INVESTIGADORES
MUSSO Carlos Guido
artículos
Título:
Symbols and their therapeutic role: Looking for scientific grounds
Autor/es:
MUSSO, CARLOS G.; ENZ, PAULA A.; WERBIN, EDGARDO
Revista:
ARCHIVOS ARGENTINOS DE PEDIATRIA
Editorial:
SOC ARGENTINA PEDIATRIA
Referencias:
Año: 2016 vol. 114 p. 403 - 404
ISSN:
0325-0075
Resumen:
La historia de la ciencia y tecnología nos enseña que frecuentemente saberes que gozaron de gran prestigio en la antigüedad, fueron luego desestimados y olvidados, para finalmente ser redescubiertos o rejerarquizados en épocas posteriores.1 En este sentido, mucho antes de la instalación de lo que fueron las formas embrionarias de la medicina moderna, tales como la teoría de los cuatro humores (siglos V A.C. - XV D.C.), la medicina iatromecánica y la medicina iatroquímica (siglos XVI-XVII), la asistencia de los enfermos se basó en lo que hoy conocemos como medicina primitivista, la cual se servía del pensamiento mágico y del impacto clínico de la eficacia simbólica.2 Según el antropólogo Levi-Strauss la eficacia simbólica es el fenómeno por el cual una persona, una narración o una imagen cobra, en un determinado momento, la categoría de símbolo, y a partir de entonces se constituye en el instrumento por el cual un acontecimiento en la vida de una persona adquiere un sentido mistérico, tras lo cual dicho elemento (símbolo) logra operar transformaciones en el ámbito de lo real.3,4 Sin embargo, para que la eficacia simbólica pueda concretarse el símbolo tiene que operar dentro de un sistema de referencia que lo sustente, es decir dentro de un colectivo que crea y tenga fe en él. Un ejemplo paradigmático en este sentido es el del médico chamán, en quien el enfermo deposita su esperanza en su supuesto mágico poder, fenómeno que éste refuerza ejerciendo una estética plagada de simbología y rituales, enmarcados en su atuendo, gestualidad, y en el ritmo iterativo con que ejecuta sus cánticos, danzas e instrumentos musicales.5 Sin ir más lejos, esto nos recuerda cuanto juega lo simbólico en la consulta médica moderna, como lo señalara Balint al acuñar el concepto de que la figura del médico es terapéutica per se.6 Por otro lado, debe recordarse que nuestro acceso al mundo (interior y exterior) se realiza en forma indirecta, es decir a través de representaciones, sean éstas símbolos (imágenes) signos (palabras), las cuales ordenan y dan coherencia a lo percibido en un proceso que disipa la real incertidumbre del mundo. Durante este proceso interpretativo, lo explicable (racional) logra ser representado por medio de las palabras (signos), mientras que lo inexplicable (irracional) adquiere interpretación (representación) a través de lo simbólico.7,8 Por eso Lluis Duch, quien ha trabajado en torno a la ?inevitabilidad de la simbolización en la existencia humana?, se refiere constantemente al ?trabajo del símbolo? y al hecho de que la construcción social de la realidad presupone necesariamente una elaboración simbólica.9 Cabe aclarar que la mencionada interpretación del mundo a través de representaciones no sólo tiene lugar en el plano mental, mediante el uso de palabras y símbolos, sino también en el plano celular, mediante el uso de signos químicos, tales como citokinas, hormonas, segundos mensajeros, etc., dando lugar a lo que se conoce como biosemiótica.10 Resulta entonces que símbolos, signos y mediadores son puentes que conectan el mundo exterior e interior con nuestra organicidad, y precisamente el símbolo por su carácter abarcador es quien podría ejercer la representación que conectase el lenguaje de la mente con el de las células. Poder descifrar como funciona esta semiótica interplanar sería el equivalente a haber descifrado la piedra Rosetta de los lenguajes corporales, y nos permitiría explicar, entre otras cosas, como es que el placebo, la confianza y la fe contribuyen a la sanación. Ahora bien, así como los fármacos no actúan mágicamente ni inventan funciones, sino que modulan (estimulan o inhiben) funciones normales del organismo, y si como antes mencionáramos los símbolos ejercen una resonancia concreta sobre las funciones corporales, sería entonces interesante investigar cuales son los circuitos neurológicos, endocrinos y/o inmunológicos a través de los cuales se ejerce dicha resonancia, a fin de poder llegar a utilizar su potencial terapéutico, tal como lo hacemos actualmente a través del empleo de fármacos. Cabe especular que un uso terapéutico de los símbolos, basado desde ya en fundamentos científicos, podría ser de utilidad como terapia adyuvante a la farmacológica y contribuir a la reducción de frecuentes complicaciones producto de la polifarmacia, la atopía, la toxicidad y otros efectos adversos. Si bien en esta línea de investigación resta mucho por aprender y descubrir, no se partiría de cero, pues además de la experiencia empírica milenaria que nos han legado las medicinas folklóricas de distintas épocas y latitudes, contamos con algunas evidencias científicas, entre las que se destacan: s !S?COMO LA NEUROBIOLOG¤A MODERNA HA comprobado que existen en los animales distintos patrones de formas y colores, conocidos como primitivos sensoriales, capaces de inducirlos a adoptar determinadas conductas; se postula que el ser humano podría también responder neuro-hormonal e inmunológicamente a ciertos estímulos sensoriales conocidos como primitivos simbólicos.11 s ?ESTUDIOS NEURO FISIOLGICOS HAN DETERMINADO que existe una estrecha vinculación entre los ciclos corporales, los centros nerviosos y las representaciones simbólicas. El desarrollo tecnológico es un ejemplo del camino que conduce del reflejo biológico al efecto cultural, mientras que la eficacia simbólica recorrería el camino inverso.12 Concluimos entonces que resulta fundamental el explorar científicamente las bases del funcionamiento de la eficacia simbólica, a fin de poder manipularla terapéuticamente.