INVESTIGADORES
MATTONI Silvio Luis
capítulos de libros
Título:
Arturo Carrera: la inocencia como ética de la poesía
Autor/es:
MATTONI, SILVIO; SIMÓN, GÁSQUEZ, LOZA (COORDS)
Libro:
El espacio textual. Entre literatura, psicoanálisis y filosofía
Editorial:
Alción editora
Referencias:
Lugar: Córdoba; Año: 2008; p. 259 - 272
Resumen:
Resumen:          ¿Puede la poesía ser inocente, en el sentido de no dañar, no herir, no ser perjudicial? La banalización de una escritura que, desde la más superficial exterioridad, es tomada como un pasatiempo de gente excéntrica, algo que tiene poca circulación y casi ningún valor económico, lleva a pensar que la poesía se ha tornado inocua, que no le hace mal a nadie. Pero entonces, ¿podrá hacerle bien a alguien? ¿Cómo podría incidir en la vida de los que escriben y leen poemas, pero también en la mayoría de las vidas, en el idioma de los que no leen? ¿Será el bien de la poesía hacer saber algo?             Aunque resulte difícil de imaginar, los libros nos dicen que hubo épocas en que la incidencia de la poesía en las pasiones de sus lectores u oyentes podía considerarse peligrosa. ¿Qué razones tenía Platón, por ejemplo, para criticar la difusión de poesía en su república imposible? En primer lugar, promueve la irracionalidad, convence por seducción, por suscitación de simpatías que no van en el sentido de las ideas ciertas. Pero sobre todo la poesía no dice la verdad, cree que con las palabras describe cosas, actos y actividades, y sólo está copiando la sombra de una sombra[1]. Sin embargo, como suele pasar con las argumentaciones claras, algo se esconde en la expulsión platónica de los poetas. ¿Y si la imitación de la poesía no se pareciera a la pintura, no fuera un simulacro de las cosas y las actividades humanas, sino más bien de las palabras? Podría decirse entonces que la verdad de la poesía no está en la fidelidad con que reproduciría algo exterior a sus materiales, sino en el hecho de presentar el uso de las palabras elevado a su máxima potencia, realzando en todos las maneras en que se explican interiormente a sí mismos, poniendo a disposición de todos imágenes o sentencias para pensar en el lugar desde donde se habla. No sería un saber lo que en la poesía se muestra, sino un ser en las palabras. Por lo tanto, no es una confusión su posible mal, salvo que la admiración, el entusiasmo y el asombro se piensen como un estado confuso. [1] Cfr. los célebres aunque no tan obvios libros III y X de La república o el estado (Platón, 1976: 81-118 y 343-375).