Ciencias Agrarias, de la Ingeniería y de Materiales

Luz verde a la inteligencia artificial

Investigadores sanjuaninos desarrollaron un semáforo inteligente que optimiza los tiempos de espera y hace que el tránsito vehicular sea más fluido.


Con el crecimiento de las poblaciones y las ciudades se vuelven cada vez más frecuentes las congestiones de tránsito. El aumento del flujo de transporte causa congestión, demoras, accidentes y tiene un fuerte impacto ambiental.

Según datos del Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2010, el conglomerado denominado Gran San Juan tiene más de 471 mil habitantes, lo que lo convierte en uno de los principales centros urbanos del país. Con el aumento demográfico también creció el parque automotor local y por ende son cada vez más frecuentes los embotellamientos. Para remediar esto, investigadores del Instituto de Automática (INAUT, CONICET-UNSJ) diseñaron un semáforo con sensores que regulan el tráfico vehicular en forma automática que ya funciona en el Municipio de Rivadavia en San Juan, en una intersección de cuatro arterias complejas.

En los horarios picos de ingreso al comercio en el Gran San Juan y cuando se regresa a la casa, hay congestión de este a oeste y viceversa. Algunas arterias quedan muy cargadas y en las otras prácticamente no hay vehículos. Con un semáforo común con una secuencia de luces fija, como la fila para cruzar es tan larga un automovilista para llegar al semáforo en verde tarda más de 2 minutos mientras que en las otras arterias no hay vehículos y aun así tiene que esperar.

“Colocamos sensores debajo de la calzada para medir el flujo vehicular entonces, en la arteria que está más cargada, el tiempo de verde se prolonga hasta inclusive 40 segundos y en aquellas donde no hay vehículos está cinco segundos y la luz verde pasa a la otra esquina. De esa manera se descongestiona de forma automática porque trabaja en tiempo real”, advierte Antonio Cunsulo, profesional principal del CONICET en el Instituto de Automática (INAUT, CONICET-UNSJ).

Por su parte Daniel Patiño, investigador del INAUT, aclara que desde el gobierno municipal les plantearon el problema y les preguntaron qué se podía hacer desde el automatismo. Estudiaron el problema y descubrieron que a nivel nacional e internacional los sistemas que hay son centralizados, es decir que hay una oficina en la que desde una unidad de control hay personas que comandan el tráfico. Eso es útil para una metrópolis muy grande pero son sistemas muy costosos. En este caso optaron por hacer algo independiente y autónomo, que se centralice de forma automática en esa esquina -cruce de las calles Sargento Cabral y Santa María de Oro del Municipio de Rivadavia-.

Primero hicieron la experiencia piloto en el Municipio de Rawson por tres años y después el Municipio de Rivadavia quiso adquirir una unidad. “Ya empiezan a observarse ciertos resultados, en ese semáforo en promedio el tiempo de espera no es de más de 20 segundos con lo cual los más beneficiados son los chóferes de colectivos y por supuesto la gente que viaja frecuentemente”, dice el ingeniero.

Los investigadores explican que el sistema del semáforo sanjuanino funciona cómo si tuviese un operador que indicara: ‘esta arteria está muy cargada entonces hay que prolongar el tiempo de luz verde’ o como si hubiera un policía dirigiendo el tránsito. Su propuesta fue reemplazar a la persona por sensores. Si estos detectan que el flujo vehicular es mayor en una arteria, entonces le da mayor tiempo de luz verde. Cuando se corta el flujo vehicular, inmediatamente el semáforo se pone en rojo.

“Si bajan los tiempos de espera, cambian los ánimos de las personas. Cuando uno sale del trabajo quiere llegar lo más rápido posible al hogar. Cuando hay sistemas ineficientes en los que hay que esperar y hacer cola para llegar a la luz verde, sabiendo que en las otras calles no hay vehículos, pone a la gente de mal humor. Con este sistema se evita y además hay un ahorro en el combustible. Un auto parado consume más combustible que uno andando y frenando y por lo tanto se reduce el impacto ambiental. La tecnología está, el conocimiento está, muchas veces lo que falta son las interfases de articular los sectores productivos con los laboratorios de investigación donde se generan conocimientos”, concluye Patiño.

Por Cecilia Leone.