El CONICET lamenta el fallecimiento de Roberto J. Staneloni



Fue investigador principal ad honorem del CONICET, discípulo del Dr. Luis F. Leloir, realizó importantes avances científicos, formó a muchos investigadores e investigadoras y fue una figura clave en la historia y el crecimiento de la Fundación Instituto Leloir (FIL).

Staneloni nació en Mendoza un 17 de junio de 1935. Estudió la carrera de Farmacia y Bioquímica en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y en 1967 se incorporó al Instituto de Investigaciones Bioquímicas “Fundación Campomar”, hoy Fundación Instituto Leloir (FIL).

Una vez finalizada su tesis de doctorado bajo la dirección del Dr. Romano Piras, Staneloni se incorporó en 1972 al grupo del Dr. Leloir.

“En un breve lapso de tiempo había logrado lo que para mí era un gran sueño, trabajar codo a codo todos los días con Leloir. Esto duró un periodo de casi 10 años, de más está decir que fue el tiempo en mi vida que he sido más feliz de trabajar en un laboratorio de investigación científica. Durante ese tiempo publicamos 18 trabajos a veces solos y en otros acompañados con otros investigadores”, escribió Staneloni en el texto “El Instituto Leloir” publicado en 2020.

En el grupo de Leloir, Staneloni participó de estudios que lograron describir el procesamiento de polisacáridos (conjunto de azúcares) y del G-oligosacárido, una estructura formada por determinados azúcares y una sustancia conocida como dolicol fosfato, cuyo papel es relevante en la formación del componente azúcar en las proteínas.

Leloir, Staneloni y colegas como Marcelo E. Tolmasky extendieron estos estudios a otros sistemas y en plantas detectaron la presencia de compuestos similares al G-oligosacárido en raíces de alfalfa y cotiledones de arvejas. También describieron el rol de los lípidos en la glicosilación o “agregado de azúcares” a proteínas y a otras moléculas en bacterias de importancia agrícola como Sinorhizobium meliloti y Agrobacterium tumefaciens.

En los años 1973 y 1984 Staneloni decidió realizar estudios sobre ADN en Estados Unidos (Universidades de Harvard, de Washington y Rockefeller en New York) y posteriormente volvió a la FIL para liderar el Laboratorio de Genómica Funcional Vegetal Biología de Plantas y para formar recursos humanos. En esta nueva etapa de investigación, Staneloni describió mecanismos genéticos que, activados por la acción de señales del ambiente a través de fotorreceptores de luz o fitocromos, regulan la germinación, el crecimiento y el desarrollo de las plantas.

Además de realizar ciencia básica de excelencia, Staneloni dedicó gran parte de su energía para promover el crecimiento de la FIL. Ocupó diferentes cargos institucionales y se desempeñó como director de la Biblioteca Cardini de la FIL en diferentes períodos. A fines de década del 90 asumió nuevamente ese cargo e impulsó la actualización de las colecciones de las revistas científicas, la adquisición de nuevos libros y en Bioquímica la Biblioteca pasó a ser la más completa del país.

Nicolás Behrens, Químico de la Universidad de Buenos Aires (UBA) integró el laboratorio del Dr. Leloir entre los años 1967 a 1975, etapa en la que descubrieron el dolicol fosfato y la participación de los lípidos intermediarios en la biosíntesis de glicoproteínas (unión de proteínas y azúcares) en mamíferos. Trabajó varios años con Staneloni. “Además de ser un sobresaliente investigador, Roberto tenía cualidades poco frecuentes. Siempre con una actitud positiva a pesar de momentos muy duros que le tocó vivir. Era culto, sin envidias, curioso, original. Fue para mí un privilegio haber trabajado con él y de contarlo entre mis amigos. Desarrolló una relación muy estrecha con el Dr. Leloir, en lo científico y en lo personal”, recuerda Behrens.

Marcelo E. Tolmasky, Químico de la UBA y actualmente director del Centro de Estudios de Biotecnología Aplicada de la Universidad del Estado de California, Fullerton, en Estados Unidos, fue parte del laboratorio del Dr. Leloir entre los años 1978. Durante ese tiempo él y Staneloni trabajaron codo a codo todos los días.

“Trabajar en el laboratorio del Dr. Leloir junto a Stane, como le decíamos, fue una experiencia enriquecedora, fui muy afortunado en tener esa oportunidad,” comenta Tolmasky.

En 1985 Staneloni trabajaba en la Universidad de Washington y Tolmasky en la Universidad de Ciencias y Salud de Oregón, instituciones que se encontraban relativamente cerca una de otra. “En esa época tuvimos varios encuentros en los que intercambiábamos ideas que facilitaban el avance de nuestros proyectos científicos”, recuerda Tolmasky.

“Stane fue alguien muy querido en la FIL. Trabajo primero con Enrico Cabib, y cuando éste se fue a USA, con Romano Piras. Luego con el Dire (el Dr. Leloir) y finalmente como jefe de grupo, en forma independiente. Fue, creo, el primero, que impuso en la FIL una dirección moderna y avanzada a la investigación en biología vegetal. Formó varios discípulos muy valiosos. Siento que se haya ido”, dijo Armando J. Parodi, Investigador Emérito del CONICET y de la FIL.

“Mi recuerdo agradecido para Stane. Lo conocí en los ’90 y desde entonces colaboramos estrechamente hasta que se retiró. Recuerdo largas charlas de trabajo con su simpática tonada. Horas cosechando muestras de plantas con entusiasmo e intriga por los resultados. Sus anécdotas sobre Leloir. Siempre he valorado haber compartido un largo trecho de nuestros caminos como investigadores”, destacó Jorge Casal, jefe de laboratorio de Fisiología Molecular de Plantas de la FIL e investigador del CONICET.

“Cuando me enteré, a través de un amigo, que el laboratorio del Dr. Staneloni buscaba un estudiante, me acerqué a visitarlo. Él me dijo que fuera en el verano, cuando yo no tuviera que cursar, para que me pudiera dedicar tiempo. Y así fue. Trabajamos largas jornadas, codo a codo, ese verano.”, recordó Pablo Cerdán, vicedirector de la FIL, investigador del CONICET y jefe del laboratorio de Biología de Plantas de la misma institución. Y concluyó: “Es poco común hoy en día que un estudiante tenga esa suerte. Para mí carrera esa experiencia fue de una enorme importancia. Su conocimiento de la bioquímica básica fue muy importante para que yo pudiera entender la biología molecular. Lo es hoy en día, pero esa escuela se fue perdiendo un poco; a medida que el conocimiento avanzó, se hizo más complejo, y fueron surgiendo los kits de biología molecular. Su legado estará presente siempre en la vida de nuestra institución”.