico navarro Juan Huarte de San Juan en su tratado Examen de ingenios para las sciencias (1575). Desde una revisión novedosa de la doctrina hipocrático-galénica de los humores, el tratado clasifica las distintas complexiones corporales existentes ⸻producto de la proporción variable de sangre, flema, bilis negra y bilis amarilla y de las calidades primarias del calor, la frialdad, la humedad y la sequedad⸻ con el fin de asignar a cada tipo individual una inclinación, un ingenio específico para una ciencia, oficio o arte. La fuerte subordinación de toda actividad racional (y moral) a la fisiología hizo que el Examen y su autor sufrieran las presiones de la Inquisición, sospechosa de este imperio exagerado del cuerpo sobre el alma. Lo que nos interesa a nosotros es la relación que el tratado establece entre naturaleza, teología y política, ejemplificada en un punto preciso: la eugenesia. Luego de explicitar a qué tipos de estructura fisiológica corresponde el éxito en distintas ocupaciones, Huarte se dispone a elaborar prescripciones para predeterminar los nacimientos, favoreciendo la generación de hijos varones biológicamente aptos para destacar en las disciplinas ligadas al engrandecimiento del Estado. Por lo demás, Huarte ve su doctrina como divinamente sancionada: incluso Cristo, o al menos su manifestación humana, vivió y creció bajo los mandatos de la eugenesia.Dedicado al rey Felipe II, de quien se espera que apoye sus doctrinas científicas, el Examen se presenta como una guía para motorizar una colaboración productiva entre los campos de lo natural y de lo teológico-político: conocer el primero permite manipularlo para utilidad del segundo. Así, Huarte traza una síntesis organicista donde la existencia misma de un cuerpo social eficaz demanda, literalmente, la producción de un cierto tipo de cuerpo individual.

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