CIIPME   05517
CENTRO INTERDISCIPLINARIO DE INVESTIGACIONES EN PSICOLOGIA MATEMATICA Y EXPERIMENTAL DR. HORACIO J.A RIMOLDI
Unidad Ejecutora - UE
capítulos de libros
Título:
Relaciones entre emoción y cognición
Autor/es:
ANA KOHAN CORTADA
Libro:
Aportes de la psicología cognitiva
Editorial:
Paidós
Referencias:
Año: 2010; p. 1 - 24
Resumen:
  RELACIONES ENTRE  EMOCIÓN   Y COGNICIÓN                                                                             Por Ana Kohan Cortada            Teorías filosóficas sobre las emociones.            Desde los comienzos de la historia han existido  respecto a las relaciones entre emoción y cognición dos puntos de vista contrapuestos. El primero surge con Platón  y alcanza su mayor punto de elevación con Descartes. La filosofía de Platón era esencialmente dualista  con un alma etérea y un cuerpo. Platón (1977)  ubica las emociones en el alma. Esta consiste en tres partes: razón, deseo y apetito. Platón en distintos momentos vinculaba las emociones con las tres partes; pero  principalmente con el deseo y el apetito.  El papel más importante de las emociones  según el punto de vista platónico, consistía en  que estas eran fuerzas que constantemente se oponían  a los poderes de la razón. Estas ideas todavía tienen vigencia en algunos autores como de Souza (2004) cuando señala que las emociones están en contraste  con lo racional y también en cierto modo, en Freud (1917) cuando sostiene que las emociones tienen un papel fundamental en los conflictos y por esto deben existir  procesos que nos “defiendan”  del poder de las emociones. Estas ideas de que las emociones debían ser sometidas  a la razón, hicieron que Platón  fuera tan popular en muchos sabios cristianos de la Edad Media.            Varios filósofos siguieron este camino entre ellos  Descartes (1649) que presenta  su teoría de las emociones en un artículo sobre “Las Pasiones del alma” (1649/1987) y aunque dice que es necesario ignorar todos los dichos filosóficos anteriores,  sigue con un velado dualismo. Para Descartes el alma  está en contacto con el movimiento de los espíritus del cuerpo a través de la glándula pineal  en el cerebro mediante la cual los espíritus fluyen. Así las experiencias de ver, oír, sentir hambre o dolor, tener miedo, enojarse, etc. son todas formas de advertir los movimientos de los espíritus corporales o causas inmediatas.  En cambio los sentimientos y las emociones  son epifenómenos, no funcionales para el comportamiento de las personas. Esta concepción cartesiana está también  en la base de las descripciones de John Locke (1977) sobre el dolor y el placer.  Igualmente Hume en  su Tratado sobre la Naturaleza Humana (1739) presenta otra versión de la teoría de los sentimientos señalando que las emociones son ”impresiones secundarias o reflexivas “ y su elaboración de los conceptos es claramente cartesiana. William James (1890) en sus Principios de Psicología no ofrece nada nuevo, salvo por el hecho de destacar la unicidad fisiológica de cada emoción y señalar que no existe un límite  a las posibles emociones y destaca que las emociones de diferentes sujetos pueden variar indefinidamente. Estos enfoques dualistas han sido revitalizados actualmente  en los trabajos de las neurociencias (Damasio, 2094) que habla de los “marcadores somáticos y en la filosofía (Prinz, 2004) de las reacciones viscerales. Los conceptos de estos investigadores implican  cambios biológicos que son procesados por la corteza prefrontal y que, por lo tanto, proporcionan guías intuitivas basadas en acontecimientos anteriores. La hipótesis de Damasio sobre los “marcadores somáticos” supone que los sentimientos surgen cuando  las áreas sensitivas del cuerpo reciben el impacto de la reacción emocional. El aumento de la temperatura, la vasodilatación o el aumento de la conductancia de la piel, se producen entre 300/400 mseg,  procesos no concientes, que se disparan de una manera bottom-up. Las respuestas se desencadenen cuando asignamos valor a los estímulos, es entonces que se procesan por la vía de la amígdala, el estriado ventral, el núcleo accumbus y la corteza órbitofrontal. La generación de este estado es lo que para Damasio guía la conducta interactiva social, luego ocurre el procesamiento en corteza prefrontal medial y orbitaria, procesos cognitivamente concientes sobre lo que estamos sintiendo, en esta etapa se trata de un procesamiento explícito top-down. Es importante agregar que la  respuesta somática y el procesamiento somatosensorial en la corteza  son también componentes  del modelo de la memoria de trabajo.             El segundo enfoque filosófico sobre las emociones,  se origina en  Aristóteles y ha proporcionado el punto de partida para una serie  de modelos funcionales sobre la emoción y gran parte de los enfoques  más realistas de la psicología cognitiva sobre la relación entre cognición y emociones. La distinción  fundamental realizada por Aristóteles es entre materia y forma: aunque es posible describir una emoción  en términos de su naturaleza física, tales como la fisiología y el comportamiento, es necesario  también conocer las funciones  psicológicas, biológicas y sociales de una emoción ya que de otra manera no puede ser descripta adecuadamente. La doctrina funcionalista de Aristóteles se encuentra en De Anima (1941). Allí el filósofo  señala la diferencia entre la  materia (aquello de lo que algo está hecho) y la forma  (que implica función, para qué sirve algo)  Así frente a un objeto cualquiera por ejemplo una silla,  podemos decir que es de madera o de metal y su forma o función es para qué sirve , para sentarse. El análisis más amplio de Aristóteles  sobre las emociones lo presenta en El Arte de la Retórica (1991)  y allí considera  diez emociones, cuatro de tipo positivo (calma, amistad, cortesía y piedad) y seis negativas (enojo, miedo, vergüenza, indignación, envidia y celos). Según el filósofo para que surja una emoción  son necesarias tres condiciones: el sujeto debe estar en un adecuado estado mental  para experimentar la emoción. Además  debe existir un estímulo,  que haga surgir la emoción y debe haber un objeto hacia el cual  se dirija el estado emocional. Así por ejemplo dice que “el miedo  sería un sufrimiento o trastorno que resulta  de un peligro amenazante , sea este destructivo o doloroso.”   Acá el estímulo   para el miedo es  la evaluación de una amenaza, el objeto  es lo que nos hace pensar en la amenaza y el individuo debe estar en un  estado mental apropiado de  expectativa  hacia un peligro posible.  Es importante señalar que la teoría sobre las emociones de Aristóteles es cognitiva,  pues considera a las emociones como estados  que dependen en forma causal de una creencia o evaluación cognitiva. Para Aristóteles la representación mental  o la creencia de que enfrentamos el peligro  es el estímulo para que sintamos miedo. Aristóteles por lo tanto considera la cognición  esencial para que se produzca una emoción             En el siglo XIII  el Dominico Santo Tomas de Aquino  siguió la doctrina aristotélica para las emociones;  pero con pequeñas modificaciones. Para Aristóteles si una persona ve que se le acerca un oso, evalúa que ésta es una situación de peligro y la evaluación es lo que le provoca el miedo. El miedo supone  sensaciones fisiológicas y una propensión a la acción como correr y escapar.  Santo Tomas en cambio, sugería que existe un impulso inicial  no cognitivo, para acercarnos o alejarnos de un objeto y este impulso tiene un tono fisiológico para el acercamiento o la huida que llamó emociones primarias. Estas no  son cognitivas, pero están  seguidas  por un proceso secundario cognitivo, que acompaña el impulso primitivo de acercamiento o huída. Veremos más adelante que esta discusión sobre  la primacía del impulso o la cognición,  surge más adelante con mucha fuerza  por la discusión entre la teoría  de Zajonc y la de Lazarus.             Otro filosofo muy importante que escribió  sobre las emociones fue Baruch Spinoza  ( 1632-1677) que las describió en su Ética (1677/1955) y es una teoría bastante similar a la de Santo Tomás  cuando habla de que en al emoción existe una reacción inicial no cognitiva que es luego elaborada en presencia de las “ideas”. Para Spinoza las creencias o ideas son esenciales para la formación de las emociones. Pero el problema es que en Spinoza si las cogniciones como él señala no son causales no se entiende como pueden tener la fuerza para dar lugar a las conductas adecuadas por ejemplo el correr frente a la presencia de un oso peligroso. Las emociones desde el punto de vista de la neuropsicología.            Las emociones se consideran generalmente como entidades mentales  que implican  excitación y que dan origen  a las pasiones y sentimientos. Además estos estados tienen una dirección positiva o negativa. Según la teoría de James y Lange (1884)  el sentimiento o estado mental  seguía a los cambios corporales.  Esta teoría promovió muchas investigaciones.  Una de las más importantes fue la de Cannon (1927)  que observó debilidades en ella. Según W. B. Cannon los hechos que daban origen a las emociones producían la excitación del sistema nervioso simpático. Esta excitación provocaba la secreción de la epinefrina  de las glándulas de la adrenalina.  No se debe olvidar tampoco la importancia de Darwin (1872) quien concibió las emociones  como la expresión  de conductas primigenias en la evolución observables en muchos animales.  Por  su  parte William James que en su teoría “periférica de las emociones”  consideraba las emociones como una forma de percepción de los cambios somáticos asociados a una reacción emocional.  Este planteo fue cuestionado por Cannon al proponer una “teoría central de las emociones”  que sostiene que las emociones son producto del sistema nervioso central. Las primeras teorías neuropsicológicas consideraban a la emoción situada en estructuras subcorticales introduciendo el concepto de “sistema límbico” (Papez, 1937) pero con las nuevas investigaciones se considera la afectividad como una función cerebral representada en todo el eje neuronal en múltiples regiones y estructuras.  El llamado “cerebro emocional” es una compleja red de estructuras interconectadas cuya función en ningún caso es exclusivamente delimitado a lo afectivo.  Las tres regiones cerebrales son la amígdala, la corteza cingulada anterior y la corteza prefrontal.  En la región de la amígdala la respuesta emocional participa en tres niveles: 1º) Las hormonas del estrés liberadas por las emociones influyen en la consolidación de la memoria de las  experiencias afectivas. 2º) Interviene en el reconocimiento de las expresiones emocionales y 3º) tiene una función de procesamiento  del miedo durante el condicionamiento conductual (Le Doux, 2003) La corteza cingulada anterior  tendría un papel principal en la evaluación cognitiva ”motivada” de la conducta  y la autoimagen. Esta corteza se activa principalmente en condiciones de “relevancia motivacional” ante la evaluación de errores conductuales.  Las lesiones de esta región producen alteraciones de la espontaneidad del comportamiento, falta de voluntad o de motivación para iniciar conductas (Bush 2000). En la corteza prefrontral  estaría centrado el “afecto nuclear” es decir el placer y displacer. La corteza orbitofrontal y ventromedial  establecería el valor de reforzamiento o amenaza de un estímulo.  Específicamente la generación de afectos de aproximación está asociada a la activación de la corteza prefrontal  izquierda, mientras que la generación de efectos de evitación  se asocia a la activación de la corteza prefrontal derecha. La función principal de la corteza prefrontal es la organización  temporal del comportamiento dirigido a metas. Es decir que los sistemas motivacionales que subyacen a la respuesta emocional están representados asimétricamente en la corteza prefrontal por lo que se asocia también  a la conformación del estilo afectivo que corresponde a las diferencias invididuales en la reactividad afectiva.  Así se ha encontrado que el fóbico social presenta actividad anormal en zonas corticales derechas cuando se le inducía   ansiedad de anticipación (Davison et al, 2000). Las teorías emocionales de los conductistas. Hasta ahora hemos visto teorías que consideran a las emociones como estados mentales, pero naturalmente como el conductismo  siempre ha insistido en no considerar los estados mentales  como estudio de la psicología  veamos como explican la existencia de las emociones.  Según Watson (1919) “Una emoción es un “modelo de reacción”  que implica profundos cambios de los mecanismos corporales  como un todo, pero especialmente  en los sistemas viscerales y glandulares” (En “Psychology from the Standpoint of a Behaviorist”, 1919, p.195)   Watson distingue  solo tres emociones: miedo, rabia y amor  que se dan en un recién nacido.  Los argumentos de Watson son muy poco convincentes. Skinner (1974) en cambio  analiza las emociones dentro de un marco teórico del conocimiento operante. Las emociones se definen por conjuntos de operantes y refuerzos que se optimizan Pero las explicaciones conductistas como han demostrado varios autores,  son casi siempre circulares: la persona corre al ver un oso por miedo y tiene miedo porque corre. En suma según el fracaso de los intentos conductistas para explicar la existencia de las emociones es evidente que alguna noción de un estado interno  es esencial  para nuestra comprensión de lo que es una emoción. Teorías cognitivas para comprender las emociones. El surgimiento del cognitivismo ha sido en gran parte una reacción hacia el conductismo que había descartado todos los estados internos posibles.  El cognitivismo como se sabe, vino de la mano de los avances de la tecnología computacional.  La metáfora de la mente comparada con una computadora se hizo dominante. Sobre la base de los modelos psicológicos y filosóficos más recientes   se pueden identificar los  siguientes componentes de la emoción: un hecho inicial (externo o interno), una interpretación analógica, una evaluación de la interpretación especialmente en relación a la importancia para las metas, la reacción fisiológica, un potencial para la acción  o estar listo para la acción, la fenomenología  y el comportamiento explícito. Probablemente todos estos componentes  son necesarios para la emoción, con la posible excepción de la toma de conciencia.  La separación que hacía la Psicología clásica  en procesos de pensamiento, emociones y voluntad  ha oscurecido, lamentablemente la importancia  de la interacción constante que existe en nuestra mente de estos procesos.            Precisamente alrededor de 1980  se produjo un fuerte debate sobe el tema  entre dos grandes investigadores. Uno de ellos Zajonc  argumentaba que la evaluación afectiva de los estímulos puede producirse independientemente de los procesos cognitivos. Según este autor (Zajonc 1984 p. 117) “ el afecto y la cognición  son sistemas separados y parcialmente independientes  y aunque ordinariamente funcionan conjuntamente los emociones pueden generarse sin la existencia anterior de procesos cognitivos” Contrariamente,  Lazarus consideraba  que algún tipo de procesamiento cognitivo es un prerrequisito esencial para que exista reacción afectiva a un estímulo : “una evaluación cognitiva ( de significado)  subyace y es una característica integral de todos los estados emocionales” (Lazarus, 1982, p. 1021) . Esta ha sido una discusión  que ha durado años presentándose investigaciones en ambos lados, pero poco concluyentes.  Por una parte, la noción de “evaluación cognitiva” (cognitive appraisal) de Lazarus es un concepto  muy  amplio y algo vago  que puede operar en algunos casos automáticamente sin conciencia del sujeto o control volitivo y en otros es conciente  y deliberado. Por otro lado Zajonc  ha proporcionado evidencias  de que pueden presentarse  respuestas afectivas en ausencia de la conciencia de procesos cognitivos, con lo cual Lazarus está de acuerdo y Zajonc ha reformulado su tesis señalando que la emoción puede producirse con independencia de procesos cognitivos conscientes. Muchos psicólogos actuales concuerdan en que el debate entre estos dos investigadores es falso pues “emoción y cognición” son partes integrales inseparables del ser humano.            Uno de los mayores progresos  en la comprensión del mundo emocional  se ha logrado con las teorías llamadas de multi-nivel.  Una de ellas, la de Le Doux (1992,1996),  acentúa el papel de la amígdala, la parte del cerebro que considera como la “computadora emocional”,  que elabora el significado emocional de los estímulos. La información sensorial pasa del tálamo simultáneamente a la amígdala y a la corteza.  Según este autor existen dos diferentes circuitos emocionales para la ansiedad: 1)                 Un circuito de acción  lenta de la corteza al tálamo y a la amígdala que supone un análisis detallado de la información sensorial y 2)                  Un circuito rápido que actúa  desde el tálamo hacia la amígdala basado en rasgos simples del estímulo, como la intensidad que obvia el paso por la corteza.            ¿Por que existen  estos dos circuitos  de la emoción? Porque el segundo nos permite responder rápidamente  durante las situaciones amenazantes  que son importantes para nuestra supervivencia En cambio el circuito cortical  nos permite una evaluación más detallada para poder  responder a las situaciones de manera más adecuada.                        Por otro lado, Power y Dalgleish (1997)  han proporcionado un enfoque que llamaron con la sigla SPAARS por las iniciales de un Sistema esquemático proposicional asociativo y representativo analógico, que es un modelo con  los siguientes aspectos: -                     Un sistema analógico:  dedicado  al procesamiento básico sensorial de los estímulos ambientales -                     Proposicional: que contiene información sobre el mundo y sobre el yo -                     Esquemático: los hechos del sistema proposicional se combinan con la información del sujeto -                     Asociativo: si el mismo hecho se procesa  repetidamente de la misma manera se formará una representación asociativa que en el futuro producirá la misma emoción automáticamente.            Este enfoque parece reconciliar el debate Zajonc –Lazarus: La emoción puede producirse de dos maneras como resultado de un procesamiento cognitivo, (cuando interviene el sistema esquemático) o bien sin intervención consciente, cuando implica el sistema asociativo.  Pero: ¿cómo  usa la información el sistema esquemático  para decidir  cuál es la emoción apropiada en una determinada situación?  Power y Dalgleish (1997) usan una teoría de Oatley y Johnson-Laird (1987) según la cual existen cinco emociones básicas que son: 1) Felicidad: cuando se progresa en una meta actual. 2) Ansiedad: cuando la meta de auto conservación está amenazada 3) Tristeza: la meta actual no puede lograrse 4) Ira: la meta actual se frustra o bloquea 5) Disgusto: cuando una meta gustativa es violada. Existen pruebas razonables de que estas  son las cinco emociones más básicas: las emociones más complejas implican diversas combinaciones de éstas.           Teorías sobre el procesamiento emocional.                         La mayor parte de las teorías se han centrado en el estudio de la ansiedad y la depresión y se ha mostrado poco interés en las restantes, seguramente por razones de tipo clínico.   Entre las más importantes están: la de Bower (1981), la de Beck (1976) y la de Williams et al (1996).           Teoría de Bower sobre las redes semánticas.          Las emociones según esta teoría son unidades o nodo en una red de memoria semántica con numerosas conexiones a ideas relacionadas, sistemas fisiológicos, hechos, y a modelos musculares y expresivos.  El material emocional está  guardado en la red semántica en la forma de proposiciones o afirmaciones. El pensamiento se produce por la activación de los nodos dentro de la red semántica.  Los nodos pueden activarse por estímulos externos o internos. La activación de un nodo se difunde a nodos relacionados.. Así la activación de un nodo, por ejemplo, tristeza, puede conducir  a otros como pérdida, desesperación. La “conciencia”  se da  cuando un nodo es activado por encima de algún valor que es su umbral.            Este modelo permite explicar algunos hechos por ejemplo la congruencia o coherencia  entre los recuerdos y el estado de ánimo.   En general el recuerdo es mejor cuando el estado de ánimo en el momento de recordar algo coincide con el que teníamos  en el momento del aprendizaje.   También cuando la información emocional es aprendida en correspondencia  con  el estado de ánimo que tenemos.  Además las asociaciones libres de una persona, sus pensamientos y sus juicios suelen ser coherentes con su estado de ánimo.  Se han realizado muchos estudios relacionados con el estado de ánimo  y la memoria. Por ejemplo, cuando estamos estresados o tristes parece disminuir nuestra capacidad  de pensar en forma organizada.  Con tareas que presentan dificultades para la organización, la inducción de un estado de ánimo depresivo entorpece de manera significativa el desempeño (Ellis, 1986) Los estados de ánimo  afectan no solo la memoria sino también la comprensión de textos. En algunos experimentos los sujetos detectaron menos contradicciones en un texto que cuando estaban  en un estado de ánimo  depresivo  que en un estado mental  de alegría u optimismo. También el estado de ánimo depresivo produce tendencia a reconocer falsamente palabras asociadas .Este hecho es de gran importancia en la Psicología forense por el  posible falso reconocimiento de testigos presenciales de un suceso delictivo. También en el estado de ánimo depresivo inducido, se ha demostrado que existen deficiencias para controlar la  atención (Hunt y Ellis , 2007).            Teoría de los esquemas de Beck.            Beck y Clark (1988)  desarrollaron una teoría sobre las emociones que en esencia señala que algunas personas son más vulnerables que otras para presentar trastornos depresivos o de ansiedad. Tal vulnerabilidad depende de la  formación en etapas tempranas de la vida de ciertos esquemas o sea estructuras de conocimientos organizados.  Según estos autores las personas deprimidas evidencian un rasgo cognitivo negativo sobre sí mismas, el mundo  y el futuro. Los esquemas de mal adaptación de los pacientes con trastornos de ansiedad presentan percepciones de amenaza  hacia más personas, así como un sentimiento  exagerado de vulnerabilidad.  Estos sentimientos influyen  en los procesos cognitivos de atención,  percepción y aprendizaje  Estos sentimientos producen sesgos en el procesamiento de la información .