CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES
Investigadores reflexionan sobre la restauración digital de la película que cambió la historia del cine argentino
El film Prisioneros de la tierra, de 1939, fue restaurado por una fundación internacional encabezada por Martin Scorsese. Se exhibirá hoy y durante diciembre en el MALBA.
La película que ochenta años atrás se convertiría en un suceso nacional y cambiaría el paradigma del cine tal como se lo conocía era uno de los misterios escondidos de la historia del séptimo arte. Su título es Prisioneros de esta tierra, su director fue Mario Soffici y fue estrenada en 1939. Marcó el inicio del cine de crítica social y además fue una de las primeras filmadas casi íntegramente en exteriores, pero en las últimas décadas habían desaparecido las versiones en buena calidad de la película. Hasta que el año pasado, la World Cinema Foundation (WFC) –una fundación internacional dedicada a recuperar el patrimonio cinematográfico mundial, encabezada por el cineasta Martin Scorsese–, con el soporte técnico y la investigación efectuada por el Museo del Cine de Argentina y la colaboración del laboratorio L’Immagine Ritrovata de Bolonia, decidieron que, por su trascendencia, era necesario restaurarla digitalmente. Hoy, gracias a esa iniciativa, la cinta será reestrenada en la sala del Museo de Arte Latinoamericano (Malba) y su valor cinematográfico e histórico será comentado por un equipo de investigadores del CONICET especializados en cine.
“Es una película única del cine argentino, que por su valor estético y testimonial abrió caminos”, dice Ana Laura Lusnich, una de las científicas del CONICET convocadas para el reestreno, que pertenece a la generación de investigadores que en las últimas décadas indagó en la película de Soffici. Lo hizo a partir de copias de muy mala calidad, en 16 milímetros, las únicas que habían sido conservadas en el Museo del Cine: se cree que la copia original se perdió en un incendio en el año 1969. “No existía en el país una copia original, es decir en 35 milímetros, ni existía el negativo de la película –asegura–, ni de esta ni de muchas películas, porque no existe aún en el país una política seria y planificada de conservación del patrimonio audiovisual. Por eso es tan importante esta restauración”.
Prisioneros de la tierra es, hasta el momento, la única película argentina de las 40 películas que fueron seleccionadas por la fundación de Scorsese –que se centra en películas “huérfanas” u olvidadas del período clásico, norteamericanas y de países emergentes– para restaurarse. El trabajo de recuperación, que se realizó durante 2018, cobra aún más importancia teniendo en cuenta que, según cifras locales, el noventa por ciento del cine silente está perdido, y también la mitad de las películas producidas en el período clásico del cine.
Peones al poder
Fue una película a medio camino entre el drama social-folclórico y el romántico-sentimental. Se estrenó el 17 de agosto de 1939 en el cine Real, una sala de calle Esmeralda –que hoy ya no existe– que solía tener en cartelera películas extranjeras, con un éxito de taquilla que hizo que se mantuviera durante varias semanas en la marquesina.
El argumento de Prisioneros de la tierra fue novedoso: trataba acerca de la explotación laboral en los yerbatales de Misiones –por ello las escenas filmadas en la selva misionera dieron autenticidad a los conflictos- pero además de denunciar las deficientes condiciones laborales, sanitarias y habitacionales, posicionaba al peón rural en un lugar nuevo, ya que organizaba un triángulo amoroso entre peón, chinita y capataz que terminaba con el capataz brutalmente asesinado en manos del peón.
La escena del castigo a latigazos al capataz que termina con su muerte, de unos cinco minutos de duración, es una de las que se recuperó en duración gracias a la restauración digital. “Hoy una escena de violencia extrema contra quien detenta el poder quizás es algo posible de ver, pero en ese momento fue algo inusual, porque invirtió considerablemente lo que era el sistema de personajes de la época, y transformó en protagonistas a los sectores excluidos”, señala Lusnich.
Otra de las cuestiones rescatadas gracias a la restauración digital fue el año de anclaje del argumento. “La película original tenía una suerte de texto introductorio que remitía al pasado inmediato de la República Argentina, pero que no se podía localizar concretamente el año. En esta versión se ve claramente que el año es 1915. Esto trae nuevas interpretaciones y líneas de estudio”, advierte la científica. “1915 fue un año clave para nuestro país, porque fue previa a la asunción de Hipólito Yrigoyen al gobierno, y un años antes a la sanción de la ley Roque Saenz Peña que determinaba el sufragio obligatorio y secreto para los varones. Este detalle no es menor, ya que en la película se evidencia la manera en que se manipulaban, a discreción de los patrones y sin la intervención del Estado, las decisiones de los peones”.
La película de Soffici albergó además un valor testimonial especial en su año de estreno, ya que se exhibió cinco años antes de que se anunciara la creación del Estatuto del Peón Rural y se comenzara, con las medidas tomadas, la situación real y cotidiana de estos trabajadores. “En ese entonces los sindicatos todavía no existían, pero luego, en los años 60 y 70, esta película se revalorizó justamente por lo que planteaba en términos políticos, además de por su factura artística”, dice Lusnich. De hecho, en 1952, el director Hugo del Carril estrenó la película Las aguas turbias, que planteó nuevamente el tema de la explotación en los yerbatales misioneros, y se considera una predecesora de la película de Soffici. “Son dos versiones que dialogan entre sí, estableciendo relaciones intertextuales potentes”, asegura la científica.
La fotografía de la película de Soffici –a cargo de Pablo Tabernero, reconocido fotógrafo de cine de la época– fue otra de las virtudes señaladas por la crítica de entonces, sobre todo teniendo en cuenta que el tratamiento visual-sonoro implicó lo que los estudiosos denominan “cine físico”: la preminencia de los exteriores, la vivencia del ambiente y de la naturaleza –en este caso el monte y la selva– que incrementaban el drama contenido en el argumento.
Un ejercicio de memoria
“Los investigadores tenemos que involucrarnos en cuestiones de patrimonio y memoria cinematográfica”, advierte Lusnich, “sobre todo porque es un problema para nosotros a la hora de realizar nuestras investigaciones: si no existe una copia en buenas condiciones, se torna mucho más complejo nuestro trabajo”. Lusnich misma, hasta ahora, había trabajado reconstruyendo la película con documentación de la época y copias en video, y rescata que ahora con la restauración pueda detenerse en cuestiones más sofisticadas –detalles técnicos, del formato o de la paleta de colores– que se habían perdido y que aportan información sumamente valiosa.
“Hay una larga lista de películas para restaurar de similar manera, pero creo que decidirse por este film fue una muy buena elección”, advierte la investigadora, “porque es una película que tuvo mucha trascendencia en su época y a posteriori”. Cuando se estrenó Prisioneros de la tierra, la crítica le dio una importancia inesperada. El escritor Jorge Luis Borges fue uno de los que más la legitimó: “En escenas análogas de otros, el ejercicio de la brutalidad queda a cargo de los personajes brutales; en Prisioneros de la tierra está a cargo del héroe y es casi intolerable de eficaz”, argumentó en una extensa crítica que le dedicó en la revista Sur.
“Esta película reposicionó el cine argentino comprometido, por la crítica social que encarnó, por las críticas que recibió, ya que fue comentada en todos los medios periodísticos, y también por el apoyo que tuvo en sala”, subraya Lusnich. La película, cabe destacar, fue estrenada al año siguiente en México. Soffici, por su parte, dirigió luego cerca de cuarenta películas. También fue guionista, actor y uno de los creadores de la DAC (Directores Argentinos Cinematográficos), institución que nuclea hasta el día de hoy a los directores cinematográficos nacionales, y fue vicedirector del Instituto Nacional del Cine en 1973. “Soffici era un realizador con estilo propio. Un autor que se animó a discutir las dicotomías de civilización-barbarie, campo-ciudad, Buenos Aires versus interior, de forma muy creativa, todas situaciones conflictivas en la época”, rescata la científica.
“Quizás las últimas generaciones no la conocen lo suficiente, pero ese olvido temporario ya está en gran medida subsanado porque tenemos nuevamente una versión de calidad –concluye Lusnich–. Es importante que las nuevas generaciones vean Prisioneros de la tierra, porque es un testimonio sumamente valioso del cine industrial argentino”.
La mesa “Prisioneros de la tierra, 80 años: reflexiones en torno a la restauración y el valor estético y testimonial de un film emblemático del cine argentino” se realizará el jueves 21 a las 18:00, justo antes de la proyección del film. Coordinada por Ana Laura Lusnich, contará con la participación de Paula Félix-Didier y Andrés Levinson por el Museo del Cine; Soledad Pardo y Alejandro Kelly por CIyNE, y Fernando Martín Peña por Malba. Esta actividad se encuentra organizada por el Museo del Cine, el Centro de Investigación y Nuevos Estudios sobre Cine (CIyNE, FFyL, UBA) y el Malba, con los auspicios de ASAECA y RICILA.
Durante diciembre, se proyectará los jueves a las 19 horas.
Por Cintia Kemelmajer