HUMANIDADES Y CIENCIAS SOCIALES

La obra de Mujica Lainez es desandada por un investigador que reivindica su lugar en la literatura argentina

En su libro “Aventuras y desventuras de un escritor”, el doctor en Letras Diego Niemetz desarma la crítica negativa asociada al autor de Bomarzo.


Escribir bien no es el único requisito para ser un escritor consagrado. Los grandes íconos de la historia de la literatura argentina como Jorge Luis Borges y Julio Cortázar tuvieron una estrella adicional, además de sus dotes como narradores: gozaron de la bendición de los críticos literarios de la época. No fue el caso de Manuel Mujica Lainez, que si bien ganó el Premio John F. Kennedy por su novela Bomarzo en conjunto con Rayuela, de Cortázar, fue habitualmente desatendido por la crítica académica. El por qué del rol asignado a su obra por el campo crítico, fue el interrogante que guió un exhaustivo trabajo del doctor en Letras del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Diego Niemetz, que se refleja en su libro Aventuras y desventuras de un escritor publicado por la Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo (EDIFYL) en 2016.

Quizá porque pertenecía a la oligarquía, por sus polémicas ideas políticas de derecha, por su homosexualidad o por algún otro designio misterioso, lo cierto es que la literatura de Mujica Lainez se ensombreció con aquella faja invisible que la encasilló para siempre como una obra anacrónica y superficial. Inquieto ante ese juicio a su entender erróneo, Niemetz se encargó de releer la obra del autor -además de Bomarzo, su novela más conocida, analizó Don Galaz de Buenos Aires, La casa, El laberinto, El unicornio, la colección de relatos Aquí vivieron, entre otras- y luego contrastó con la crítica que lo erigió en ese estandarte de la decadencia dentro del campo literario, dedicando sus esfuerzos en deconstruir aquella mirada hegemónica creada alrededor de su obra y de su figura.

“Me interesaba saber por qué a Mujica Lainez siempre se lo consideró como un escritor decadente, totalmente fuera de época, como un dandy y un heredero del siglo XIX cuando, en realidad, su vida cruzó casi todo el XX –dice Niemetz-. Mujica Lainez tenía facilidad para escribir y publicó una obra muy vasta, compuesta por numerosas novelas y cuentos, que además fue una obra muy sensible a lo que estaba sucediendo en el campo literario. Lo que hice, entonces, fue ver qué elementos destacó la crítica de sus contemporáneos y revisar si esas características que estaban en su obra no podían leerse desde otro ángulo”.

La primera y más obvia conclusión a la que arribó el especialista fue que de lo que se ocupó mayoritariamente la crítica fue de la representación social del escritor –sus vínculos con la clase alta, sus posiciones políticas de derecha conservadora, su condición de homosexual- y no de su obra. Mujica Lainez, según Niemetz, fue hostigado con la acusación de ser un escritor superficial, aunque su literatura tenía una complejidad mucho mayor que la que identificó el campo crítico. Al diseccionar su obra, el investigador halló en su escritura elementos que lo emparentaban con la nueva novela histórica, el realismo mágico y textos que podían encuadrarse en la autoficción que, lejos de las clasificaciones habituales, aportaron pistas sobre su constante búsqueda por innovar técnicamente y por introducir temáticas socialmente incómodas para la época.

“Mujica Lainez tuvo un interés por el pasado, la fundación, el mestizaje, la conquista, pero rescató también todas esas tradiciones que conforman el sustrato del realismo mágico. Eso lo acerca a figuras como Alejo Carpentier, que fue muy reconocido en su país y en el mundo y a nivel estético no tiene tanta diferencia con Mujica Lainez: ambos tienen un estilo muy barroco y tratan temáticas similares”, señala Niemetz.

El investigador también comparó el juicio sobre la obra de Mujica Lainez con la visión que tuvo la crítica de Cortázar, considerado como el escritor experimental por excelencia y representante argentino del llamado “boom latinoamericano”. “Rayuela y Bomarzo se publicaron el mismo año y las dos novelas fueron muy sorprendentes para la época, pero mientras Rayuela fue destacada por su impronta novedosa, a Bomarzo se le criticó que hablara del Renacimiento italiano, la descronologización de la trama, los elementos disruptivos del narrador, el carácter autoficcional. Todos esos elementos, en realidad, fueron muy adelantados para la época”.

Para Niemetz, la ecuación entre Cortázar y Mujica Lainez se terminó invirtiendo con el tiempo: “A Rayuela se la leyó, especialmente, a partir de los recursos que Cortázar introdujo, como el tablero de lectura. Esos elementos se popularizaron tanto con el correr de los años que, internet mediante, dejaron de ser novedosos; no sucede lo mismo con Bomarzo que, a nivel temático, también se ocupa de insistir en el sentido angustiante de la existencia, el problema del estatus, del poder, del dinero, de las pasiones, de la muerte, de todo lo humano, en general. La innovación que introduce en su narrador es más sutil que el tablero de Rayuela, pero no deja de ser una jugada arriesgada. Yo creo que lo que perjudicó a Mujica Lainez fue que su obra estuvo disfrazada de antigüedad: esa era una idea que a él le complacía y que, incluso, alimentaba”.

En las páginas de Aventuras y desventuras de un escritor, Niemetz va contra el sentido común y desgrana, con una sólida argumentación, cómo en realidad Mujica Lainez fue un escritor posmoderno y muestra cómo las críticas de la época insistieron en disminuir su brillo literario y desconocer sus méritos estéticos. Da ejemplos de cómo Mujica Lainez no era anacrónico sino, por el contrario, un innovador en cuanto a técnicas y temas narrativos, y señala la influencia del autor en las generaciones posteriores: en escritores como Copi, Laiseca, Cesar Aira, Rodrigo Fresán y hasta en Martín Caparrós. “Su escritura –asegura- es un vórtice que reinterpreta el arte del pasado y lo proyecta hacia el futuro”.

Niemetz llegó a la obra de Mujica Lainez siguiendo la pista de los escritores argentinos que tomaron notoriedad internacional desde los márgenes. Su indagación comenzó por Antonio Di Benedetto, escritor argentino autor de Zama, la novela que llegó a pantalla grande el año pasado de la mano de la cineasta Lucrecia Martel. “Di Benedeto fue poco reconocido hasta la década pasada y siempre desde una mirada que, considerando eso una injusticia, terminó por convertirlo en uno de los escritores más admirados por el campo académico”, dice. Así fue como Niemetz se interesó por las dinámicas de legitimación del campo literario, que luego también estudió en la obra de otros autores contemporáneos.

Ahora, el investigador está dedicado a indagar los rastros de estereotipos antisemitas en tres autores argentinos: Borges, Marechal y Mujica Lainez. “Mi hipótesis de trabajo es que los estereotipos están instalados a nivel social y que los escritores pueden recurrir a ellos incluso sin tener mucha conciencia de eso. Esos estereotipos se manifiestan, por ejemplo, a la hora de representar físicamente o moralmente a un personaje: si es judío, siempre tiene la nariz con forma de gancho o siempre reza, o tiene una avidez insaciable por el dinero. No se trata de determinar si un escritor es o no antisemita, sino, por el contrario, hasta qué punto este ideario permea sus obras de manera automática. Me interesan esos mecanismos sutiles que vuelven el tema más peligroso aún. Porque son ideas que se convierten en verdades desde el sentido común -concluye-, se reifican y dejan de ser cuestionadas”.

 

Por Cintia Kemelmajer