DETRÁS DE ESCENA DE LA CIENCIA
Juan Pablo Scarpa: cuando la fe (en la ciencia) mueve montañas
Se desempeña como personal de apoyo en el Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Cs. Ambientales de Mendoza. Allí cumple una función atípica: es guía de alta montaña.
La frase que dice que “si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma” podría ser el lema perfecto para la historia de Juan Pablo Scarpa. Él era de esos jóvenes que fantaseaba con mudarse de la ciudad a la tranquilidad de la naturaleza, pero no se animaba a dar el salto. Nacido en Palomar, en la provincia de Buenos Aires, estudió la Tecnicatura en Turismo y trabajó varios años como guía de grupos de turismo y escolares, hasta que la vorágine de la gran ciudad, dice él, lo terminó expulsando. “El ritmo y la locura –dice Juan Pablo- era insoportable”.
Entonces buscó un nuevo rumbo: se radicó, en el año 2000, en Mendoza, con el objetivo de estudiar en la Escuela de Guías de Alta Montaña. La carrera –en la que se anotan 120 personas al año e ingresan entre 30 y 35- le llevó dos años de cursos presenciales, teóricos y prácticos y mucha exigencia: ocho salidas temáticas al año con distintas orientaciones, de búsqueda y rescate, escalada en roca, en hielo, cada una de ellas de varios días de duración. “De a poco, me fui metiendo en el montañismo, una carrera demandante física y psicológicamente”.
Hoy, con quince años de experiencia a cuestas, Juan Pablo dice que la montaña se convirtió en el lugar donde más le gusta estar. Donde se muestra tal cual es. “La montaña te saca todas las máscaras y dejar ver la esencia de las personas”, asegura. “Es muy fuerte, hay mucha energía. Te obliga a mirarte a vos mismo”.
La montaña mágica
¿Cómo llego este guía de turismo, y luego de alta montaña, a trabajar para CONICET? Cuando estaba en segundo año de la carrera de Guía de Alta Montaña, Juan Pablo comenzó a trabajar como guardaparques en el Parque Provincial Aconcagua, donde se encuentra la montaña homónima que es el pico más alto después de la cadena montañosa del Himalaya, de 6960 metros.. “Guiar en el Aconcagua es `el` trabajo de excelencia como guía: son cuatro meses, de noviembre a marzo, con un pico de trabajo en enero”, dice Juan Pablo, que al obtener el título, comenzó a conducir grupos por la montaña. En temporada estival, subía esta montaña hasta cuatro veces. El resto de los meses, buscaba cerros en Perú, Bolivia o Ecuador para seguir escalando.
Un buen día, una amiga de su novia le comentó algo impensado: que en un instituto científico de Mendoza buscaban un Guía de alta Montaña. Así se apuntó para abrir su trayectoria como Personal de Apoyo (CPA) en el CONICET. “Justo buscaba otro trabajo, porque el ritmo diario de la montaña es lindo pero también un trabajo muy cansador”. Desde que se incorporó al CONICET en 2012, Juan Pablo realiza salidas al campo con distintos grupos de científicos que salen a buscar muestras –paleontólogos, glaciólogos y hasta dendocronólogos, que son quienes estudian el paleo-clima a través del relato de los anillos de los árboles-, y se encarga del asesoramiento técnico-logístico y de la seguridad en el terreno. Hace, también, mapeo satelital o saca fotografías para los relevamientos en diversas zonas. Para eso realiza expediciones con largos trekkings junto a los investigadores campañas –sobre todo entre noviembre y abril, las épocas “fuertes” para las salidas-, en las que se utilizan camionetas, se exploran lugares vírgenes en mula o acompañados por lugareños. Como CPA, dicta capacitaciones sobre primeros auxilios en zonas agrestes, de manejo de vehículos 4×4 y seguridad en la montaña para los miembros del Centro Científico Tecnológico (CCT) Mendoza.
Haciendo un racconto de su recorrido, Juan Pablo cae en la cuenta de que siempre le había interesado la ciencia y la investigación, pero nunca creyó que podía relacionarlo con su trabajo. “Al ingresar al CONICET me gustó cambiar el ángulo desde el que venía trabajando, significó un gran desafío y una visión profesional muy distinta de la tenía hasta entonces”.
Juan Pablo es curioso, pero también tiene otras cualidades: capacidad de concentración, fortaleza física y –dice él, sobre todo- mental. “En este trabajo tenés que tener resistencia para las dificultades, saber resolver problemas solo y poder conducir a un grupo”. Si tuviera que decir un porcentaje para cada aptitud, diría que subir el Aconcagua, por ejemplo, se hace con un 40 por ciento de condiciones físicas y un 60 de fortaleza mental. “Lo que más desgasta en la montaña no es la poca fuerza física o la resistencia: es que la cabeza te juega en contra”.
Además, dice él, salir de campaña con científicos requiere flexibilidad, ya que es muy variable y puede significar que el rumbo cambie rotundamente de un momento a otro. “Son muchas personas, cada uno con sus intereses y forma particular de ver la montaña”, asegura. Hace algunos meses, por ejemplo, le tocó estar de campaña en glaciares ubicados a una altura de entre 4 mil y 5 mil metros. Para eso, tuvo que prepararse y conocer previamente los lugares a los que iría luego con los científicos “para que se puedan adaptar bien a la zona”.
Tal como lo explica Juan Pablo, “en campaña me ocupo básicamente de tener una visión global del grupo, viendo cuestiones de seguridad, o vías de tránsito de glaciares, advertirles peligros de avalancha o grietas”. De hecho, una de las cosas más graves que le ocurrieron estando en campaña fue “que alguno meta la pata en la grieta de un glaciar, o llegar de noche a un campamento, con el tiempo demasiado justo”. Es que al Aconcagua, asegura Juan Pablo, suben al año miles de turistas que no tienen idea de dónde se meten: van con poca preparación y se enfrentan a problemas relacionados con la altura que terminan, muchas veces, en edemas pulmonares, con rescates en medio de la noche o bajadas en helicóptero. Eso es lo que él intenta prevenir, también en las campañas científicas.
¿Volvería a vivir a Buenos Aires? Como es de suponer, por una cuestión que define como “de salud”, Juan Pablo ni se lo plantea. “Acá le imprimís otro ritmo a tus días, vivís más relajado y en contacto con la naturaleza. Allá sentiría que estoy perdiendo años de mi vida”.
Desde que se desempeña como CPA, Juan Pablo se interesó mucho por la glaciología. “En realidad –advierte- me gusta aprender cosas nuevas todo el tiempo”. Explorar y conocer lugares, en este tiempo, se convirtió en su nueva pasión. “Hacer cumbre nunca es el objetivo principal: es la excusa para viajar y explorar nuevos lugares, por eso me interesó este trabajo en el CONICET –asegura-: porque representa otra forma de conocer y vivir la montaña”.
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