10 de abril-Día del Investigador

Lorenzo Lamattina: “Mi caldo de cultivo como investigador fue la curiosidad, la pasión y asumir riesgos”

"Siempre fui de preguntar todos los porqué, e ir en contra de la corriente”, recuerda


Lorenzo Lamattina es investigador superior de CONICET, categoría máxima asignada por el organismo. Sus inicios como becario datan de 1981 cuando comenzó su carrera en el Doctorado en Ciencias, orientación Biología, en el Instituto de Investigaciones Biológicas (IIB, CONICET-UNMDP), recién creado y  lugar donde aún continúa su carrera.

Nacido en Lanús Este, Buenos Aires. Tiene 63 años y es padre de dos hijos ingenieros y una hija veterinaria. Se considera una persona curiosa e inquieta, deportista (fan del fútbol, el tenis y más recientemente, del  kayak). “En la escuela primaria me mandaron a Dirección porque tuve una discusión con la señorita porque yo aseguraba que Superman existía. Siempre fui de preguntar todos los porqué, e ir en contra de la corriente”, recuerda. Es un comprometido con todo lo que hace, un apasionado.

Sus estudios universitarios comenzaron con Ingeniería pero tenía ‘demasiado Matemática’ y no era lo que más le agradaba. Así que se mudó al mundo de la Agronomía en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora. Esta Universidad tenía la particularidad que permitía a sus alumnos estudiar y trabajar; “Yo necesitaba trabajar porque tenía que generar ingresos para ayudar en casa y para sustentarme”, comenta Lorenzo.

A los 25 años se radica en Mar del Plata y una prima le comenta la posibilidad de obtener una beca para realizar un doctorado en el IIB, desconociendo por completo el mundo científico y sus laberintos. “Como todas las cosas que uno hace, si las encara con decisión, actitud y mucho trabajo, difícilmente salgan mal. Ahí me dije a mi mismo: es una oportunidad y la voy a aprovechar”. Y fue así, con una beca de CIC-Buenos Aires comenzó su doctorado.

“Como en un caldo de cultivo, existen elementos básicos que uno necesita para que las cosas ocurran y prosperen. Para la investigación ‘Mi Caldo de Cultivo’ contuvo curiosidad, pasión y capacidad para asumir riesgos. En cualquier aspecto de la vida, hay que arriesgarse para ganar”, expresa.

Al cabo de cinco años de trabajo en el doctorado, se generó una serie de artículos sobre la degradación de proteínas en plantas que condujeron a la presentación de su tesis doctoral en 1987, convirtiéndose en la segunda tesis del flamante Doctorado en Ciencias de la UNMdP. Luego continuó sus pasos en el exterior, en Francia, para realizar un posdoctorado de cuatro años, acompañado de su familia: “Fue un paso difícil porque viajar con la familia implica sacrificios para los demás integrantes. Tenía muchas posibilidades de crecimiento afuera, en un ambiente ideal para la investigación científica, pero volvimos, por dos motivos, porque mi esposa quería regresar y porque el país había invertido mucho en mi formación y no era justo que yo no devuelva, al menos, una parte”.

Volver también significó un desafío profesional y personal: “cuando estaba realizando mi posdoctorado en Francia, tuve la suerte de descubrir algo muy importante: la edición del ARN mitocondrial en plantas. Por cuestiones propias del laboratorio en el que trabajaba, le adjudicaron el protagonismo del hallazgo a otro becario, y eso fue un golpe duro para mí porque había trabajado mucho. Mi desafío personal fue entonces volver a la Argentina y demostrar que no necesitaba del laboratorio del primer mundo para lograr  un hallazgo tan importante como ese”. Y lo hizo.

El desafío se convirtió en el trabajo duro de todos los días: despertar a las 5 a.m. para leer y estudiar los artículos publicados y relacionados con el tema de investigación, y comenzar a las 8 en el laboratorio con jornadas de 10 a 12 horas. Hasta que llegó un nuevo descubrimiento que se convertiría en un momento bisagra en la carrera de Lorenzo: en 1996 comenzó a trabajar con el óxido nítrico (NO) en plantas.

“Había mucho trabajo realizado con el NO en animales. En 1998 le dieron el Nobel a tres investigadores norteamericanos por sus hallazgos en animales y yo estaba con las plantas y veía que era algo que podía ser un boom, y lo fue”, comenta. Y agrega: “Lo que nosotros hicimos y patentamos es la utilización del NO como molécula anti estrés en plantas. Hay dos formas para lograr ese efecto: una aplicación exógena de NO, o la generación endógena por parte de la planta. Y en eso estamos trabajando hace 20 años, alcanzando enormes progresos y avances en el tema”.

El NO es una molécula pequeña y es parte del metabolismo de nitrógeno de las plantas; es un radical libre y una molécula altamente reactiva, es decir que reacciona con proteínas, lípidos, ácidos nucleicos. “Esto hace que sea una molécula reguladora y un segundo mensajero en la célula. Nosotros descubrimos que participa en el crecimiento y desarrollo de las plantas y es, además, una molécula anti estrés.  Es decir que cuando la planta está atravesando una situación como falta de agua, mucha o poca luz, falta de algunos nutrientes esenciales en el suelo, etc., el nivel de NO aumenta para sostener un equilibro y que las células sobrevivan a esa situación adversa”, explica Lamattina.

Estos avances podrían permitir en el futuro generar plantas con aptitudes superiores, y resultar en un mejor rendimiento de los cultivos de cosecha que podrían soportar situaciones ambientales desfavorables asociadas al cambio climático y sus consecuencias.

En los últimos años, Lorenzo se ha asociado con el grupo que dirige el Dr. Eguaras en la FCEyN de la UNMdP y ha abierto una nueva línea de investigación sobre el NO y el ácido abscísico (ABA) en el mundo de las abejas. “Me estoy preparando para esta última etapa laboral y eso para mí significa lograr que el Laboratorio cuente con investigadores curiosos y apasionados que estén preparados para desarrollar líneas de investigación dinámicas, y alertas para abrir nuevas ramificaciones”.

Tratando de describir las características necesarias para ser un investigador/a, afirma que “La pasión es necesaria en todo, está al mismo nivel de la curiosidad. Tenés que tener la cabeza todo el tiempo funcionando. Yo salgo a caminar una hora todos los días por indicación de mi cardiólogo; soy muy disciplinado, voy con los auriculares escuchando música, pero ‘mi cabeza’ está pensando en las plantas,  las abejas, y en cada detalle de eso que nos pasa y llamamos VIDA”.

Y agrega: “Algunas de mis debilidades terminan siendo, al mismo tiempo, mis fortalezas. Soy muy obsesivo y racional. Entonces cuando pienso algo, no paro hasta solucionarlo y transformarlo en algo positivo. Cuando tuve un infarto en el año 2006, el cardiólogo me dijo que tengo una personalidad con los peores tres rasgos para la salud del corazón, las famosas ‘Tres A’: Autoexigente, Ambicioso y Ansioso. Esas características, peligrosas para el corazón, son al mismo tiempo las que templan el espíritu para comprometerse y lidiar con lo que la vida nos coloca por delante”.

“La vida me puso casi por casualidad en el mundo de la investigación, y finalmente encontré allí mi vocación. En general, vivimos quejándonos y muchas veces tenemos razones para hacerlo: el box donde yo trabajo todos los días mide 6 m2; se llueve y en invierno entra viento y frio. En el verano, las paredes de vidrio concentran el calor en el interior…. Sin embargo,  al final de todo, organicé mi vida alrededor de eso. Por lo tanto, soy un agradecido por lo que he recibido y logrado, y conforme con todo lo vivido”, reflexiona convencido.