INVESTIGADORES
SVAMPA Maristella Noemi
capítulos de libros
Título:
Prefacio
Autor/es:
MARISTELLA SVAMPA
Libro:
Mitos y realidades de la minería en el Perú
Editorial:
Programa de democracia y Transformación Global
Referencias:
Lugar: Lima; Año: 2013; p. 9 - 11
Resumen:
El libro que el lector tiene entre sus manos constituye una importante caja de herramientas, cuyo propósito es brindar a un público amplio y en un lenguaje accesible, información confiable y veraz sobre una actividad tan compleja y problemática como lo es la megaminería en el Perú. Asimismo, el texto apunta a desactivar muchos de los mitos y falsedades que sobre la minería a gran escala repiten cotidianamente y con total impunidad sus defensores más acérrimos, esto es, corporaciones mineras, gobiernos nacionales y regionales, en fin, voceros periodísticos y académicos. En la actualidad, en un contexto en el cual el gobierno peruano, en alianza con las grandes corporaciones, ha optado por profundizar una suerte de terrorismo informativo sobre estos temas, cuyo objetivo es demonizar y descalificar a las poblaciones que cuestionan la megaminería, la tarea de aportar información veraz y argumentos sólidos, es más que relevante. En esta línea, el libro se concibe como un paso ineludible de la ?batalla cultural?, en la medida en que se propone desmontar los discursos y los lugares comunes del imaginario hegemónico prominero. Un texto de características similares fue publicado en 2011 en Uruguay y la Argentina, bajo el título de 15 mitos y realidades de la minería en Argentina, y en 2012 en Ecuador. Con gran expectativa, asistimos a la publicación de la versión peruana, el país que se erigió en el laboratorio de las reformas neoliberales mineras a inicios de los años ´90. Es importante destacar que, entre todas las actividades extractivas que hoy se expanden de modo vertiginoso en América Latina, no es casual que la minería metalífera a gran escala sea la más cuestionada. En dicho cuestionamiento convergen diferentes factores, cuya temporalidad no ha sido necesariamente simultánea: primero, la existencia y valoración de saberes locales y experienciales, que han ido revelando el modo en cómo esta actividad avanza e impacta sobre la vida de las comunidades; segundo, el reconocimiento del sufrimiento social que recorre a las poblaciones involucradas, puesto que la minería avanza sin consenso social, generando todo tipo de conflictos y divisiones en la sociedad, procesos de contaminación ambiental y social; impacto sobre la salud de las personas y los animales; y una espiral de represión y criminalización de las resistencias que sin duda han abierto un nuevo y peligroso capítulo de violación de los derechos humanos; tercero, el surgimiento y acumulación de un saber experto independiente, en relación al poder económico y político, acerca de las repercusiones sociales, económicas y ambientales de la megaminería. En consecuencia, la minería metalífera a gran escala es muy cuestionada, no por desconocimiento de las supuestas bondades de la actividad, por falta de cultura productiva o simple demonización de la actividad, sino porque la confluencia y potenciación de estos tres factores ?saber local, experiencia de las poblaciones y saber experto independiente- da cuenta de modo incontestable que, en el mediano y largo plazo, estamos ante un modelo de desarrollo insustentable. Por otro lado, tampoco es casual que una parte importante de la literatura crítica de América Latina considere que el resultado de este conjunto de procesos sea la consolidación de un estilo de desarrollo neoextractivista (Gudynas, Schultz y Acosta, Svampa, Machado Aráoz, entre otros), el cual puede ser definido como aquel patrón de acumulación basado en la sobre-explotación de bienes naturales, en gran parte no renovables, así como en la expansión de las fronteras del capital hacia territorios antes considerados como improductivos. El neoextractivismo ? ilustrado de modo emblemático por la megaminería- instala una dinámica vertical que irrumpe en los territorios, y a su paso va desestructurando economías regionales, destruyendo biodiversidad y profundizando de modo peligroso el proceso de acaparamiento de tierras, expulsando o desplazando comunidades rurales, campesinas o indígenas, y violentando procesos de decisión ciudadana. Tal es así que, en la actualidad, no hay país latinoamericano con proyectos de minería a gran escala que no tenga conflictos sociales suscitados entre las empresas mineras y el gobierno versus las comunidades: México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Costa Rica, Panamá, Ecuador, Perú, Colombia, Brasil, Argentina y Chile. Cada proyecto minero desencadena, de por sí, un proceso conflictual que no cesa ni aun cuando éste es momentáneamente paralizado, ni cuando se hubiere agotado el ciclo de vida del yacimiento. Como los pasivos ambientales que deja la minería misma, la conflictividad tiene una sobrevida que excede largamente la del período de explotación del yacimiento, tal como se puede verificar en casos emblemáticos de la minería latinoamericana, en Guanajuato y Zacatecas, en México, Cerro de Pasco y La Oroya, en el Perú (Voces de Alerta, op.cit). Según el Observatorio de Conflictos Mineros de América Latina (OCMAL, 2013) en marzo de 2013 podían contabilizarse 184 conflictos activos, 5 de ellos transfronterizos, que involucraban a 253 comunidades afectadas a lo largo de toda la región. Este contexto de conflictividad contribuye directa o indirectamente a la judicialización de las luchas socio-ambientales y a la violación de derechos que, en no pocos casos, como en Perú, Panamá y México, ha culminado en asesinatos de activistas. Así, entre fines de 2011 y comienzos de este 2012, en Panamá se registraron fuertes episodios de represión que costaron la vida de dos miembros de la comunidad indígena Ngäbe Buglé; en Argentina, luego de diez años de conflictos en diferentes regiones, invisibilizados por la agenda del gobierno progresista, el levantamiento popular ocurrido en Famatina (provincia de La Rioja), logró romper con el encapsulamiento y colocar en la agenda nacional la cuestión de la megaminería; en México, en el Estado de Veracruz, creció el rechazo en contra de la instalación del proyecto minero Caballo Blanco, que pretendía instalarse a escasos kilómetros de una central nuclear; en Colombia, donde la promesa de megaminería fue slogan de campaña del actual presidente, la población se movilizó en contra de una gigantesca mina de oro, la Colosa? Pero sin duda es en el Perú donde se han registrado los conflictos mineros más graves. Solamente desde la asunción de Ollanta Humala se han producido 25 muertos por represión, varias situaciones de detención masiva y una gran cantidad de heridos, principalmente en la región de Cajamarca, donde los pobladores se han movilizado en contra del Proyecto Conga, un emprendimiento que, como las comunidades y evaluaciones de impacto ambiental señalan, amenaza con la destrucción de importantes fuentes hídricas. Asimismo, en la región de Cusco, las resistencias contra la megaminería han sido recurrentemente respondidas con más represión, persecución y asesinatos. Así, la minería metalífera a cielo abierto se ha convertido en una suerte de figura extrema, un símbolo del extractivismo depredatorio, al sintetizar un conjunto de rasgos particulares directamente negativos para la vida de las poblaciones, la defensa del ecosistema y el futuro de nuestras sociedades. En consecuencia, no se trata solamente de una discusión económica o ambiental, sino también de una discusión política sobre las fronteras mismas de la democracia: se trata de saber si queremos debatir lo que entendemos por desarrollo sustentable; si apostamos a que esa discusión sea informada, participativa y democrática, o bien, aceptamos la imposición de nuestros gobernantes locales y las grandes corporaciones, en nombre del nuevo Consenso de los Commodities y de un falso desarrollo. Ojalá este texto, que ha sabido combinar las virtudes de un saber experto independiente del poder económico, político y mediático, con discursos y herramientas propias de las poblaciones afectadas, contribuya a inaugurar una nueva fase del debate en el Perú, que esperamos que conlleve, pese a las grandes dificultades y más allá de las asimetrías de siempre-, una discusión de fondo sobre qué entendemos hoy por Desarrollo, Democracia, Soberanía y Derechos Humanos. Maristella Svampa, mayo de 2013