Justicia, capacidad y reconocimiento en la antropología de Paul Ricoeur

MARÍA BEATRIZ DELPECH

JUSTICIA

Universidad de Guadalajara

Lugar: Guadalajara; Año: 2019; p. 47 - 74

Tener que teorizar sobre la justicia en un mundo con una historia tan patológicamente injusta nos pone ante el terror de afrontar la forzosa decisión de no deber decir nada. Un poco por contagio del escepticismo nietzscheano parece ser imposible teorizar con consecuencia sobre un tema tan ajeno y desconocido para la especie humana. El siglo XX ha dado cátedra de genocidios y muertes por inanición y enfermedades evitables a tal punto que podríamos vernos tentados de dar por inocua la discusión y por inútil la teorización acerca de la justicia. Sin embargo, comparto con Amartya Sen (2011) la férrea convicción que, si tomamos como unidad de análisis las acciones de las personas, podemos reducir el nivel de injusticia de nuestros comportamientos y así tomar mejores decisiones, en los diferentes niveles, para evitar algunas injusticias futuras. Por eso, aun renunciando a una concepción trascendentalista de la justicia que nos permitiría aspirar a una sociedad justa en su totalidad, es más relevante que nunca reflexionar acerca de la justicia enriqueciendo los razonamientos de manera tal que resulte cada vez más sencillo reconocer y diagnosticar las injusticias y darles una solución que involucre un proyecto de prevención de su recurrencia. Una teoría tal no podrá centrarse en una idea de la verdad y un razonamiento objetivo como criterios de análisis sino que deberá disponer de un complejo sistema de fundamentación que tenga en cuenta la experiencia vital de los ciudadanos y el modo en que se relacionan con las instituciones a las que pertenecen. La idea clave es sostener la imposibilidad de imponer un sistema supuestamente justo a una comunidad y que esto dé como resultado una sociedad más justa. Es preciso enfatizar la necesidad de reducir la injustica en una sociedad no ideal sino histórica y efectiva estructurada en instituciones concretas.