El CONICET lamenta el fallecimiento de Ricardo Sidicaro



Fue Investigador Principal del CONICET y profesor de sociología en diferentes universidades como la Universidad de Buenos Aires, la Universidad Nacional del Litoral y la Universidad Nacional de Tres de Febrero. A través de su producción académica ofreció aportes fundamentales sobre el sistema político argentino.

Marina Farinetti, vicedirectora del Laboratorio de Investigación en Ciencias Humanas (LICH, CONICET-UNSAM) y discípula, lo recuerda con las siguientes palabras:

Hasta siempre querido maestro:

Ricardo Sidicaro tenía 83 años y mucho por pensar todavía. Su legado intelectual queda en sus libros y artículos, entre ellos: Los tres peronismos: Estado y poder económico, 1946-55 / 1973-76 / 1989-99; Juan Domingo Perón: la paz y la guerra; La política mirada desde arriba: las ideas del diario La Nación (1909-1989). Pero también queda en la memoria de sus clases, conferencias, intervenciones en el debate público y conversaciones apasionadas en cafés.

Practicaba la sociología, con un giro de Pierre Bourdieu, “un deporte de combate”, dado que el conocimiento de lo social repercute necesariamente sobre nosotros mismos. Ricardo tenía presente esta incomodidad constitutiva de un saber de la sociedad sobre sí misma. Le interesaba la sociedad argentina y la analizaba sin cesar a través de conceptos de la sociología clásica. Su último libro fue Las sociologías de Marx, Durkheim y Weber. Revivió sus tiempos de crisis para encontrar claves para interpretar nuestro presente. Ellos construyeron puntos de vista nuevos que a sus contemporáneos podían resultarles incomprensibles. Ricardo tomaba riesgos en sus interpretaciones sobre una época de grandes transformaciones de las identidades sociales y políticas.

Como editor, dirigía la colección Estudios Durkheimianos en la editorial Miño y Dávila. Lo inspiraba indagar sobre las “anomias argentinas” y por supuesto lo preocupaba la democracia argentina. Así como la universidad y la formación de las nuevas generaciones de investigadores. Participó en la creación de doctorados y otras carreras.

Siempre picante y crítico, Ricardo brillaba en sus charlas. Extrañaremos su magia para plantear ideas novedosas. Adoraba romper con el sentido común. Su mirada (sus ojos claros parecían ver más allá de lo evidente) y los gestos con sus manos lograban transformar el entendimiento de quienes lo escuchábamos. Cultivaba un pensamiento creativo que se desplegaba en espirales cada vez más abstractos y al mismo tiempo minuciosamente históricos. Su “Aleph”, objeto borgeano que incluye todas las perspectivas, fue el peronismo y sus múltiples transformaciones y desfiguraciones; espejo de las crisis cada vez más profundas del Estado.

Transmitía el disfrute de pensar lo social con su risa mientras hablaba. Hoy es el momento para extrañar su modo de elaborar los problemas de sociología política: inclaudicable, unido a las grandes tradiciones de la disciplina, atento a los escenarios nuevos.

Asaltada por la noticia, son mis primeras palabras de despedida y gratitud a un maestro que marcó mi formación como profesor y director de tesis doctoral. Lo llevaré siempre en mi corazón con admiración. Extrañaré mucho no escuchar sus opiniones intempestivas.