INVESTIGADORES
ALGRANTI Joaquin Maria
congresos y reuniones científicas
Título:
La cultura material y el problema de la inclasificación en el estudio de las devociones religiosas
Autor/es:
ALGRANTI JOAQUIN
Lugar:
Rio de Janeiro
Reunión:
Jornada; XX Jornadas sobre Alternativas Religiosas na América Latina Religiões na América Latina: Horizontes e Novos Desafios; 2022
Institución organizadora:
IFCS/UFRJ
Resumen:
En esta presentación es posible ordenar los antecedentes del concepto de cultura material -aplicado al estudio del hecho religioso y tópicos afines- a partir de tres reducciones. Utilizamos el término reducción para describir operaciones lógicas, pero también prácticas concretas de investigación que se emplean en la construcción de un objeto de estudio. A diferencia del reduccionismo que denota una actitud automatizada respecto a los presupuestos epistemológicos de un enfoque y sus puntos ciegos, la reducción implica, por el contrario, una estrategia alerta, reflexiva, que pondera el alcance y las consecuencias de los aspectos que se realzan y aquellos que se subordinan. Veamos, entonces, para clarificar y situar nuestro propio punto de vista tres posibles reducciones de la cultura material religiosa.La primera, corresponde al énfasis cultural y simbólico que supo impulsar el desarrollo de una antropología del consumo especialmente en la academia anglosajona durante las décadas de 1980 y 1990. Se operan aquí dos rupturas fundacionales: primero, con las teorías del utilitarismo y el postulado universalizante de la acción racional que resume el homo œconomicus; segundo, con los resabios normativos de los enfoques de impronta franckfurtiana que conceptualizan a la industria cultural en tanto consecuencia y efecto de las formaciones económicas. Por el contrario, el análisis de la dimensión semántica y pragmática de los bienes de consumo permite comprender a la cultura material como un sistema de signos, también de relaciones y diferencias que tornan inteligible a la realidad. “Las mercancías, señalan Mary Douglas y Baron Isherwoods, sirven para pensar”, es decir, ellas ofrecen formas específicas de representación y ordenamiento del mundo. En correspondencia con Durkheim y la escuela francesa los aspectos cognitivos de las materialidades son entendidos en relación a las formas de vida grupales y sus ciclos colectivos. El abordaje antropológico del consumo encuentra –si pensamos, por ejemplo, en los trabajos de Daniel Miller- numerosas analogías con los estudios de religión. Los ritos de sacrificio, las devociones y sentimientos amorosos envuelven a los actos en apariencia puramente económicos y racionales relativos, por ejemplo, al uso del dinero y su potencia moralizadora. La captación simbólica de la cultura material tiene la virtud doble de reconocer, por un lado, los sistemas de significados que vehiculizan las “cosas” y anticipar, por el otro, las semejanzas implícitas con los comportamientos religiosos. La segunda reducción es de impronta fenomenológica. De hecho, es posible reconocer una suerte de relanzamiento tal vez una reinvención de esta perspectiva en los análisis sobre todo antropológicos del fenómeno religioso, como evidencian los estudios sobre los procesos de Embodiment o el abordaje de la Religión Vivida, ambos retomados por algunos circuitos de la academia latinoamericana. Siguiendo este retorno de la fenomenología, el programa de estudio que resume el enfoque reciente de la Religión material, supone otorgarle una autonomía, podríamos decir incluso un estatus ontológico privilegiado, al análisis de las materialidades que participan de los procesos de sacralización. El acento recae sobre la experiencia primaria que suscitan “las cosas” –incorporando la pregunta por la tecnología- a las que se explora tanto en sus aspectos somáticos, sensibles, sensoriales como en su capacidad para generar ambientes o atmosferas trascendentes. Esta visión toma distancia, en principio, de la pregunta por los significados y las representaciones en el marco de una crítica a lo que entiende es el “sesgo mentalista” de las creencias y su orientación hacia la interioridad. Meyer y Houtman (2012) esquematizan en pocos axiomas -separados de sus fundamentos epistemológicos y metodológicos- la complejidad del pensamiento weberiano para abstraer un modelo evolutivo de sus análisis y un diagnóstico general: postulan una comprensión desmaterializada del protestantismo devenida en paradigma tácito de la religión moderna mientras afirman la tesis del legado protestante en las investigaciones académicas así como el antagonismo entre materialismo y creencias como una de las oposiciones fundantes de la disciplina. El esfuerzo por construir un argumento de autoridad respecto a la desatención de los objetos y las ventajas heurísticas del enfoque fenomenológico los lleva a amplificar, universalizando, el alcance conceptual del protestantismo, también de las posiciones dicotómicas, en los estudios contemporáneos. Más allá de estos excesos, una de los aspectos sugerentes del enfoque radica, a nuestro entender, en la propuesta de una epistemología atenta a las vivencias nativas, al cuerpo y al modo en que la cultura material informa las comprensiones ontologías de lo sagrado. La tercera y última reducción, aquella que aplicamos en el presente trabajo, no es simbólica ni fenomenológica, vale decir, no prioriza en primera instancia los significados culturales ni la experiencia o el modo de ser-en-el-mundo que actualizan las materialidades. Se trata de una reducción de orden distinto, sociológico, cuya meta consiste en captar las relaciones sociales y estructuras no obvias que evidencia -de modo sublimado, indirecto- la vida religiosa a través de la cultura material (Appadurai, 1996). Es un enfoque de carácter genético que se pregunta por las condiciones de posibilidad de los bienes culturales (¿Cómo se producen y circulan?) y por la pedagogía que los torna elegibles (¿De qué manera se eligen, valoran y usan?). Se trata de reconstruir los entramados complejos y dinámicos de interrelaciones que la actitud natural, esto es, el modo inmediato en que se experimentan las cosas, omite o desdibuja para ser efectivo. Por ejemplo, la lectura solitaria de un best seller de autoayuda (de counseling o mindfulness) suspende la pregunta por el modo en que se elige o descarta a un autor, a un tema y a un estilo de escritura. O la práctica de la escucha de música cristiana durante un rito no suele problematizar la génesis del proyecto creativo y su compleja inserción en la escena evangélica. En un sentido análogo, el análisis de la forma en que lo sagrado ocurre materialmente tiende a poner entre paréntesis los procesos múltiples de socialización (familiar, educativo, religioso, profesional etc.) que están en el origen del sistema de preferencias que sintetiza el gusto y el estilo de vida que lo sostiene. Las operaciones de olvido de las bases sociales de las pasiones y el amor por ciertos bienes y no otros son unos de los principales aportes de los enfoques disposicionales que -a la manera de Bourdieu o también Veblen- recuerdan la relación opaca entre el consumo y la estructura social. La reducción sociológica sobre las materialidades, en donde podemos incluir tanto a los estudios clásicos de la escuela francesa (Mauss, Durkheim, Levi-Strauss) como a las revisiones pragmatistas de las últimas décadas, se propone realzar los procesos y relaciones de ensamblaje, simultáneamente objetivas y subjetivas que integran a productores, distribuidores y consumidores. El esfuerzo radica en conocer cómo se estabilizan y varían el conjunto de relaciones sociales que posibilitan el encuentro entre un autor y un lector, un santo y un devoto o un influencer espiritual y sus seguidores, retractores y haters.