INVESTIGADORES
CARMAN Maria
artículos
Título:
“Los barrios con candado en el jardín de Epicuro” (nueva versión).
Autor/es:
CARMAN, MARÍA
Revista:
Revista Periferia. Revista de Pós-Graduação em Educação, Cultura e Comunicação nas Periferias Urbanas
Editorial:
Universidade do Estado do Rio de Janeiro
Referencias:
Lugar: Rio de Janeiro; Año: 2010 vol. 1 p. 171 - 187
ISSN:
1984-9540
Resumen:
En este artículo interesa analizar el fenómeno de las urbanizaciones cerradas, teniendo en cuenta las transformaciones que implica desde el punto de vista de las dimensiones de lo público y lo privado. Por otra parte, mi intención consiste en formular cierta teoría implícita en el ejercicio de ofrecer a otros las bondades de los barrios cerrados, que encuentro afín a los postulados de Epicuro (341-270 A.C.). Pretendo realizar una lectura de este proceso de segregación espacial desde los postulados del filósofo griego respecto al dolor, el placer, la felicidad y la vida política. ¿No hay en el origen de estos barrios cerrados un temor, una oscuridad indecible, vinculada al poder sufrir una herida por alguien que a su vez sufre? ¿Y al hecho de saber que el sufrimiento del otro no es ajeno al propio bienestar? El emprendimiento comercial de los barrios privados retoma un malestar social respecto a la supuesta condición excesivamente pública de la vida en la ciudad, y proporciona una respuesta categórica: el mundo de la naturaleza y la seguridad –aunque esta dupla suene irónica– donde ya no hay qué temer, y donde uno puede protegerse de la mirada de los demás. Queda claro que Epicuro no buscaba combatir el statu quo ni transformar la sociedad. Los barrios privados, por su parte, no pretenden solucionar el “caos” de la ciudad, sino ofrecer un confortable refugio. Quizás no sea temerario suponer que ambas experiencias, de sesgo defensivo, constituyen una ética de limitación (García Gual et al. 1974: 83). Veremos de qué modo los sectores medios “abandonan” la ciudad –o lo que ella tiene de impredecible, de inmanejable– motivados no solo por el miedo. Cabría preguntarnos si esta renuencia a “habitar” el azar de lo público no conduce –por usar la perturbadora expresión de Méda (1995: 244)–,  a “…formas de alienación aun peores de las que conocemos”.