CIENCIAS AGRARIAS, INGENIERÍA Y DE MATERIALES

La restauración ecológica: una realidad compleja abordable integralmente y a largo plazo

A partir de cuatro principios básicos un grupo multidisciplinario propone una metodología integrada para recuperar ecosistemas degradados.


¿Puede un ambiente natural modificado por la acción directa o indirecta del hombre volver a su estado original? Tal vez la primera impresión sea que se trata de una tarea extremadamente difícil: se sabe que la degradación de los ecosistemas afecta tanto la biodiversidad como los servicios ecosistémicos que influyen sobre el bienestar humano. Como respuesta, las investigaciones científicas resaltan las múltiples dimensiones que influyen en el éxito de las intervenciones que buscan recuperar estos ecosistemas y sus beneficios. No obstante, en la mayoría de los proyectos de restauración dichos factores suelen ser considerados por separado, por lo que es necesario generar una metodología integrada.

Un trabajo presentado en la revista Science y realizado por un grupo de investigadores de Estados Unidos, Argentina, Canadá y Australia, muestra que hay cuatro principios básicos a tener en cuenta en la restauración ecológica para asegurar los resultados deseados, de acuerdo con el contexto ambiental y social:

1 – Un proyecto de restauración integral comienza con el aumento de la integridad ecológica del sistema, iniciando o acelerando la recuperación de los componentes biológicos del área degradada, como especies o procesos ecosistémicos.

2 – La restauración debe generar un hábitat o ecosistema sustentable en el largo plazo, y capaz de adaptarse a perturbaciones futuras sin la intervención del hombre.

3 – La planificación debe basarse en los antecedentes históricos del lugar como fuente de referencia para decisiones futuras, aunque a escala global muchos casos no cuentan con información previa por tratarse de ecosistemas modificados en un pasado lejano.

4 – Por ello, es necesario tener en cuenta la dimensión social actual, y se debe incluir a todos los actores sociales, además de científicos y gestores, en la toma de decisiones sobre la distribución de los beneficios de la restauración.

 

“Una de las motivaciones que nos llevó a encarar este trabajo fue clarificar qué significa realmente hacer restauración ecológica, y distinguirlo de la remediación o la ingeniería ambiental, ya que el concepto ha llegado a estar muy de moda, y en algunos casos su aplicación podría ser más bien un intento de lavado verde,” sostiene Christopher Anderson, investigador adjunto del CONICET en el Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC-CONICET) y co-autor del artículo. “Nuestra intención fue establecer una pauta integral de los criterios que un científico puede usar en el diseño de su investigación, o que un gestor puede aplicar en el desarrollo de un proyecto aplicado para asegurar un resultado efectivo”, agrega.

Los cuatro principios cuentan con fundamentos que se relacionan investigaciones llevadas a cabo en la Patagonia Austral, particularmente el estudio de la recuperación de áreas degradadas por acción del castor, especie introducida en Tierra del Fuego hace casi 70 años. Esta especie, un verdadero ingeniero de ecosistemas, ha degradado cerca del 40 por ciento de los cursos de agua. En 2008 Argentina firmó un convenio con Chile para promover, entre otras cosas, la restauración de estos ecosistemas a su estado natural a través de la erradicación del castor, lo cual llevó a un grupo de investigadores a preguntarse cómo podrían lograrlo.

La respuesta, como indican los principios enumerados, es compleja y no sólo pasa por el gran desafío que significa la erradicación de esta especie sino que también implica el análisis de factores humanos y naturales. Es así que en el Laboratorio de Recursos Agroforestales del CADIC están estudiando los impactos en diferentes ecosistemas ribereños y la factibilidad de restauración de dichos ambientes con plantaciones de especies nativas.

Por otra parte, a partir del convenio binacional, se están realizando estudios para entender la dimensión humana del problema del castor y la potencial restauración del bosque en Tierra del Fuego. Mediante estos estudios se sabe que en general científicos y gestores perciben la amenaza de las especies invasoras, como el castor, como un problema prioritario, mientras la sociedad en general no lo categoriza así.

“Diseñamos un nuevo proyecto en colaboración con la National Science Foundation de Estados Unidos con el objetivo de echar luz sobre este aspecto social desde la perspectiva de los productores agropecuarios, como actores clave y decisores sobre el manejo del ambiente en gran parte de la isla de Tierra del Fuego”, afirma Anderson.

Los resultados indican que los productores están de acuerdo con la erradicación del castor y la restauración del bosque, pero no logran organizarse, lo cual indica la necesidad de diseñar programas e incentivos para facilitar la acción colectiva. Anderson cree que “es una propuesta novedosa para la conservación, pues no sólo se concentra en el objetivo biológico sino también en los actores sociales relacionados y poder alcanzar así el objetivo del cuarto principio básico de la restauración integral de ecosistemas y su vínculo con la sociedad”.

 

Relación entre las escalas local y global

El aumento en el interés de la restauración ecológica no ocurre sólo en la región Patagónica. En numerosos acuerdos internacionales también aparece este concepto como una política de estado para mejorar el manejo ambiental. En este contexto, se destaca la última Cumbre de Cambio Climático de las Naciones Unidas en 2014, donde los países participantes aprobaron la “Declaración de Bosques de Nueva York” y acordaron promover la restauración de un total de 350 millones de hectáreas como un modo de contribuir a evitar el calentamiento global.

Algunos países, como Guatemala, Colombia, Congo, Uganda y Etiopia, se comprometieron restaurar más de 1 millón de hectáreas cada uno. Sin embargo, para que este compromiso se efectivice en acciones concretas requiere de criterios que todos los países debieran compartir. La propuesta de los cuatro principios básicos enumerados anteriormente representan sólo un paso hacia la reconciliación de los objetivos globales, y su posterior puesta en marcha para proyectos a pequeña y mediana escala, que efectivamente recuperen los servicios ecosistémicos que aportarán beneficios tanto a las comunidades involucradas en forma directa como al resto del planeta.

 

Para acceder a la investigación original visite el siguiente enlace.

Por María Laura Borla CADIC-CONICET.

Sobre investigación:
– Katharine Suding. University of Colorado Boulder. Estados Unidos.
– Eric Higgs. University of Victoria. Canadá.
– Margaret Palmer. University of Maryland. Estados Unidos.
– J. Baird Callicott. University of North Texas. Estados Unidos.
– Christopher B. Anderson. Investigador adjunto. CADIC-CONICET.
– Matthew Baker. University of Maryland Baltimore County. Estados Unidos.
– John J. Gutrich. Southern Oregon University. Estados Unidos.
– Kelly L. Hondula. University of Maryland. Estados Unidos.
– Matthew C. LaFevor. University of Maryland. Estados Unidos.
– Brendon M. H. Larson. University of Waterloo. Canadá.
– Alan Randall. Ohio State University. Estados Unidos. Y University of Sydney, Australia.
– J. B. Ruhl. Vanderbilt University Law School. Estados Unidos.
– Katrina Z. S. Schwartz. Woodrow Wilson International Center for Scholars. Estados Unidos.