CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES
El legado de Borges como patrimonio nacional
La investigadora del CONICET Mariela Blanco destaca la necesidad de que los materiales de trabajo del escritor argentino que permanecían en manos de su única heredera queden en el país disponibles para la consulta de especialistas que quieran estudiarlos.
El fallecimiento de María Kodama, viuda, albacea y única heredera de Jorge Luis Borges, junto con la inexistencia de herederos obligatorios y la aparente ausencia de un testamento, dio lugar a una serie de interrogantes y a un debate sobre qué podría pasar –y qué debería ocurrir- con el patrimonio del escritor que hasta ahora estaba en manos de su esposa, así como con los derechos de autor.
A partir de estos interrogantes, Mariela Blanco, especialista en la obra de Borges e investigadora del CONICET en el Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales (INHUS, CONICET-UNMDP), señala la necesidad de que -sin menoscabo de que quienes la Justicia determine como herederos sean quienes cobren las regalías por los derechos de autor- el legado del escritor argentino, sobre todo sus materiales de trabajo, como libros, documentos, anotaciones y manuscritos, permanezca en el país disponible para la consulta de estudiosas y estudiosos.
En este sentido, Blanco destaca que la incertidumbre abierta sobre el destino de buena parte del legado borgeano, a partir de la muerte de Kodama, es también una buena oportunidad para pensar en una legislación que impida la continua fuga de materiales que deberían formar parte del patrimonio nacional.
“Actualmente existen dos grandes problemas para quienes queremos estudiar la obra de Borges. Por un lado, la gran dispersión de su legado. Hay, por ejemplo, manuscritos en distintas universidades norteamericanas, como Texas, Michigan State, Virginia y Pittsburgh. Es decir, que un investigador que quiere estudiar la obra de Borges tiene que tener los medios para trasladarse a muchos lugares. Por otro lado, hay muchos materiales en manos de coleccionistas privadas/os, que son de muy difícil acceso. Dada esta situación, me parece que es importante empezar centralizar en un mismo espacio la mayor cantidad de material posible sobre Borges, para que los investigadores, no solo de Argentina, sino de todo el mundo, tengamos acceso a esa riqueza, que forma parte de la cultura universal”, destaca Blanco.
La investigadora señala que ya existe en la Argentina una institución que podría cumplir ese rol, el Centro de Estudios y Documentación Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno (BNMN), que a su vez tiene un convenio con el equipo de investigación que Blanco dirige en la Universidad Nacional de Mar del Plata, integrado también por tres becarias y un becario doctoral del CONICET.
“Durante las últimas semanas se habló de la necesidad de que haya en la Argentina un archivo en la BNMM destinado a resguardar la obra de Borges, así como de que se forme un equipo de especialistas que la estudien. Y lo que a mí me interesa subrayar es que ya existe en la BNMM un centro de estudios y documentación exclusivamente dedicado a la obra de quien fue el escritor más importante de la literatura argentina y el más influyente a nivel mundial, así como también ya hay un grupo de investigación, ligado a este centro, que hace años trabaja sobre el legado de Borges”, afirma Blanco.
La investigadora insiste en remarcar que el valor de los documentos que para ella deberían quedar resguardados en el Argentina y disponibles para ser estudiados está más allá de lo económico y de la discusión sobre los derechos de autor, sobre la que debe expedirse la Justicia.
“No estoy tampoco pensando en objetos fetiches como el bastón o lapicera de Borges, sino en materiales de trabajo, como manuscritos, notas y libros. Se ha demostrado, por ejemplo, que para Borges los libros no eran solamente un material pasivo sino un material activo, en el sentido de tenía un sistema muy preciso de anotaciones en tapas y contratapas, en la que marcaba los pasajes que le interesaban. Y se ha podido constatar también que hay muchos vínculos entre lo que Borges anotaba en esos libros, así como en los manuscritos, y lo que luego escribía en sus cuentos y ensayos. Contar con todos esos materiales nos daría a los investigadores la posibilidad de reconstruir cómo eran los procesos de escritura de Borges. Me parece, entonces, que estos materiales darían más y mejores frutos si quedaran resguardados en un centro de estudio del Estado, con acceso a los investigadores, que si fueran a parar a manos de coleccionistas privados”, explica la investigadora.
Para Blanco, uno de los trabajos que muestra que para Borges los libros no eran solo un objeto pasivo es Borges, libros y lecturas, de Germán Álvarez y Laura Rosato, donde se catalogan los libros y otros materiales que el escritor argentino donó a la BNNM (de la cual fue director entre 1955 y 1973), que formaban parte de su biblioteca personal. El estudio transcribe y contextualiza marcas, anotaciones y manuscritos originales, con el propósito de reconstruir el proceso de lectura Borges y dar cuenta de las huellas de este proceso en sus escritos posteriores.
Los libros y materiales catalogados en el estudio de Álvarez y Rosato son también el origen del Centro del Centro de Estudios y Documentación Jorge Luis Borges, cuyo edificio, ubicado en la vieja sede de la Biblioteca Nacional de la calle México, va a ser reinaugurado a mediados de este año. El Centro ofrece además acceso digital a un relevamiento de las conferencias que Borges brindó a lo largo de su vida, a partir de una exhaustiva exploración de diarios argentinos y del exterior, así como de boletines de instituciones que invitaban a exponer al escritor argentino. Esta última tarea fue llevada adelante por el equipo de investigación dirigido por Blanco. “Se trata de un archivo en construcción constante que comenzó registrando 24 conferencias y hoy ya tiene relevadas más de cuatrocientas”, asegura la investigadora.
Actualmente, el equipo se trabaja en la futura edición de un libro sobre charlas inéditas de Borges halladas en cuadernos que se encontraron en la Universidad de Michigan State (Estados Unidos). Este proyecto lo llevan adelante junto con el grupo de trabajo que dirige el investigador Daniel Balderston en el Borges Center de la Universidad de Pittsburgh (Estados Unidos), de donde hace algunas semanas regresaron Blanco y su equipo de becarios.
Por Miguel Faigón