CIENCIAS EXACTAS Y NATURALES

Los temblores de Mendoza

Conocer la actividad sísmica de diferentes regiones del país puede ayudar a elaborar planes de ordenamiento territorial y normas de construcción sismorresistentes.


Por José Francisco Mescua*

Cuando se piensa en países con alto peligro sísmico, se habla generalmente de aquellos que rodean el Océano Pacífico como por ejemplo Chile, Japón o parte de Estados Unidos, y generalmente no se incluye a Argentina. Sin embargo, el mapa de peligrosidad sísmica producido por el Instituto Nacional de Prevención Sísmica muestra que buena parte de nuestro país presenta un peligro sísmico elevado.

El sector centro-oeste (norte de la provincia de Mendoza y sur de San Juan), particularmente, se caracteriza por una peligrosidad muy elevada, lo cual es demostrado por la constante actividad sísmica de baja magnitud y los terremotos destructivos que han afectado la región a lo largo de su historia. Es cierto que por la ubicación de nuestro país con respecto a los límites entre placas tectónicas, los sismos de mayor magnitud (que ocurren en los contactos entre dos placas) afectan principalmente a Chile. Se sienten con fuerza en las provincias cordilleranas de nuestro país pero sin los grandes daños producidos en el país vecino.

Sin embargo, el frente oriental de la cordillera de los Andes presenta gran cantidad de fallas denominadas ‘de intraplaca’, es decir internas de la placa Sudamericana en la que se encuentra la Argentina. Son estas fallas locales las que presentan mayor riesgo para las poblaciones cercanas a la cordillera. Los eventos destructivos de los años 1861 (Mendoza), 1920 (Costa de Araujo, Mendoza), 1929 (San Rafael, Mendoza), 1944 (La Laja, San Juan), 1977 (Caucete, San Juan) y 1985 (Barrancas, Mendoza) son los principales terremotos locales que afectaron a poblaciones de Mendoza y San Juan, y atestiguan la importancia de la actividad sísmica de la región.

Teniendo en cuenta que los sismos seguirán ocurriendo en el futuro, pero no pueden predecirse, es decir que es imposible conocer cuándo, dónde y con qué magnitud se van a producir, la prevención es la mejor forma de mitigar los daños y facilitar la respuesta cuando se produzca un terremoto. Por esto es importante que las poblaciones ubicadas en zonas de peligro sísmico conozcan sobre el tema y sobre las medidas que pueden tomarse tanto a nivel individual como comunitario.

En este marco, un grupo de investigadores y becarios del CONICET publicamos en la Editorial de la Universidad Nacional de Cuyo (EDIUNC) el libro de divulgación ‘¡Está temblando! Origen, efectos y consecuencias de los sismos’. Buscamos poner al alcance del público general la información disponible actualmente sobre el origen de la actividad sísmica, porqué hay regiones con mayor peligro sísmico que otras, cómo funcionan las fallas, cómo se estudia la actividad pasada y cómo esto sirve para prepararse para el futuro. Nos enfocamos en la historia sísmica y en las fallas activas de la provincia de Mendoza, para integrar la información publicada hasta el momento en trabajos técnicos de manera que pueda llegar a los no especialistas.

Desarrollamos en el libro nuestra preocupación por las fallas ubicadas dentro del ámbito urbano del Gran Mendoza como la falla La Cal – Calle Perú, que produjo el terremoto de 1861, cuyo conocimiento es incompleto y que representan una importante amenaza para esta ciudad de más de un millón de habitantes. Asimismo, señalamos la presencia de fallas en regiones de posible expansión de la ciudad como el piedemonte, factor que podría tenerse en cuenta en el planeamiento de los usos de tierra evitando problemas futuros. Este último análisis puede aplicarse también a otros sectores de la provincia y del país, ya que el conocimiento sobre la actividad sísmica puede ser beneficioso para la sociedad sólo cuando es utilizado en planes de ordenamiento territorial y tenido en cuenta en las normas de construcción sismorresistentes.

Hoy en día esta normativa existe a nivel nacional: el reglamento de construcción sismorresistente especifica los requerimientos apropiados para las construcciones en las diferentes regiones del país, de acuerdo a la actividad sísmica histórica y al destino de la construcción. Sin embargo, en áreas urbanas atravesadas por fallas activas eso no es suficiente, ya que en las zonas de falla se producen fenómenos que aumentan considerablemente el daño producido por el sismo, incluyendo la deformación del terreno, que no es tenida en cuenta en los requerimientos de construcción.

En los Comentarios al Capítulo 2 del Reglamento INPRES-CIRSOC 103 esto está claramente especificado: “con el avance de los estudios de microzonificación y de fallamiento (…) podrán ponerse en vigencia factores de modificación por proximidad a fallas, expresados en mapas específicos, como sucede, por ejemplo, en Estados Unidos”.

Consideramos que corresponde al Estado impulsar los estudios sobre las fallas activas: en primer lugar por su responsabilidad de cuidar la seguridad de los habitantes, pero también considerando estos estudios como una inversión. En caso de un evento sísmico destructivo, es principalmente el estado quien provee los recursos para asistir a las víctimas y reconstruir la infraestructura dañada. El conocimiento sobre las fallas activas de la región y su aplicación al ordenamiento territorial conforman una importante herramienta para disminuir los daños, resultando en un menor costo de respuesta.

*José Francisco Mescua es investigador asistente del CONICET en el Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA, CONICET-Provincia de Mendoza-UNCu).
Obtuvo su licenciatura y doctorado en Ciencias Geológicas en la Universidad de Buenos Aires, y actualmente su línea de trabajo es en estructura y evolución de los Andes Centrales del Sur.

 

Autores de ‘¡Está temblando! Origen, efectos y consecuencias de los sismos’:
– José Francisco Mescua. Investigador asistente. IANIGLA.
– Stella Moreiras. Investigadora Independiente. IANIGLA.
– Silvana Spagnotto. UNSL.
– Rafael Toural Dapoza. Becario doctoral. IANIGLA.
– Laura Giambiagi. Investigadora independiente. IANIGLA.