CICLO DE ENTREVISTAS CONICET

Ciencia y colectivos autogestionados: “Investigamos pero además nos involucramos”

Una especialista en etnografía y sociolingüística cuenta cómo se conceptualiza la dinámica interna de estos grupos y qué rol cumplen las ciencias sociales al analizar esas experiencias.


Ana Inés Heras Monner Sans, investigadora del CONICET, estudia organizaciones y colectivos de autogestión en todo el país y participa de algunos de ellos. Este fenómeno, que creció a la sombra del 2001, hoy habla de la posibilidad de llevar adelante proyectos políticos, sociales y culturales distintos desde una institucionalidad propia que responde a las necesidades particulares de cada colectivo.

¿Cómo se aproxima al estudio del fenómeno de la autogestión?

Actualmente llevo adelante dos proyectos de investigación-acción que tienen en común el estudio de colectivos de autogestión que se organizan y se piensan a sí mismos con la idea de proyecto de autonomía. En uno me dedico a relevar, sistematizar y comprender los aprendizajes de la autogestión, y en el otro el foco está puesto en comprender cómo actúan las diferencias internas del grupo, partiendo de suponer que se aúnan para sostener un proyecto común y no como factor de desigualdad.

¿A qué se refiere con “proyecto de autonomía”?

Es un concepto del filósofo Cornelius Castoriadis. Tiene que ver con que esos colectivos u organizaciones se piensen a sí mismos como proyectos, donde las normas o reglas de funcionamiento no provienen de una autoridad jerárquica o desde el Estado sino que se generan entre todos los participantes. Son organizaciones abiertas a poner en práctica lo que el autor llama una ‘reflexión deliberada’, es decir que se propongan explícitamente mirar lo que están haciendo para evaluarlo críticamente y poder transformarlo en una acción distinta. Y de hecho lo que sucede en los grupos autogestionados que observamos es que las ideas superadoras surgen a partir de que ellos mismos reflexionan sobre sus tensiones y diferencias.

¿Diferencias de qué tipo?

Lo que vemos es que la gente que compone estos colectivos corresponde a generaciones muy distintas, con lo que tienen trayectorias y experiencias muy disímiles, ya sea de participación política o cívica, marcadas por momentos de la historia argentina, como por situaciones familiares que implican distintas responsabilidades. Además existen diferencias ideológicas, económicas, de género, de trayectoria profesional o de formación. Esto pone en tensión algunos conceptos, por ejemplo qué es la militancia político partidaria. Pero a partir de la reflexión colectiva de las diferencias, de esa discusión en asamblea, surge algo que beneficia a todos. Puede ser una acción de comunicación, una actividad cultural, una publicación, una movilización.

¿Cómo analiza usted esta capacidad de sortear las distancias individuales?

Hay dos conceptos clave que en estos grupos funcionan como organizadores del quehacer: paridad y mutualidad. Paridad en el sentido de que todos los asociados están en igualdad de condiciones para presentar su opinión, debatirla en asamblea y proponer una tarea, una solución o una nueva norma para todo el conjunto. Y la mutualidad tiene que ver con que uno se ocupa de una cosa y otro asociado de otra, pero todo es para el bien común. Parte del análisis se enfoca a comprender cómo funcionan la paridad y la mutualidad en estas organizaciones y qué dispositivos concretos se crean para garantizarlas. Son conceptos que hilan o generan una trama entre la acción y el pensamiento.

¿En qué sentido?

Hay que pensar estos dos conceptos de mutualidad y paridad como orientaciones, que van unidos a las representaciones que se ponen en juego en la práctica cotidiana y orientan la acción del grupo y de las personas, algo que Castoriadis llama significaciones imaginarias sociales. Por otro lado, sucede que muchas veces estas representaciones están ligadas a otras que no son del todo concientes, y que pueden operar en forma explicita o velada. También puede pasar que si estas ideas no son compartidas se disuelva la unión, por ejemplo, si una proporción importante de los participantes priorizan sus intereses individuales a los del grupo o incumplen las normas generadas por el conjunto en forma repetida.

¿Cómo se da esto en lo concreto?

Un ejemplo sería el de la Unión de Músicos Independientes, que empezó con diez personas y hoy son más de cinco mil asociados en todo el país. A lo largo de su desarrollo hubo tensiones, algunos puntos de vista encontrados. A pesar de ello fueron capaces de sostener ese crecimiento y de darse una forma organizacional propia y no centralizada: priorizaron que cada grupo del país mantuviera su identidad local pero en referencia a la Unión de Músicos a nivel nacional. Por otro lado, buscan que el beneficio de ser artistas en principio para ellos pero también para la cultura y la sociedad en general. Así lograron modificar la legislación vigente e introducir dos artículos en la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, y más recientemente la aprobación de la Ley de la Música.

¿Qué rol cumplen los investigadores frente a estas experiencias?

El aporte del cientista social tiene que ver con formalizar y sistematizar los conocimientos que a su manera el grupo viene produciendo y que operan a nivel práctico. Ahí nuestro rol es hacerlos visibles para los mismos grupos. Trabajamos con colectivos que han logrado sostenerse por tiempos más o menos largos, para ver cómo lo lograron, cómo sortearon las diferencias personales, político partidarias o ideológicas. Estas sistematizaciones luego se difunden y comparten con otros grupos que pasan por situaciones equivalentes. De este modo pueden aprovechar ese conocimiento ya generado como referencia para encontrar sus propias soluciones.

¿Qué relación construyen con las organizaciones?

Investigamos pero además nos involucramos, hace unos años creamos una mesa colectiva de trabajo, que es un espacio de intercambio y reflexión donde mes a mes juntamos a representantes de distintos colectivos con académicos. Hay un compromiso ideológico, pero también otros, a veces aparece el rol de amigo o confidente, también de comunicación y difusión de esas organizaciones. Otro rol es el de ser un participante efectivo en las organizaciones, porque en las asambleas participamos y damos ideas concretas o compartimos información que fuimos generando.

Formación

Ana Inés Heras Monner Sans es doctora y master en Educación de la Universidad de California donde se especializó en sociolingüística de la interacción y la etnografía aplicadas al estudio de procesos educativos con una beca Fulbright y una beca de la Universidad de California. Es Profesora Nacional de Educación Física y además estudió Historia en la Universidad de Buenos Aires.

Es investigadora independiente del CONICET en el Instituto Rosario de Investigación en Ciencias de la Educación (IRICE) e investigadora principal en el Instituto para la Inclusión Social y el Desarrollo Humano.

Financiamiento

El proyecto de investigación-acción “Procesos de aprendizaje y creación en la construcción de autonomía”, es financiado por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT) a través de sus instrumentos PICT.

El proyecto de investigación-acción “Percepción de la diferencia en la construcción de autonomía” es financiado por el CONICET a través de sus instrumentos PIP.

  • Por Lucila Espósito.