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En busca de la comprensión de contextos arqueológicos en Tucumán

Un grupo de investigadores del CONICET habla sobre las prácticas agrícolas prehispánicas, la historia y las formas de habitar el espacio en los Valles Calchaquíes.


Como inamovibles testimonios de culturas precolombinas, los sitios arqueológicos de Tucumán conservan fragmentos emblemáticos de la historia de Sudamérica. Asentamientos incaicos y vestigios de culturas aborígenes previas donde quedan explicitas sus prácticas antes de la conquista española.

María Marta Sampietro Vattuone, investigadora independiente del CONICET en el Laboratorio de Geoarqueología de la Universidad Nacional de Tucumán, se dedica a desentrañar cuáles eran los modos en los que se practicaba la agricultura antes de la colonización hispana y cuáles eran las particularidades del uso del espacio.

El trabajo publicado por su equipo de investigación en la revista especializada Quaternary Research muestra que las concentraciones de fósforo encontradas en los suelos agrícolas prehispánicos del valle de Tafí reflejan el uso de fertilizantes. Además, los restos hallados de cerámicas erosionadas hablan de los procesos de formación de los sitios y los rasgos de los suelos permiten reconstruir el clima de la época, más favorable que el actual para la agricultura. Toda esta información refleja los comportamientos de las poblaciones que habitaron el Valle y dan pistas sobre su desarrollo socio-económico.

En la última década de investigaciones geoarqueológicas en Tucumán, se han realizado varios trabajos sobre las condiciones paleoambientales que prevalecieron durante los últimos 3 mil años. Se centraron principalmente en el valle de Tafí, que es el área de uno de los primeros desarrollos socio-culturales agrícolas del noroeste argentino (NOA).

“Trabajamos esencialmente con la geoarqueología, que es el uso de los métodos y técnicas de las geociencias para resolver problemas arqueológicos. Nuestra investigación está basada en el descubrimiento y análisis de nuevos sitios en diversos sectores de los valles Calchaquíes”, explica Sampietro.

El grupo utilizó una serie de indicadores fisicoquímicos de suelos –tanto actuales como antiguos- para intentar descifrar las prácticas agrícolas que se llevaron a cabo desde el comienzo de la agricultura en los Valles Calchaquíes hasta el primer contacto hispano-indígena. Según Sampietro “este margen de tiempo abarca desde el año 1.000 a.C. hasta el 1.500 d.C., que es aproximadamente cuando llegan los españoles”.

Además de realizar un intento por describir cómo eran los suelos, se intentó tener una aproximación acerca de cuáles fueron las preferencias de apropiación de los espacios disponibles en función de los recursos existentes. Según explica la investigadora, las culturas fueron cambiando al mismo tiempo en que las capacidades tecnológicas y el clima sufrieron variaciones.

“Cuando se dan los primeros asentamientos sedentarios el clima era más húmedo, pero hacia el 1.000 d.C. se vuelve más seco y se mantiene así durante los siguientes 500 años, con una tendencia hacia la aridización”, dice Sampietro.

Según este estudio, la falta de agua hizo que las poblaciones se fueran adaptando y surgieran nuevas formas de habitar el espacio: zonas marginales y pueblos que tenían una forma de ocupación dispersa pasaron a estar mucho más aglutinados y concentrados en proximidades a los cursos de agua.

 

Cuando la ciencia permite vislumbrar parte de la historia

El trabajo de indagación geoarqueológico posibilitó una reconstrucción paleoambiental de los últimos tres mil años, relacionada a la evolución cultural de los sitios arqueológicos de los valles Calchaquíes.

Lo cierto es que estos terrenos cuentan con una vasta historia que narra la vida de las poblaciones prehispánicas que supieron trabajar la tierra, manejar los recursos hídricos y el desarrollo de la ganadería como formas de subsistencia.

“Esta reconstrucción nos permitió tener una idea y elementos explicativos sobre qué ocurrió lo largo de los últimos 3.000 años en cuanto a la ocupación de los suelos y la organización de las poblaciones”, asegura Sampietro.

La investigación arranca con el análisis del periodo Formativo- que abarca del 500 a.C. hasta el 1000 d.C. – que se caracteriza por ser el período sedentario más temprano en el noroeste argentino. En esta etapa se usó la cerámica como material corriente y se afianzaron las prácticas agrícolas y ganaderas.

“No es que se invente en ese momento la agricultura, ya que el trabajo con la tierra viene de etapas previas, pero alcanza una dimensión más sofisticada. Además, se produjo una gran dispersión de la cría de los camélidos como la llama y la alpaca”, agrega.

Según el trabajo de la investigadora, el periodo posterior es el de los Desarrollos Regionales (1000 a.C al 1400 d.C). En ese momento aparecen las aldeas aglutinadas, las jefaturas como forma de organización y las luchas por el territorio en los centros aldeanos. Además, se da una intensificación de uso de los recursos agro-pastoriles.

Aproximadamente en el 1.400 d.C. llega a este territorio el Imperio incaico, que ejerce una fuerte dominación sobre las culturas existentes en la región. “Hubo poblaciones que incluso fueron trasladadas para poder tener un mejor control sobre ellas”, analiza la investigadora.

Los incas modificaron las formas de dominio y de manejo espacial con respecto a las existentes hasta el momento. Fue este grupo humano el que construyó el ‘camino del Inca’, una red vial compleja que abarcaba una serie de centros administrativos de culto y control sobre espacios importantes entre el Incanato y el noroeste argentino hasta Mendoza.

“Nuestros trabajos de investigación pretenden ir tras los vestigios del hábitat prehispánico para abordarlos interdisciplinariamente y así llegar a una mayor comprensión de cómo vivían y se desarrollaban las culturas en ese momento”, asegura Sampietro.

 

La geoarqueología como camino hacia el conocimiento

La arqueología, dice la investigadora, se entiende como el estudio de las sociedades del pasado y analiza evidencias de distinta naturaleza. Por esta razón, su estudio precisa de la aplicación de métodos y técnicas procedentes de diferentes disciplinas científicas. Fruto de esta necesidad surge el concepto de geoarqueología como un instrumento con el que proporcionar respuesta a las cuestiones planteadas por el análisis arqueológico a través de las ciencias de la tierra.

“Nosotros realizamos un reconocimiento de las zonas de interés que se llama prospección, luego determinamos los lugares de excavación y finalmente hacemos todo el procesamiento de los datos y materiales que se van recuperando siempre partiendo de la base de un conocimiento profundo del medio en el cual se hacen los hallazgos a diversas escalas”, detalla Sampietro.

La investigación se sirve además de sistemas de información geográfica que involucran la aplicación de software desarrollado para hacer cartografías con fotografías aéreas e imágenes satelitales, geomorfología, pedología, sedimentología, paleoclimatología, palinología entre otras, todas aplicadas a la reconstrucción de las sociedades del pasado.

  • Por: Jimena Naser
  • Sobre investigación:
  • María Marta Sampietro Vattuoneinvestigadora independiente del CONICET. Laboratorio de Geoarqueología de la Universidad Nacional de Tucumán.