#NiUnaMenos

La economía, una cuestión de género

A un año de las masivas marchas en las calles que al grito de ‘basta de feminicidios’ visibilizaron el tema, una investigadora del CONICET reflexiona sobre las desigualdades de género en la economía.


Tras el feminicidio de Chiara Páez, una adolescente embarazada en Rufino, Santa Fe, cuyo cuerpo fue hallado el domingo 10 de mayo de 2015, un grupo de periodistas, activistas y artistas inició una campaña colectiva contra la violencia machista para alertar a la sociedad sobre el hecho de que en Argentina cada 30 horas asesinan a una mujer sólo por ser mujer. Así, el 3 de junio de ese mismo año la Plaza del Congreso, en Buenos Aires, y otras cientos de plazas de todo el país se colmaron de voces que reclamaban que no haya ni una mujer menos.

Hoy, un año después de la masiva manifestación y con el mismo objetivo de colmar las calles, se vuelve a convocar a la sociedad a que reflexione sobre la cultura patriarcal que ejerce violencia contra las mujeres de maneras diferentes, no solo físicamente. Las desigualdades entre hombres y mujeres son muchas y un campo en el que se manifiestan es en la economía. Corina Rodríguez Enríquez, investigadora adjunta del CONICET en el Centro Interdisciplinario para el Estudio de Políticas Públicas (CIEPP) explica las perspectivas de este problema.

 

¿Qué es la economía feminista?

Es una corriente de pensamiento dentro de la economía que se fue consolidando en las últimas tres décadas. Hay un hito fundacional que es la creación en el año 1991 de la Asociación Internacional de Economía Feminista que apuntaba a reconocer que había economistas preocupadas y preocupados por la desigualdad económica de género. Desde distintas miradas y ubicaciones venían pensando y trabajando este tema y crearon la Asociación. La corriente de pensamiento que es heterodoxa y marginal dentro de la economía, centra su trabajo en la preocupación por la desigualdad y en el convencimiento de que las relaciones de género atraviesan las relaciones económicas y que buena parte de la desigualdad socioeconómica se interrelaciona con las desigualdades de género.

 

¿Qué objetivos persigue la economía feminista?

Lo que busca hacer es desafiar el pensamiento convencional en economía. Exponer el límite de las corrientes ortodoxas para dar cuenta de dimensiones de desigualdad y cómo al desconocerlas, sus análisis y conceptualizaciones resultan insuficientes. La economía feminista hace contribuciones al campo de la economía en distintos niveles.

 

¿Cómo se manifiestan las desigualdades de género en la economía?

Se expresan en todos los ámbitos. A nivel micro, en lo qué pasa al interior de los hogares: los procesos de toma de decisión, la distribución de los recursos y la decisión de quién hace qué trabajo a cambio de qué remuneración. En el nivel meso las desigualdades se manifiestan en todos los niveles institucionales, como en el mercado laboral, en los sistemas de protección social y en las dinámicas de los mercados. Finalmente, a nivel macroeconómico, la economía feminista demuestra que las políticas económicas al operar en un campo atravesado por las relaciones de género impactan de manera diferencial en varones y mujeres.

 

¿De qué manera?

Si las políticas económicas se conciben o implementan sin tener en consideración las cuestiones de género, pueden profundizar las desigualdades pero si uno visibiliza estas dimensiones las políticas pueden ayudar a revertir las desigualdades. Esa es la contribución que la economía feminista busca hacer. Esta corriente no nace de la nada espontáneamente, sino que se apoya en el recorrido histórico de los feminismos y lo que hace es retomar varios de los debates que han tenido históricamente y traerlos al campo del análisis económico y de la producción científica en economía. Al hacer esto, generan nuevas conceptualizaciones y categorías de análisis útiles a la economía y al feminismo.

 

¿Consideras que la convocatoria del ‘Ni una menos’ tuvo algún impacto en la economía feminista?

Yo creo que sí, la lucha del movimiento feminista ha conseguido avances. Sin duda nuestra vida es diferente en un sentido positivo a la de nuestras abuelas. Ahora hay un contexto más favorable para que muchas manifestaciones de la desigualdad se reconozcan, se visibilicen, se tengan en cuenta y se quieran transformar. Las transformaciones son constantes pero lentas y hay problemáticas que han conseguido un mayor reconocimiento e incluso respuesta desde las propias políticas públicas que otras. Un rasgo muy positivo de las movilizaciones como la del ‘Ni una menos’ es que se expandió mucho más allá de las fronteras de las organizaciones feministas y eso es justamente lo que hay que conseguir: que las demandas que construye el feminismo por la igualdad sean apropiadas socialmente. Muchos de los cuestionamientos del feminismo los hace a raíces culturales muy arraigadas, creo que el esfuerzo para instalar esos temas como demanda social primero y después como demanda a las instituciones públicas es un trabajo arduo y persistente que requiere que renovemos constantemente nuestra energía y formas de organización.

 

¿Las desigualdades económicas se presentan en todo el mundo?

Las relaciones de género son relaciones de subordinación que generan y reproducen desigualdad y eso es así en todo el mundo y en todos los sistemas sociales y culturas, con mucha diversidad en su forma de manifestación e intensidad. Hay dimensiones que adquieren una relevancia mayor en ciertos contextos regionales históricos como Argentina y en América Latina donde se da una interrelación muy fuerte entre las desigualdades de género y las socioeconómicas.

 

¿Cuáles son esas dimensiones?

Una son los mercados laborales que tienen un elevado nivel de informalidad. Las mujeres estamos sobrerepresentadas en ese aspecto, lo que deviene entre otras cosas, de otra característica que se da en países como los nuestros, que es el modo en que se configura la organización social del cuidado. La evidencia demuestra que en la región, la mayor parte de estas responsabilidades se resuelve en el ámbito de los hogares a través del trabajo no remunerado que por la división sexual del trabajo cae en las espaladas de las mujeres. Esta injusticia reproduce las desigualdades porque genera a las mujeres muchos mayores obstáculos para tener una participación laboral plena, lo que les restringe el acceso a recursos económicos y por ende les dificulta llegar a la autonomía económica.

 

¿Cuáles son las propuestas de la economía feminista para revertir las desigualdades?

La economía feminista hace un planteo que podemos pensar como una utopía, algo inalcanzable pero que es el faro que nos permite caminar en un sentido diferente. La gran aspiración es correr del centro de la economía lo que hoy está en ese lugar, que son los mercados y ubicar la sostenibilidad de la vida de las personas y del planeta. Criticamos la forma de organización económico-social del capitalismo porque la consideramos incompatible con la sostenibilidad de la vida y en ese sentido, aspiramos a una transformación de las formas de consumo, de producción y de la organización del trabajo con una revaloración del trabajo de sostenibilidad de la vida que es imprescindible y hoy mayormente no tiene reconocimiento ni remuneración. Si no existiera ese trabajo, el sistema capitalista como funciona no podría hacerlo porque no habría fuerza de trabajo disponible todos los días para ser contratada por el capital y generar valor. Muchas veces nos preguntan ‘concretamente, ¿cómo se hace eso?’ y no tenemos una respuesta ni creemos que haya una única respuesta. Las respuestas se construyen colectivamente y no estaría bien que la economía feminista proponga lo que hay que hacer sino que la sociedad lo tiene que decidir en función de sus prioridades.

Corina Rodríguez Enríquez es Licenciada en Economía por la Universidad de Buenos Aires (UBA) y Doctora en Ciencias Sociales por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) e investigadora adjunta del CONICET en el Centro Interdisciplinario para el Estudio de Políticas Públicas (CIEPP).

Por Cecilia Leone.