II JORNADAS DE PERIODISMO CIENTÍFICO
“La obsesión por ser didáctico puede conspirar contra una comunicación efectiva”
Lo dijo la periodista Susana Gallardo, en el último de los encuentros en Tecnópolis, en el que compartió panel junto al biólogo del Consejo Luis Cappozzo.
En el último encuentro de las Segundas Jornadas de Periodismo Científico realizadas en el espacio “Diálogos y Cine” que el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) organiza en Tecnópolis, el biólogo investigador del Consejo Dr. Luis Cappozzo se encontró con la periodista científica y directora de la Carrera de Posgrado en Comunicación Pública de la Ciencia, y la Tecnología, Susana Gallardo. Juntos debatieron en torno al léxico utilizado para divulgar investigaciones en los medios masivos.
El cruce entre ambos especialistas estuvo signado por su complementariedad: mientras Cappozzo, a partir de su tarea en la ciencia, se inmiscuyó en el mundo literario – escribiendo él mismo guiones de televisión, libros de divulgación científica y materiales aún inéditos de ficción y hasta asesorando a autores argentinos en materia científica como Samantha Schweblin, Paola Kaufmann (Premio Planeta 2005), Victoria Bayona o Inés Garland-, Gallardo se doctoró en Letras y luego, se especializó en ciencia.
“Lo que determinó mis inicios en el periodismo científico fue el azar –comentó Gallardo-. No tuve profesores de ciencia que me hayan entusiasmado. Estudié letras, trabajaba en escuelas secundarias pero buscaba otra cosa, y de pronto surgió la posibilidad de hacer un programa de divulgación científica en la Fundación Campomar. Me fui metiendo en el tema de ciencia y me di cuenta que me interesaba. Diría que lo que me motivó fue la curiosidad”.
Cappozzo, por su parte, marcó los inicios en la investigación científica a sus seis años, cuando visitó el Museo de Ciencias Naturales de La Plata de la mano de su padre. “Esa visita me marcó para siempre. Salí sabiendo que quería ser biólogo y trabajar en un museo. Pero además, siempre me interesó el arte, y siempre lo necesité para compensar la exigencia de la ciencia”, dijo. Y remarcó: “Siento que comunicar lo que hago en ciencia es una obligación, y si me sale más o menos bien a través del teatro, de las letras, de la televisión, en el formato que sea, disfruto mucho hacerlo. Es una retribución a la sociedad que me financió mi carrera en el Estado”.
Con respecto al léxico que se utiliza en las notas de periodismo científico, Gallardo indicó que “es algo que la lingüística viene estudiando desde los años ´80: las distintas reformulaciones que el periodismo hace sobre conceptualizaciones científicas, como son las paráfrasis, analogías y metáforas”. Sobre estas últimas, señaló: “Tradicionalmente se cree que en la ciencia no hay metáforas y no es así: hay muchas, con una capacidad explicativa enorme. Las metáforas son instrumentos de pensamiento para conceptualizar la realidad. Permiten suscitar imágenes, hacer nexo entre términos abstractos de la ciencia y objetos de la realidad de la vida cotidiana”.
Y continuó: “Las metáforas vinculan lo nuevo con lo que ya se conoce, aunque a veces también generan ciertas discusiones y negociaciones con el científico. Muchas veces no están de acuerdo con su empleo si pueden generar una mala interpretación de un concepto determinado”. Cappozzo, por su parte, cuestionó la metáfora utilizada en los medios masivos para denominar al Gran Colisionador de Hadrones, popularmente llamado la “La máquina de Dios”, por entender que “va en contra de la ciencia en sí misma, porque la religión no requiere de ninguna de las herramientas que usa la ciencia para construir lo que cuenta. El Gran Colisionador no es otra cosa que un acelerador de partículas, es la máquina del hombre en todo caso”.
En otro tramo de la charla, con respecto a su veta divulgadora, Cappozzo reparó en que “en mi caso particular fue todo un aprendizaje adquirir seguridad para emplear metáforas para simplificar un concepto. Yo, como lector imaginario, tenía a uno que me torturaba: el del exceso de rigurosidad científica. En mi incursión en las letras mis propios colegas científicos eran los fantasmas con los que me enfrentaba: no podía abandonar el rigor científico en lo que quería transmitir por miedo a que me criticaran. Hasta que me di cuenta que ese no era mi público. Cuando me relajé pude mejorar la forma de escritura, porque dejé de pensar en la opinión de otros académicos”.
En tal sentido, citó su experiencia con los guionistas de la seria Área 23, miniserie emitida por TECtv en 2013, la cual protagonizó junto a Carolina Peleritti, en la que además participó como asesor científico en el guión. “Yo les ponía todas las referencias a los papers en nota al pie, como para que tuvieran una idea, hasta que un día me enteré que jamás habían abierto esos archivos. Ese rigor con que yo trabajaba no era necesario a los fines de la serie”.
De esta manera, concluyó la segunda edición de las Jornadas de Periodismo Científico en Tecnópolis, que recibieron una declaración de beneplácito por el Senado de la Nación en octubre de 2015, luego de que se realizara su primera edición.
Secretos para una comunicación efectiva de la ciencia
En un tramo de la charla, valiéndose de un powerpoint alusivo, Gallardo se dedicó a analizar otras cuestiones –además del dilema de los términos técnicos- que a veces conspiran contra una comunicación efectiva de la ciencia.
Habló de “términos imprecisos”, “falsos amigos” –cuando las lenguas son parecidas y las palabras también pero tienen significados diferentes-, o los llamados “semitérminos”. “El comunicador cuando tiene que reformular el discurso científico, la parte de los aspectos técnicos, pero también hacer muchas otras cosas. No solo focaliza en términos y los cambia sino que fundamentalmente pone en contexto la información nueva y hace mucho tipo de cambios”.
Y continuó: “Nosotros los periodistas científicos tenemos señales de alerta, cuando hay una palabra que no entendemos lo tenemos que preguntar al científico y contextualizar. No se nos tienen que pasar de largo, cosa que muchas veces lamentablemente ocurre”.
Gallardo mostró ejemplos en artículos de divulgación y remarcó otro rasgo del discurso científico, “los objetos abstractos: convertir los verbos en sujeto de las oraciones, lo que termina dándole al texto un grado de abstracción muy grande”. Citó, como ejemplo, una investigación sobre “morfodinámica del Delta”. “Es una noticia que dice que el Delta crece, se detiene, se destruye, el delta es el protagonista de acciones, pero en cambio, en el discurso periodístico, la construcción de las oraciones tiene que ser distinto, utilizar operaciones más más discursivas”.
Asimismo, dijo que “otro rasgo que tienen sobre todos los científicos que se dedican a la divulgación es esa obsesión por la exhaustividad. Por querer dar mucha información y comenzar los textos con definiciones de los conceptos –en una perspectiva más didáctica o pedagógica- en vez de introducir el tema. A modo de conclusión: si bien la cuestión del léxico es un aspecto importante de la comunicación de la ciencia, hay otros problemas, como el exceso de información, la preocupación excesiva por el rigor científico, que lleva al exceso de definiciones y de exhaustividad. A veces hay una confusión entre el propósito comunicativo y la percepción que tiene de la audiencia, y hay una confusión entre lo que es la función informativa y la función didáctica. Esa obsesión por ser didáctico y explicativo lleva a estas cuestiones que analizamos”, concluyó.