INFORME ESPECIAL
Del caminar sobre fósiles: las salidas al campo de un grupo de paleontólogos argentinos
Un relato sobre las campañas de los científicos de UNLP y CONICET dedicados a la búsqueda de los xenartros, un particular grupo de mamíferos posteriores a los dinosaurios.
Da un paso y apoya las puntas de pie sobre la tierra seca, entrecierra los ojos y en la frente se le dibujan las arrugas, contiene la respiración. El viento es leve. La llanura, enorme. Cuando termina de pisar con toda la planta se escucha un sonido pequeño. Crack. Talonea y pisa de nuevo. Crack. De nuevo. Crack. Crack. Crack. Lo encontré, piensa, se pone en cuclillas y corre la tierra con los dedos y con desesperación, como un perro cuando busca una pelota enterrada. Blanco, pequeño, macizo, reluciente, ahí está, ahora entre sus manos polvorientas, el fósil.
Lo mejor de su profesión, lo dicen todos los paleontólogos, es ir al campo. Ir al campo: pasar varias semanas lejos de la familia, de las comodidades, de la rutina cotidiana. Ir al campo: dedicar jornadas enteras a caminar. Ir al campo: agudizar al extremo el sentido de la ubicación, convertirse en un murciélago, rastrear, detectar sonidos, seguir la intuición hasta llegar al hueso. Nada está servido en el campo: los fósiles son un tesoro oculto bajo tierra. Una aguja en un pajar. Para encontrarlos se requiere experticia pero sobre todo una paciencia china. “Encontrarlos en el campo –repite el Dr. Alfredo Carlini, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y docente de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), como un mantra –requiere de dos cosas básicas: caminar y tener suerte”.
Carlini hace campañas –la jerga con la que los paleontólogos nombran el hecho de ir al campo- desde 1981. La primera que hizo fue a la Patagonia. A partir de entonces, cumple con dos campañas al año: no solo fue por Argentina, también por Paraguay, Bolivia, Venezuela y alguna vez Florida. El Dr. Martín Ciancio, también investigador del Consejo y docente de la UNLP lo acompaña desde los tempranos 2000. Su primera campaña fue como estudiante: allí, en la meseta patagónica, rodeado de puro paisaje desolado e incógnitas bajo tierra, cayó en la cuenta de lo que el destino tenía preparado para él. Y quiso dedicarse a eso para siempre: a ir al campo.
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