Día Nacional de la Seguridad Vial

Cultura y ciudadanía vial

Un análisis del comportamiento que adquirimos al circular en veredas, rutas, o pasillos y sus cambios a través de la Historia.


Por Pablo Wright*

En un proyecto de transferencia sobre antropología vial que desarrollamos con el equipo Cultural de la Sección Etnología del Instituto de Ciencias Antropológicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (FFyL-UBA), investigamos, desde la conducta contemporánea de peatones y conductores, la cultura vial: ese conjunto de imaginarios que nos proveen un mapa mental, socialmente compartido, sobre cómo conducirnos por calles, veredas y rutas, y las trayectorias o coreografías que día a día realizamos casi sin darnos cuenta.

Esos modos de estar-en-la-calle suponen lugares por donde nos movemos y velocidades de desplazamiento como peatones o como conductores y es la parte etnográfica del estudio -el trabajo de campo- que realizamos a través de observaciones y registros en distintos lugares del campo vial, como bocacalles, plazas, estaciones de servicio, y en viajes en auto, colectivo y demás servicios de transporte.

En la Historia está la otra parte del trabajo y es donde buscamos información de archivos de instituciones y de revistas para averiguar cómo se fue constituyendo la cultura vial argentina y para identificar la emergencia del habitus vial que nos caracteriza.

Son de mucha ayuda los trabajos realizados por colegas historiadores y sociólogos, que allanan el camino de la investigación, pudiendo retomar sus trabajos como importante insumo para nuestro análisis antropológico de la cultura vial. Además, afortunadamente, poco a poco, vamos constituyendo grupos de diálogo y de trabajo conjunto en simposios y congresos, y el rompecabezas, muy de a poco, se va armando, cada uno poniendo piezas con valor propio.

En relación a la Historia, cabe mencionar el Día Nacional de la Seguridad Vial se celebra el 10 de junio y conmemora la fecha en que, en 1945, se cambió oficialmente la mano de circulación de vehículos en la Argentina, de la izquierda a la derecha.

Lo que ahora consideramos un hecho totalmente usual e inconsciente para nuestros movimientos viales, o sea ir por la derecha, antes no era así, se circulaba por el otro lado, y los autos tenían el volante a la derecha, como se puede ver en las viejas películas argentinas o en autos de esa época –siempre hay alguna “cupecita” bien cuidada que impresiona por ese volante aparentemente fuera de lugar! Pero un día la mano cambió a la derecha, y eso es lo que ahora parece “natural” para nosotros.

Sólo quedan rastros de ese sistema en los trenes y los subtes (y antes los tranvías) que aún van por la izquierda, aunque eso, seguramente, no nos llama la atención, porque es la mano “normal” de esos medios de transporte de origen británico. En otros países como Inglaterra o Japón, no solo la izquierda es el carril usual, sino que la gente, siguiendo el modelo de la calle, camina por ese lado en las veredas o en las escaleras mecánicas de cualquier parte. Ese es el orden de desplazamiento en sus imaginarios viales. Lo mismo ocurre entre nosotros, pero por la derecha.

Pero el modo en que nos desplazamos por la calle tiene más historia. Otro hito importante fue cuando, anteriormente, en 1932, como nos ilustra la revista Automovilismo (No.XII, pag.35) de ese año, se reglamentó algo que parece casi ingenuo o irrisorio hoy día: “el cruce de vehículos en las bocacalles y los que transitan por arterias perpendiculares”. Así, por medio de una Ordenanza Municipal de Buenos Aires, el artículo 1 enseñaba que “Cuando se encuentren en una bocacalle formada por arterias de una sola mano y donde no exista un agente de facción [policía] que dirija el tránsito, dos o más vehículos que lleguen por calles perpendiculares, avanzará primero el o los que estén colocados a la derecha”.

Es difícil pensar que ciertas prácticas hayan comenzado alguna vez, porque, una vez existentes, se transforman en un movimiento “obvio”, aunque no siempre las observemos u obedezcamos. Son dos breves ejemplos de normativas que incidieron en la clase de maniobras realizadas por los vehículos en determinadas circunstancias que, gradualmente fueron incorporándose en el imaginario vial, que es básicamente una construcción histórica. No obstante esto, en el primer caso, nuestros cuerpos se mueven por el mundo vial por la derecha, casi sin conflicto; no ocurre lo mismo con el segundo, el de las bocacalles, en donde no sabemos muy bien a quién le toca pasar cuando dos autos llegan casi al mismo tiempo a una bocacalle sin semáforo.

Cuando ponemos en contacto la historia con la etnografía podemos entender un poco mejor cómo nuestros cuerpos viales se conducen ambiguamente por estos espacios, ya que nuestro habitus vial se construyó históricamente a través de una legalidad fragmentada y una dispersión normativa, sin generar procesos homogéneos de automatización de la conducta.

Esto produjo socialmente cuerpos que a veces hacen una cosa y a veces hacen otra: paramos en un semáforo casi siempre, aunque a veces nos lo pasamos; como peatones cruzamos por cualquier lado la calle, o azarosamente respetamos al hombrecito blanco del semáforo; circulamos en bicicleta por la vereda o por la calle a contramano sin problemas e ignoramos los semáforos, porque están para los automovilistas sin dudas, salvo en las bicisendas donde el control social parece ser más fuerte; y así sucesivamente.

Lo mismo pasa con los derechos del peatón, que, en teoría, siempre tiene el poder de paso frente al automóvil, como reza en la normativa vigente. Pero eso, en la práctica casi nunca ocurre. Por alguna razón que se ubica, según nuestras hipótesis, en el desarrollo histórico del estado en la pedagogía de los ciudadanos, la política errática y fragmentada produjo sujetos viales ambiguos.

Este Día que se recuerda, como todo ritual calendárico, tiene la función de concentrar en el tiempo, en un día “diferente” al resto, la cualidad y el poder de las normas sociales, y de la memoria y de la historia colectiva. La ciudadanía vial es el objetivo que implicará una transformación cultural de nuestras prácticas viales, y eso solamente podrá ser posible con acciones estatales combinando control, sanción, educación y comunicación. Así dejaremos de ser rebeldes viales y ejercer la ciudadanía vial más plena que todos necesitamos y esperamos.

 

* Pablo Wright es investigador principal del CONICET y director de la Sección Etnología del Instituto de Ciencias Antropológicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (ICA/FFyL-UBA).