BECAS
BERARDI Pedro Alberto
capítulos de libros
Título:
De decorosos humanitarios a sectarios sediciosos. Figuraciones sobre el anarquismo en las narrativas policiales (Buenos Aires, 1901-1917)
Autor/es:
PEDRO BERARDI
Libro:
El anarquismo después del anarquismo. Una historia espectral
Editorial:
GESMAR
Referencias:
Lugar: Mar del Plata; Año: 2018; p. 22 - 71
Resumen:
La historiografía que se ha abocado a los aspectos organizacionales, a la dimensión ideológica y a las prácticas / estrategias de intervención pública del anarquismo ha presentado, sin mayores discusiones, a la policía como la prolongación del brazo represivo del estado. Es indudable que esta imagen es producto, en parte, de la recuperación de los relatos militantes, en donde la condición de víctima directa mostraba al opresor como una fuerza maleable de los grupos de poder estatales y las elites económicas. Por otro lado, las formas de actuación policial en la disgregación y persecución del anarquismo durante las primeras décadas del siglo XX, contribuyeron también a deificar esa representación.En ese sentido, es de nuestro interés invertir el enfoque para explorar de qué manera los actores policiales, preponderantemente sus cúpulas, fueron configurando distintas miradas sobre el movimiento anarquista. En función de nuestro análisis, nos detendremos en un espacio que ha sido escasamente abordado , no así el período, en el que es exhaustiva la indagación académica sobre el anarquismo: la provincia de Buenos Aires, entre 1901 y 1917. Desde comienzos de siglo, distintos escenarios del espacio provincial fueron epicentro de procesos huelguísticos; en algunos casos, réplicas de las actividades de lucha convocadas por la FOA ?desde 1905 FORA- y desarrolladas en simultaneidad en múltiples puntos, como Buenos Aires, Rosario, Bahía Blanca, Tandil, Zárate y Campana. Aunque ello no implique que se consideren necesidades y reclamos específicos sobre las formas de organización o las condiciones laborales de cada uno de esos ámbitos. El incremento salarial y la posibilidad de contratación a los miembros asociados a la Casa del Pueblo, en los puertos de Bahía Blanca e Ingeniero White, mejorar el estado de salubridad de la actividad frigorífica del cordón industrial del norte bonaerense, además de garantizar la posibilidad de filiación de peones, empleados temporarios y transportistas, de las zonas cerealeras. Respecto al período seleccionado, las manifestaciones anarquistas tuvieron una temporalidad disímil y distintos niveles de intensidad. El ciclo de huelgas conducido por la Federación Obrera fue muy denso y constante en los primeros años del siglo, y adquirió nuevamente mayor consistencia hacia el Centenario. Pero a su vez, y en consonancia con las diversas estrategias que ensayaron los grupos de poder para contrarrestar el avance de la movilización social , la legislación de carácter represivo ?la Ley de Residencia de 1902 y la de Defensa Social, de 1910- fue combinada con una serie de reformas parlamentarias destinadas a atenuar la precariedad de las clases populares. Del mismo modo, el ímpetu reformista de las gestiones conservadoras estuvo también colocado en la posibilidad de la ampliación de la participación ciudadana. Principalmente porque nuevas agrupaciones políticas, como el radicalismo, pusieron en tensión la lógica del sistema político al abogar por la apertura del sufragio.Durante estos años la conducción policial de la provincia de Buenos Aires, aunque no de manera homogénea (como hasta ahora ha supuesto la historiografía política abocada al período), estuvo identificada con las distintas administraciones gubernamentales; de filiación conservadora pero diferenciadas en torno a sus posturas sobre la expansión de la base electoral. De esta manera, quienes ocuparon la jefatura policial orientaron sus preocupaciones sobre la dinámica política, en la restricción o la apertura y la transparencia de las instancias comiciales. Por lo tanto, en el período en el que la línea gubernamental se asumía más rígida, como lo fue el caso de las dos gestiones de Marcelino Ugarte (1902-6 y 1914-16), el jefe de policía Luis Ma. Doyhenard puso en práctica mecanismos de control y hostigamiento, apelando a la red de comisarios de la provincia, a las agrupaciones partidarias opositoras que suponían una competencia en la arena electoral. El radicalismo, tras abandonar la estrategia abstencionista, el Partido Socialista, y las múltiples fracciones del Partido Conservador que se conformaron en disidencia a la conducción de Ugarte. De esta manera, la presencia del anarquismo no tuvo un lugar preponderante en la agenda de preocupaciones de la policía. Si la coacción sobre los opositores se nos muestra como un dato indiciario, dado que esa información debía circular mediante el telégrafo y de manera confidencial, el anarquismo, más allá de compartir ese tratamiento discrecional, no se traslucía siquiera en las cifras de detenciones y/o contravenciones elaboradas desde el departamento de estadística de la repartición; donde de manera abultada, figuraban los causantes de delitos interpersonales, atacantes de la propiedad y los ladrones ?sobre todo de ganado, en la campaña-. Ahora bien, esta matizada relevancia no excluye el hecho de que durante las diferentes jefaturas la institución no haya construido una imagen propia sobre el movimiento y sus integrantes. Como ya hemos señalado, este fue un contexto en donde la actividad gremial radicalizada adquirió puntos muy álgidos, y la policía intervino en la supresión de esos conflictos. En consonancia a ello, este fue también un contexto de expansión de las empresas culturales y modernización de los soportes periodísticos. Lo que facilitó la proliferación de manera temprana de órganos de prensa por todo el territorio provincial, al mismo tiempo en que puso a disposición de la policía de nuevos canales comunicativos, por fuera de sus circuitos más técnicos ?como las Órdenes del Día y las redes telegráficas-. Las revistas de policía (editadas entre 1900-2 y 1905-6) se insertaron dentro de una trama más amplia de textualidades consolidada hacia fines del XIX, cuyo propósito descansaba en la aspiración de conformar un pacto de lectura entre los distintos miembros del escalafón policial. En este sentido, aunque las apreciaciones sobre el anarquismo no son en absoluto cuantiosas, en las notas dedicadas al tema se evidencia la manera en que el cuerpo de redactores, casi todos oficiales de la Jefatura de La Plata y algunos comisarios de partido, configuró una imagen determinada que no fue lineal durante el arco temporal abordado. Lo interesante del tratamiento en la prensa policial es que hay un lenguaje y una construcción narrativa que es compartida con las publicaciones periodísticas comerciales. Esas convergencias se visualizan en sus representaciones que configuran a un sujeto colectivo ?amorfo? con actitudes disolventes del orden, garantidos por el estado y la constitución, y renuentes al consenso social. Esa imagen no distingue entonces a las diversas ramificaciones que atravesó el anarquismo en esos años, como tampoco sus distintas manifestaciones. Sin embargo, a pesar de que esa noción tiñe gran parte de estos relatos, no oblitera las apreciaciones sobre las condiciones socioeconómicas que conducen a los trabajadores a implementar estrategias de lucha como la huelga. En ese sentido, y nos interesa pensarlo dentro de un marco mayor de políticas reformistas, estos policías escritores también intervienen y elaboran sus propios diagnósticos sobre las condiciones laborales y salubridad que afectan a los grupos más desprotegidos. Por tanto, la mirada que legitima una política represiva coexiste con las manifestaciones de reforma ante los problemas de la cuestión social.Proponemos además, poner a estos soportes narrativos en diálogo con otros textos confeccionados institucionalmente. Cuando las políticas represivas se intensifican durante el segundo decenio del XX, la policía deberá cumplir la aplicación de las leyes de expulsión. De ello queda constancia en las Órdenes del día y las Memorias Generales del Departamento de Policía, elaboradas entre 1909 y 1917. Aquí se diluyen las posiciones más moderadas con las que se construía al ?sujeto? anarquista y se asume una posición mucho más violenta para la aplicación de los instrumentos punitivos. Como actor con potestad para la construcción y regulación del espacio, la policía ejercerá su poder para disputarle territorialmente la intervención en la esfera pública a los movimientos sociales.