CIENCIAS EXACTAS Y NATURALES
El problema del mejillón dorado: eso que los barcos llevan y traen
Importada de China esta especie invasora se instaló en América del Sur y comenzó a perjudicar a los ecosistemas nativos y a la industria.
Las especies invasoras son aquellas que, introducidas por el hombre fuera de su hábitat natural, ponen en peligro los ambientes nativos, se extienden sin control, dispersan enfermedades, compiten con las especies autóctonas por la comida, el agua y los mejores lugares para vivir hasta desplazarlas. De esta manera se vuelven una de las principales causas de pérdida de biodiversidad.
En el año 1991 Gustavo Darrigran, investigador independiente del CONICET en la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), encontró en el Río de la Plata, en la localidad de Berisso, algo que no debía estar ahí: cuatro o cinco mejillones por metro cuadrado, que al año siguiente se multiplicaron a treinta mil y en cuatro años llegaron a una densidad de ciento cincuenta mil en la misma superficie. El dato fue suficiente para que el investigador se encontrara interesado en el fenómeno.
El equipo logró identificar la especie como Limnoperna fortunei o mejillón dorado que es, en principio, originaria de China, aunque actualmente se diseminó de forma precipitada por el continente Latinoamericano. “El 1991 aparecieron en La Plata, en el 1994 cruzaron el río hacia Colonia, Uruguay, y en 1995 ya subían por el río Paraná llegando hasta en el 2004 a San Pablo, Brasil. Además, por el río Paraguay llegaron en el 2000 hasta la reserva internacional El Pantanal y en la actualidad (2015) se encuentran en el río San Francisco, bien al norte de Brasil,a pocos kilometros de la cuenca del Amazonas”, destaca el investigador.
El problema no está en que las especies se muevan hacia otras tierras y se adapten a ellas, ya que hasta ahí sólo podrían ser consideradas como especies no nativas, pero cuando comienzan a impactar en el ambiente y en la industria se convierten en invasoras. El caso del mejillón dorado es bastante particular ya que se trata de un tipo de animal que vive fijo sobre un sustrato duro, consistente, entonces cabe preguntarse ¿cómo hizo para cruzar el continente, radicarse en la región y expandirse a gran velocidad?
La respuesta la da Darrigran cuando explica que es el hombre quien la está transportando inadvertidamente: “Primero llegaron del sudeste asiático a América del Sur a través del agua de lastre de embarcaciones transoceánicas. Se trata del peso (agua cargada en el puerto de origen) que necesita traer un barco cuando viene con las bodegas vacías para no darse vuelta en el mar. Cuando llegan a puerto destino descargan el agua y ahí dejan en libertad por lo menos a los mejillones”, detalla. Se estima que 3.000 especies diariamente recorren el planeta por esta vía, el agua de lastre.
Actualmente no existe legislación internacional que controle lo que las embarcaciones llevan y traen del mar pese a que las Naciones Unidas, a través de la Organización Marítima Internacional, ya propuso en 2004 una reglamentación que aún no fue aprobada. En Argentina, la Prefectura Naval Argentina, lleva a cabo a nivel nacional el control a traves de una reglamentacion pionera para América del Sur (ordenanza Nº 7-98 (DPMA))
Jaque mate a la industria
La dispersión del mejillón dorado avanza a razón de 240 kilómetros por año, contracorriente por la Cuenca del Plata y su densidad acarrea pérdidas económicas a nivel mundial. Si hasta hace poco no eran un problema para los trabajadores de agua dulce, ahora en cambio provocan “macrofouling” o ocluyen caños y filtros de refrigeración de, por ejemplo, tomas de agua para consumo humano, refrigeración de industrias, canales de riego, generadores de centrales eléctricas. La pérdida es realmente grande si se tienen en cuenta lo números: Darrigran explica que Itaipú, la central hidroeléctrica brasilera-paraguaya, por cada día de cese no programado de una unidad generadora de energía pierde alrededor de 450 mil dólares.
Si se considera que se tardan tres días en limpiarla mecánicamente y que hay en total veinte unidades generadoras de energía sólo habría que multiplicar para calcular la pérdida que ocasiona el mejillón. Eso sin contar a todas las demás centrales que como esta se ven aquejadas por el mismo problema.
“Este es un conflicto relativamente nuevo que deben enfrentar en el agua dulce”- dice el investigador, y asegura que el primer caso de “macrofouling” apareció en 1994 en la toma de agua de la ciudad de La Plata. En una primera instancia se los trató como lo hacen en Estados Unidos con el mejillón cebra, es decir con cloro, pero sólo es efectivo hacerlo en ambientes limitados, ya que en entornos naturales esta sustancia es perjudicial para el ambiente y la salud humana”.
Ingenieros de ecosistemas
El mejillón dorado es realmente bueno en materia adaptativa. Se dispersó desde un ambiente templado a uno subtropical y hasta casi tropical, en las costas brasileras del río San Francisco. Se reproduce de un modo atípico entre los bivalvos de agua dulce de la región neotropical, que es a través de liberación de gametas al agua, donde son fecundadas y forman larvas que flotan en el plancton.
Además, este mejillón encontró un nicho ambiental vacante, ya que a diferencia de sus parientes que se entierran, estos viven adheridos sobre sustrato. Otro dato es que no tienen parásitos ni depredadores naturales fuera de su ambiente nativo, en China.
“A este tipo de especies se las llama ‘ingenieros de ecosistemas’ porque alteran estos entornos con su presencia. Uno que antes no tenía a este mejillón, por ejemplo, es la Cuenca del Plata. Este animal se alimenta filtrando a través de sus branquias el agua, en específico las partículas orgánicas e inorgánicas; a estas últimas las elimina por sus heces y a las primeras las incorpora a su tejido. Ahora imaginen cordones de 150 mil individuos por metro cuadrado haciendo ese procedimiento en los distintos ríos de la Cuenca del Plata”, analiza
Todas esas partículas orgánicas que antes llegaban al mar a través del Río de la Plata ya no lo hacen y esto podría acarrear un impacto ambiental a mediano o largo plazo, sin mencionar el cambio que provoca en los hábitos de las especies locales. Por ejemplo, los peces que se adaptaron para sacar los bivalvos que estaban enterrado ahora lo encuentran por todos lados, pegados y en abundancia.
“Es como querer comer un asado con palitos chinos”, grafica el investigador. Además menciona que la boga que se adaptó a esta situación por completo. Según un estudio realizado por su grupo de trabajo por lo menos en el Río de la Plata casi el 95 por ciento de esos animales comen mejillón dorado. Una especie de repente comienza no sólo a alimentarse del mejillón dorado sino que además lo hace en abundancia, lo que comían antes no lo comen más, es decir, estaban naturalmente regulando a ese recurso, y ahora no lo hacen.
“Los pescadores aseguran que hay más bogas y que son mucho más grandes que las de antaño; la energía que gastaban en buscar alimento y comer, ahora lo usan en crecer”, concluye.
Por Jimena Naser