INVESTIGADORES
GUTIERREZ Maria Florencia
capítulos de libros
Título:
Miedos íntimos y miedos públicos: entre la “privación de la libertad individual” y el desabastecimiento. Los empresarios azucareros durante el primer peronismo
Autor/es:
FLORENCIA GUTIÉRREZ
Libro:
El miedo. la más política de las pasiones. México y Argentina, siglos XVIII-XX
Editorial:
Instituto Mora - Universidad Autónoma de Zacatecas
Referencias:
Lugar: Ciudad de México; Año: 2021; p. 183 - 206
Resumen:
Situarnos en los ingenios azucareros en los primeros años de la experiencia peronista constituye un observatorio privilegiado para reflexionar sobre el miedo y la forma en que los obreros, los empresarios y el propio gobierno lo vivenciaron y politizaron. Así, durante los años analizados, los usos de esta emoción se cargaron de sentidos e intencionalidades que cada quien construyó y azuzó abrevando en sus experiencias, intereses y expectativas. Miedos que circularon, se retroalimentaron y potenciaron unos a otros.Un común denominador de la etapa peronista fue la transferencia de poder que, en favor de los trabajadores, socavó las prerrogativas patronales a lo largo y ancho del país, pero en las comunidades azucareras ese desafío asumió particulares connotaciones que convirtieron la percepción de daño en algo mucho más propio. El común y compartido ámbito doméstico fue capitalizado por las protestas obreras, en tanto la vulneración de las viviendas de los propietarios y sus estrechos colaboradores los interpeló en el corazón de su vida privada y familiar. Los obreros convirtieron estas acciones colectivas en una instancia de politización del miedo: el inédito desafío a la patronal en su más íntimo y sentido espacio se convirtió en un gesto político inscrito en el cruce entre la percepción de daño y el revanchismo.Como contrapunto, los empresarios denunciaron públicamente el “estado de subversión” vivido en los pueblos, traducido en la falta absoluta de garantías no sólo para el trabajo, sino para “la libertad individual”, pero fueron más allá porque –lejos de constreñir su denuncia a la pérdida de sus facultades en los ingenios o por el estado de anarquía vivido en los pueblos– avanzaron para convertir a las huelgas en una amenaza mayor, un daño de envergadura social y nacional cifrado en el inminente desabastecimiento del azúcar y el crecimiento del desempleo. De esta forma, azuzaron miedos a los que ningún gobierno podía permanecer indiferente y así fue. En este contexto, las agencias estatales desplegaron diversas estrategias. Por un lado, procuraron encauzar la conflictividad por los canales formales de conciliación para evitar las huelgas y preservar los niveles de productividad. Pero ante la persistencia de la paralización de las actividades este llamado se conjugó con una sensible amenaza –la pérdida de apoyo del gobierno peronista– y una contundente medida –la declaración de ilegalidad de muchos paros y la intervención de los sindicatos. Pero cuando las huelgas ya no fueron iniciadas por los sindicatos de base, sino por la propia Federación obrera, el límite del Estado peronista se impuso a través de la ilegalidad de la medida de fuerza (declarada en octubre de 1949) y la intervención de la FOTIA. En esa coyuntura, Perón no dudó en usar la radio para denunciar públicamente a los “malos dirigentes”, pero sobre todo para precisar quiénes eran y de dónde venía la amenaza. La clara identificación de los enemigos externos e internos de la Argentina fue toda una operación política que identificaba miedos, advertía de inminentes peligros colectivos y posicionaba al gobierno para poder enfrentarlos.