INVESTIGADORES
LONGHI Hugo Fernando
congresos y reuniones científicas
Título:
LA CUESTIÓN ALIMENTARIA Y LAS INFANCIAS VULNERABLES EN TIEMPOS DE PANDEMIA. ESTUDIO DE CASO EN SANTIAGO DEL ESTERO
Autor/es:
ROMINA CORDERO; LONGHI, FERNANDO
Lugar:
Virtual
Reunión:
Simposio; I JORNADAS NACIONALES de ESTUDIOS SOBRE INFANCIAS, ADOLESCENCIAS y POLITICAS PÚBLICAS; 2022
Institución organizadora:
Facultad de Ciencias de la Comunicación (UNC)
Resumen:
El trabajo que presentamos pretende aportar conocimiento respecto da la relación entre pobreza y problemas alimentarios-nutricionales en la niñez, situación que se profundizó desde el inicio de la pandemia. La provincia de Santiago del Estero reúne características excepcionales respecto a otras provincias del país. Se inserta en el Norte Grande Argentino (el territorio más pobre del país), sus niveles de desarrollo económico han sido marginales aun dentro de esta región lo que la convierte en una de las provincias más pobres de Argentina. A estas características se agrega el problema respecto a la magnitud que alcanza la inseguridad alimentaria y sus implicancias en términos de bienestar en la población infantil, condición agravada por la crisis de la pandemia de Covid-19. En efecto, según estadísticas publicadas por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), el aglomerado urbano de Santiago del Estero - La Banda (el cual contiene al 41% de la población provincial) incluía un 50.2% de población pobre en el año 2021, la cual, respecto a los indicadores de 2020, se habría acrecentado en 8 puntos porcentuales (INDEC, 2021). Esto lo convertía en el cuarto aglomerado más pobre del país, sólo detrás de Concordia (56.1%), Gran Resistencia (51.9%) y Gran Santa Fe (50.5%).Por su parte, la indigencia (indicador de insatisfacción de requerimientos alimentarios mínimos) mostraba altas prevalencias también. Respecto a este indicador, el 6.1% de su población ingresaba en 2021 en esta categoría, destacando una posición de menor preocupación respecto de la pobreza, ya que veintidós aglomerados urbanos del país (sobre un total de treinta y tres) mostraban una prevalencia aun mayor (INDEC, 2021)Ambos problemas, pobreza e indigencia, configuran situaciones que condicionan la seguridad alimentaria del hogar. Es sobre este último atributo que nos propusimos trabajar en una contextualización de las características que asume el fenómeno en la provincia. Se buscó comprender de qué manera se manifiesta la inseguridad alimentaria infantil de hogares pobres en lugares con presencia territorial de comedores comunitarios. Como una forma de aproximarnos a la cotidianidad de los espacios de alimentación se realizaron entrevistas a referentes de diferentes espacios de alimentación y organizaciones sociales. El trabajo se organizó a partir de un enfoque que combina métodos cuantitativos, cartográficos y cualitativos. Los comedores comunitarios seleccionados cumplían con dos atributos: su ubicación en contextos de inseguridad alimentaria y el conocimiento que los responsables tenían sobre la población asistida, y los barrios y localidades ubicados en ámbitos urbanos y rurales de la provincia. Las entrevistas realizadas a referentes de diferentes espacios de alimentación y organizaciones sociales nos aproximaron a las percepciones sobre el impacto que tuvo la pandemia por Covid-19 en tres dimensiones de la vida cotidiana: las actividades alimentarias, las actividades extra-alimentarias y el consumo problemático de sustancias las cuales permiten a su vez caracterizar con mayor precisión los atributos que asume la inseguridad alimentaria.Al tomar como centro del análisis lo acontecido en los comedores comunitarios, los entendemos como instituciones que podrían contribuir a paliar los problemas derivados de la inseguridad alimentaria, a la vez que son espacios que se constituyen en un lugar adecuado para monitorear otra pandemia, encubierta y tal vez más silenciosa, la obesidad infantil. Del análisis de datos, estadísticas relevadas por el Instituto de Investigación Social Económica y Política Ciudadana (ISEPCI), se evidencia la existencia de inseguridad alimentaria inserta en núcleos duros de pobreza, los cuales fueron identificados y corroborados a partir de dos métodos de medición de la pobreza. Se destaca así que la inseguridad alimentaria crece y se desarrolla en contextos de pobreza, y que su presencia en la provincia se enmarca como un problema estructural tanto en la pre-pandemia como luego de la irrupción de ésta. Las implicancias de esta situación no son menores, ya que derivó en la implementación de diferente tipo de estrategias familiares que buscaban hacer frente al problema. A partir de las entrevistas pudimos identificar estrategias recurrentes como la supresión de alimentos por parte de algunos integrantes de la familia, el uso de alimentos más rendidores, llenadores y saciadores, y la asistencia a los comedores y merenderos del barrio. En el caso de la última estrategia se buscaba poder destinar el dinero de la Tarjeta Alimentar (TA) a la compra de artículos del hogar, ropa para los niños o asegurar la carga de la tarjeta de celular para disponer de datos móviles que les permitieran seguir las clases por las plataformas virtuales. Una situación muy similar operó en el universo de comedores comunitarios, la disminución de las partidas y donaciones, el aumento continuo del precio de los alimentos e insumos necesarios para prepararlos, en un contexto de constante empobrecimiento, inflación y crecimiento de la demanda alimentaria, obligó a tomar decisiones tendientes al abaratamiento de los menús. Situación que derivó en la incorporación de alimentos ricos en grasas, harinas, azúcar y sal, mucho más baratos en el mercado, y la supresión de verduras y frutas, en algunos casos hasta de la carne que fue reemplazada por menudencias de pollo o embutidos. Es clara entonces la orientación obesogénica de la alimentación actual profundizada, además, por el confinamiento, los altos niveles de sedentarismo, la falta de actividad física y la elevada cantidad de horas frente a pantallas. Esto se articuló con las cifras de malnutrición infantil que el ISEPCI ha informado, donde cuatro de cada diez niños asistentes a comedores en la provincia presentan malnutrición.En este contexto, es posible reconocer el rol de los comedores como oferentes de alimentos, y como espacios de sociabilidad, de construcción de vínculos, de implementación de talleres educativos, tareas asistenciales, apoyo escolar y recreación. Actividades y servicios que se vieron suspendidas por las medidas de aislamiento que impuso el Aislamientos social, preventivo y obligatorio (ASPO), y a lo que se sumó la profundización de otras problemáticas como el consumo problemático de sustancias y la violencia doméstica. El panorama futuro no se presenta alentador, al contexto obesogénico que se dispara (el cual presenta grandes riesgos para la salud física y emocional presente y futura) se agregan los impactos socioeconómicos de la pandemia, en términos de precarización laboral, empobrecimiento e inflación, los cuales generan todo el sustento para el agravamiento, aun mayor de esta condición, con nocivas consecuencias en la salud infantil. Finalmente, el abordaje de las dimensiones actividades alimentarias, actividades extra-alimentarias y consumo problemático de sustancias, como forma de aproximarnos y reconocer la cotidianidad de los espacios de alimentación, permitió advertir la convivencia de dos situaciones: por un lado la percepción del debilitamiento de los lazos sociales, devenido de la imposibilidad de compartir el espacio común del barrio y los espacios de alimentación y, por otro, el fortalecimiento de las redes de alcance territorial que permitieron asegurar la continuidad de la asistencia y acompañamiento de numerosas familias y niños.