INVESTIGADORES
GUBER Rosana
capítulos de libros
Título:
Prólogo
Autor/es:
ROSANA GUBER
Libro:
Crónicas de guerra
Editorial:
Argentinidad
Referencias:
Lugar: Buenos Aires; Año: 2015; p. 11 - 13
Resumen:
Este libro se sumaa la ya nutrida literatura sobre la guerra de Malvinas, the Battle for the Falklands y la guerre des Malouines, las tres lenguas que alguna vez transitaronel archipiélago que la República Argentina viene reclamando ininterrumpidamentedesde la toma británica de 1833. Sin embargo, no es éste un texto más. Se trata de lapresentación de un diario que su autor reconstruyó en el transcurso de los 33años posteriores, valiéndose de grabaciones y anotaciones del momento, siguiendola cronología de los 74 días de presencia argentina en 1982; un diario delconflicto anglo-argentino por las Malvinas e Islas del Atlántico Sur quecontiene reflexiones personales, históricas, filosóficas y jurídicas acerca delos derechos argentinos sobre las Islas. En sus páginas el lector aprende losargumentos sostenidos por España, Gran Bretaña y la República Argentina, yaccede a la historia previa a 1833, hoy erradicada de los archivos isleños.Aprende también sobre gente, actividades, rutinas, distancias, climas y suelobajo la dura y hoy a menudo silenciada historia colonial previa a ese punto deinflexión que fue 1982.  Pero lo más novedosode este texto es que las Islas, su historia y su guerra se nos presentan graciasa la elaboración decidida de un personaje tan extraordinario como desafiante.Es Alexander Jacob Betts, un isleño de varias generaciones que ya para 1982hablaba el inglés y el castellano, y se mantenía con sus dos empleos en PortStanley: el despacho de los vuelos de Líneas Aéreas del Estado LADE, y laentrega de tubos de combustible de la empresa estatal argentina Gas del Estado.Alexander, cuyo hijo mayor Pablo estudiaba el secundario en la provincia de SantaFe, debía ser el único de los tres hermanos que llamaba ?vieja? a su madre, yque aceptó, entendió y sostuvo que la incorporación de los kelpers al mundo y a la historia se lograría de la mano de eseEstado que los reclamaba como propios y que los reconocía como ciudadanos conderecho al gas, a la conexión aérea, al correo, a la educación bilingüe y aldocumento de identidad. Derechos de ciudadanía que le retaceaba la coronainglesa a través de la verdadera reguladora de la dinámica económica y socialde las islas, la Falkland Islands Company. Y cuando el Estado Británico se acordóde su colonia sudatlántica y blanca, fue para lanzarse a su recuperación demanera atroz y despiadada en una guerra que había decidido unilateralmente y dela cual no sólo fueron víctimas y victimarios los dos estados beligerantes por lacausa de soberanía pendiente. También lo fueron los isleños: los enfervorizadosy los contemporizadores, las mujeres que tomaban té cuando las voló unproyectil de la Royal Task Force, y los dueños de las casas destruidas en GooseGreen, Darwin y Puerto Argentino; los que se sumaron a las fuerzas británicas,los que disparaban en la noche contra los conscriptos argentinos que estaban deguardia en el pueblo, y los que se negaron a pensar una salida negociada cuandotodavía era posible. Lo que Alex noscuenta es mucho más que una historia de la guerra. Es aprender a vivirla desdela posición de este NyC (nacido y criado) que, con el paso de los días,experimentó en carne propia la polarización, el crimen más hondo y longevo detodas las guerras. Esa polarización que arrastró consigo la voluntad de buenaparte de los residentes detrás de la prédica vociferante del honor mancillado dela rubia Albión. Los recuerdos de Alex denuncian la incapacidad de sus vecinosde toda la vida de hacer oír su voz paraemerger de un siglo y medio de indiferencia imperial, y de resistirse a quedar convertidos,una vez más, en su instrumento a cambio de la vana promesa de regresar al?apacible modo de vida de los isleños?. En el periplo que vade marzo a junio del ?82, Alexander/Alejandro recorre posiciones y actores,muchos de los cuales eran viejos conocidos por vecindad, parentesco, amistad ytrabajo. Y en ese recorrido es a veces ignorado, incluso rechazado y pocasveces bienvenido. Alexander puede cuestionar e interpelar al colonialismobritánico indiferente primero y belicista después, porque sabe cómo es vivirbajo su sesgo; puede criticar a sus coterráneos por impasividad, perplejidad y oportunismo;puede lamentar la arrogancia distante de los altos mandos argentinos y justipreciarsus decisiones tácticas, mientras admira infinitamente la entrega de quienesestán en terreno sobrellevando el Teatro de Operaciones contra una fuerzadesmedida y una geografía que conoce como la palma de su mano. La presenciaargentina en lo que era Port Stanley y será Puerto Argentino impone unaformidable discontinuidad que Alexander busca remediar empeñándose en asistir asu lugar de trabajo e intercambiando pareceres con sus vecinos, con susconocidos argentinos y con los periodistas. Pero la guerra y la consiguientemilitarización lo obligarán a aceptar, no a comprender, que la suya es una posturaincomprensible y por eso sospechosa. En su castellano anglificado este kelper argentino?por ley y porvoluntad?se afirma como tal y como siempre lo hizo: de manera pública, civil ymalvinense, pese a que su decisión de lealtad desgarre como una esquirla, a supropia trama familiar. Este libro es untestimonio de la voluntad nacional, la de la pertenencia y de la convicción, deun Alexander que cree y que reza, que averigua y se informa, que imagina yconjetura, que vela por su familia, que ve la guerra desde su ventana y, mástarde, desde una casa de refugio, que siente y oye los mismos cimbronazos yexplosiones que los argentinos uniformados y que los kelpers, y que acostumbra su sueño al cañoneo naval británico quese cierne sobre la tropa argentina tanto como sobre sus vecinos de siempre. Al cabo deacompañar a Alex en sus peripecias, en sus pensamientos, en sus afirmacioneshistóricas y en su extraordinaria entrevista sobre la caída de la Base AéreaMilitar ?Cóndor? al entonces joven alférez Eduardo Daghero, el lector habrá aprendidoa mirar aquella guerra y a los tan mentados ?deseos de los isleños? bajo unanueva luz. Es la que ha decidido regalarnos Alejandro Betts, quien con unaconvicción vivencial que comenzó mucho antes de 1982, nos enseña a desafiar lasclasificaciones simplistas con que argentinos y británicos hemos mirado aMalvinas, no sólo a la guerra. Será por eso que le agradezco tanto permitirmeescribir estas líneas como una más de sus compatriotas.  Rosana GuberBuenos Aires, 2 de marzo,2015.