INVESTIGADORES
LODOLA German Jorge
capítulos de libros
Título:
La tensión entre masividad y terminalidad en el sistema de educación superior
Autor/es:
GERMAN LODOLA
Libro:
Reflexiones a 70 años de la gratuidad universitaria. Políticas públicas y universidad
Editorial:
Universidad Nacional de Hurlingham, UNAHUR
Referencias:
Lugar: Hurlingham; Año: 2019; p. 187 - 212
Resumen:
En el contexto argentino actual de un fuerte proceso de ajuste fiscal que amenaza el esquema de financiamiento de la educación de gestión pública en sus tres niveles, ha vuelto a ganar terreno en la discusión académica y el debate público la cuestión de la eficiencia del sistema de educación superior. Una difundida lectura crítica identifica dos aspectos o problemas centrales en la naturaleza y el funcionamiento del sistema. Por un lado, la gratuidad y consecuente masividad del ingreso, o la regresividad de la inversión pública en enseñanza superior. Es decir, una proporción significativa del gasto es destinada a estudiantes de sectores medios-altos y altos, quienes acceden en mayor medida y tienen mejores condiciones que los estudiantes de bajos ingresos para terminar sus estudios superiores a tiempo. Por otro lado, la comparativamente baja tasa de graduación, o la ineficiencia del gasto público invertido en el sector. Dicho de otro modo, el Estado destina cuantiosos recursos para financiar la educación superior, tanto en términos absolutos como relativos al PBI, pero obtiene bajos retornos. Sobre la base de estos dos problemas, algunos críticos concluyen que una condición necesaria para mejorar la eficiencia del sistema público de educación superior en la Argentina ?esto es, producir más graduados? es restringir la masividad. Este trabajo sostiene ?y presenta evidencia empírica al respecto? que plantear la discusión de la terminalidad (ineficiencia) y la masividad (regresividad) del sistema como dos dimensiones separadas de un mismo fenómeno es analíticamente incorrecto y engañoso. La discusión aislada sobre la terminalidad ?en especial cuando se la plantea en línea comparada con otros países de la región? precisamente ignora el hecho de que el sistema argentino es ?masivo? y, como tal, incorpora un porcentaje relevante, y significativamente mayor al de otras naciones vecinas con similar nivel de desarrollo económico, de la población joven de menores recursos. La ampliación del acceso ?en cuanto factor de inclusión social y expansión del derecho a la educación? a los estudios superiores para estos sectores de la sociedad ha sido naturalmente acompañada de ?costos de terminalidad?. Esto es en buena medida así porque la terminalidad no es exclusivamente un atributo sistémico (vinculado, por ejemplo, con la extensión de las carreras, la carencia de titulaciones intermedias, o la insuficiencia de becas de estudio), sino el resultado agregado de una serie de factores de riesgo a nivel individual, familiar y del hogar, como ingresar al mercado laboral prematuramente, trabajar y estudiar al mismo tiempo, viajar largas distancias para llegar al lugar de estudio, no disponer de un uso alternativo del tiempo para estudiar, provenir de hogares con bajo capital humano y escasos recursos materiales, o ser la primera generación con estudios terciarios (incluso secundarios) en una familia. Estos determinantes de naturaleza estructural hacen considerablemente más difícil para los estudiantes de menores recursos económicos y culturales permanecer en la universidad y completar sus estudios superiores. Por otro lado, la discusión aislada sobre la masividad del sistema ignora los avances registrados en varios indicadores de desempeño educativo a lo largo de los últimos años, particularmente entre los alumnos de los sectores más vulnerables. Estos avances fueron el resultado de la implementación de políticas públicas orientadas a disminuir los ?costos de oportunidad? ?y aumentar los ?incentivos de factibilidad?? que para estos estudiantes comporta asistir a un establecimiento de enseñanza superior. Dentro de estas políticas se destaca de manera especial la creación de universidades públicas nacionales en la región del Conurbano Bonaerense, las que rápidamente se constituyeron en las principales receptoras de estos nuevos alumnos. Esquemáticamente, la tensión existente entre terminalidad y masividad de la educación superior de gestión pública puede ser abordada desde dos interpretaciones diferentes que, en gran medida, remiten a modelos educativos (y de país) opuestos. De un lado, algunos analistas críticos proponen una respuesta regresiva a esta tensión que, como adelantamos, esencialmente consiste en reducir la masividad para aumentar la terminalidad. Así, esta postura renuncia a la preocupación real por la inclusión social y la consagración de derechos, o las subsume a una posición meramente declarativa. El señalamiento de los déficit del sistema no está puesto al servicio de ensayar soluciones novedosas de política pública, sino que es utilizado para justificar un proyecto político de achicamiento de la educación superior y reducción de derechos. Resulta paradójico que los defensores de esta posición subrayen el componente regresivo del gasto educativo en el nivel terciario, cuando el resultado más probable de restringir el acceso al sistema con el objetivo de producir más graduados sea aumentar esa misma regresividad, ya que las restricciones al ingreso afectarán mayormente a los aspirantes de los sectores más desprotegidos, quienes, en promedio, tienen menor formación, peor desempeño y enfrentan mayores condicionantes estructurales.Una respuesta progresiva a la tensión entre terminalidad y masividad, en cambio, consiste en reconocer la existencia de este problema, identificar sus causas y diseñar soluciones que no impliquen renunciar al objetivo de la inclusión y la incorporación de derechos, y que fomenten eficiencia en resultados. Algunas de estas políticas remiten al área de la educación superior, como las titulaciones intermedias, las carreras técnicas, las tutorías, los cursos de nivelación, o la reducción de la cantidad de materias que componen las carreras. Otras políticas requieren atacar de manera sistémica algunas de las posibles causas estructurales de la baja terminalidad en los estudios superiores, como por ejemplo la calidad educativa de la escuela primaria y secundaria, la inversión en infraestructura e investigación, o la ausencia de una política educativa y del cuidado para la primera infancia. Asimismo, una respuesta progresiva entiende que el sistema de educación superior produce resultados múltiples ?entre ellos, graduados? y que, por lo tanto, hay un efecto multiplicador de la inversión por parte del Estado que debe ser sostenida más allá de la orientación política de los gobiernos de turno. La postura regresiva que identifica la terminalidad como criterio último de eficiencia, concibe la universidad exclusivamente como un dispositivo de producción de graduados para su inserción en el mercado laboral. El sistema de educación superior, sin embargo, cumple funciones múltiples: produce graduados de calidad (y entiende que frustra expectativas de movilidad social si no logra alcanzar este objetivo), pero además realiza investigación científica básica que es imprescindible para el desarrollo y la reducción de la desigualdad, constituye el espacio natural de inserción y formación de investigadores (muchos de ellos vinculados al sistema científico-tecnológico nacional), transfiere conocimiento (publicaciones de acceso libre, por ejemplo), implementa acciones y programas (enseñanza en cárceles, arte y deportes, para citar algunos casos), instrumenta la vinculación tecnológica con empresas privadas, organismos del Estado, y organizaciones sociales y de la sociedad civil, y genera externalidades positivas para los estudiantes (independientemente de si consiguen graduarse a tiempo) vinculadas con el tránsito mismo por las instituciones y ámbitos de la educación superior.