FENÓMENO ASTRONÓMICO
El minuto en el que el verano se volvió invierno en la Patagonia
En una ciudad a 349kms de Esquel un grupo de investigadores del CONICET observó un fenómeno único: un eclipse anular de Sol.
En la antigüedad se los relacionaba con los malos augurios; indios, chinos y babilonios lo intentaron explicar de manera mística; Cristóbal Colón lo anunció como una muestra de la ira de Dios. Hoy, desde la ciencia, los eclipses se pueden predecir con siglos de anterioridad y sirven para aprender más sobre el fenómeno.
“Los eclipses de Sol son fenómenos naturales que se producen cuando la Luna se interpone entre la Tierra y el Sol, y según cuánto cubra la Luna al Sol será un eclipse total, parcial o anular. Un eclipse solar anular se da cuando la cobertura incompleta deja un perfecto anillo. El diámetro del Sol es 400 veces más grande que la luna, pero se encuentra 400 veces más lejos de la Tierra, esto hace que se vean de tamaño similar”, explica Beatriz García, investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Cientificas y Tecnicas (CONICET), del Instituto de Tecnologías en Detección y Astropartículas (ITeDA, CONICET-CNEA-UNSAM).
El eclipse solar anular ocurrido el pasado 26 de febrero comenzó a las 9.24 y finalizó a las 12.01, pero el momento en que el Sol se vio como un anillo fue a las 10.38, y duró solamente un minuto que será casi eterno: en Chubut el próximo se visualizará en febrero de 2027 y deberemos esperar hasta diciembre de 2048 para ver un eclipse total de Sol.
Mirar al cielo
En un tramo desierto de la Ruta Nacional 40, a menos de 400 kilómetros de Esquel, está ubicado Facundo, un pueblo rural de 200 habitantes que se revolucionó con la llegada de más de 800 personas. Hasta allí se trasladaron investigadores, lugareños curiosos, aficionados a la astronomía y periodistas, todos expectantes por ver el fenómeno astronómico.
Argentina tuvo un lugar privilegiado en la observación del fenómeno ya que se cruzó completamente la zona Sur de Chubut: pasó por Facundo, por el Norte de Sarmiento, y por el sur de Camarones, para luego ingresar al océano Atlántico y finalizar en la zona Sur de África. En el resto Argentina el eclipse fue parcial, ya que nuestro satélite cubrió solamente una parte del disco solar.
Es en la fase anular -con cobertura del Sol del 97%-, con un cielo despejado donde se acentúan los cambios de iluminación producidos en la atmósfera. Oscurece de una manera rara, el entorno parece no corresponderse con el estado de iluminación que hay y la temperatura desciende unos 5 grados centígrados -de 17 a 12 grados-. La falta de luz genera que algunas mulitas salgan de sus madrigueras, hay perros que aúllan e interrumpen el silencio en la meseta patagónica que termina con aplausos y gritos ante la finalización de la fase anular. Todo eso en menos de un minuto.
La visión del fenómeno a través de telescopios, cámaras con lentes especiales o el reflejo de coladores en el suelo genera una emoción profunda. “Es un momento muy particular porque la relación entre el espacio celeste, el medio ambiente, los seres humanos, y la Tierra en general se ve de manera más extrema, en un eclipse se ve de manera dramática. Entonces es un excelente momento para entender como nuestras ideas sobre el cielo tienen que ver con quienes somos nosotros con las sociedades en las que vivimos, las ideas que tenemos acerca del mundo y qué es ser un ser humano. Es un ejemplo de como la ciencia básica se puede relacionar con las personas porque el mundo que está relacionado con la ciencia básica está profundamente relacionado con la gente”, reflexiona Alejandro López, astrónomo cultural e investigador del CONICET en el Instituto de Ciencias Antropológicas (ICA) de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
En referencia a los distintos abordajes realizados a partir del fenómeno astronómico, Néstor Camino, doctor en Ciencias de la Educación, profesor de Física y Matemática e investigador del CONICET en el Departamento de Didácticas específicas en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco (CONICET-FHCS UNPSJB), remarca que el hecho físico del eclipse no es lo único importante. “La relevancia de estos fenómenos es científica, educativa y cultural. Después si uno dice que es un jaguar comiéndose al Sol o si es la Luna interponiéndose entre la Tierra y el Sol o si uno piensa que es un designio de los cielos porque piensa que está haciendo algo mal eso es historia, cultura. Siempre nos conmovió. Lo que tenemos que resaltar de vivir estos fenómenos es que la naturaleza funciona y nosotros gracias a sus cambios estamos aprendiendo”.
Y agrega: “Los eclipses generan fascinación porque el Sol y la Luna son los objetos más importantes del cielo. Primero porque el cielo a las personas y a las sociedades nos muestra todo lo que no somos: no somos eternos, no somos grandes y poderosos, el cielo nos recuerda nuestro límite existencial. Y si a esos dos objetos tan importantes les pasa algo es impactante”.
Los eclipses solares normalmente ocurren dos veces al año, pero la zona terrestre en el que el Sol, la Luna y la Tierra se encuentran alineados es acotada -una franja de 50kms de ancho, aproximadamente-. La última vez que se vio en el cielo del país un fenómeno como este fue en 1994 y solo desde Misiones.
El eclipse como laboratorio natural
La doctora Cristina Mandrini, investigadora del CONICET en el Instituto de Astronomía y Física del Espacio (IAFE, CONICET-UBA), explica qué se puede investigar desde la física solar a partir de la observación de un eclipse.
“Un eclipse de Sol natural permite en principio observar más abajo la corona solar que en un eclipse creado artificialmente. Al ver más abajo vemos mejor definidas estructuras que están cerca del limbo del sol y eventualmente podemos ver protuberancias, sus formas, ver una eyección de masa coronal, calcular velocidades. Medir ondas y su propagación sirve para contestar una de las preguntas clave de la física solar, contestarse el origen de la temperatura alta de la corona solar”, sostiene la investigadora.
Los científicos gracias a la observación de estos fenómenos pueden estudiar ciertas propiedades de la ionósfera en condiciones únicas de laboratorio, que permiten mejorar los modelos físicos existentes y con esto entender mejor el comportamiento de una capa fundamental para el desarrollo de la vida humana y las comunicaciones. “Las partículas cargadas que aumentan la ionización pueden dañar los satélites de comunicaciones que guían nuestros barcos o aviones, y es importante saber cuándo va a suceder un fenómeno activo, poder predecirlo para proteger el instrumental de los satélites, y proteger a la tripulación de los vuelos transpolares, por ejemplo”, afirma la física solar.
Difusión y enseñanza de Astronomía en Argentina
En este contexto, se realizó en Esquel desde el 22 hasta el 24 de febrero inclusive, el II Workshop de difusión y enseñanza de la Astronomia del que participaron más de cien astrónomos profesionales y aficionados del país y del extranjero, y la comunidad, quienes finalizaron la experiencia con la observación del eclipse.
Allí se realizaron distintas charlas de especialistas de nuestro país y el extranjero, sobre temáticas diversas. Se expusieron trabajos en formato de póster, hubo exposición de imágenes astronómicas e históricas, se realizaron talleres para docentes, y espacios para el intercambio y la discusión partiendo de los intereses de quienes asistan y participen en el Workshop. Participaron de las jornadas de debate, Jay Pasachoff (Williams College Hopkins Observatory), quien ha visto 65 eclipses a lo largo de su vida, y Fred Espenak, quien mantiene la página de eclipses de La Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio, más conocida como NASA (por sus siglas en inglés), entre otros destacados especialistas.
“Debatimos acerca del estudio del Sol y de los eclipses y cómo eso impacta en la ciencia actual y en las comunidades originarias de América y otras partes del mundo. También reflexionamos qué se puede hacer en la educación pública y en la divulgación científica actual a partir de lo que trabajamos en los distintos campos. Trabajamos para que la ciencia y la educación se junten y estén en la comunidad. Este fenómeno natural se puede transformar en una actividad educativa y en un relevamiento de datos científicos. Se cumplieron todos los objetivos de educación, ciencia, seguridad, cultura. Estamos muy satisfechos”, explicó Néstor Camino, coordinador de la actividad y director del Proyecto Plaza del Cielo, que tiene como fin la educación a través de la Astronomía y de todas aquellas expresiones de la cultura de un pueblo que posibiliten su educación, y en definitiva su crecimiento.
El Workshop contó con el apoyo de la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la provincia de Chubut, la Asociación Argentina de Astronomía (AAA), y el CONICET, a través del Programa de Promoción de Vocaciones Científicas (VocAr), quien auspició y subsidió dicho Workshop junto a otras instituciones.
“Los chicos que han estado acá en medio de la Patagonia van a recordar que estábamos viendo un eclipse y la explosión de aplausos y gritos que tuvimos cuando se dio la anularidad. Esos chicos no se olvidan –tampoco los grandes-. Esto acá no termina, hay gente que se lleva los anteojos y verán que el Sol no todos los días es igual, van a leer de otra manera, hay muchos chicos y maestros que a partir de esto van a trabajar distinto, y además sabemos que tenemos varios eclipses por delante”, reflexionó Néstor que todavía recuerda un eclipse en Mar del Plata, en la década del 60, que vio cuando era pequeño junto a unas tías abuelas.
Por Sergio Patrone Firma Paz