CIENCIAS BIOLÓGICAS Y DE LA SALUD

Aves en foco: diarios de viaje en primera persona

Un equipo de investigadores estudia comportamientos poco conocidos de las aves marinas, a partir de cámaras colocadas en los animales.


El color negro brillante que decora las plumas del dorso del Cormorán Imperial (Phalacrocorax atriceps) contrasta con el blanco de su cuello y vientre. Los ejemplares más grandes pueden alcanzar un peso de hasta tres kilos y medio y medir hasta 60 centímetros de largo. Su belleza salta a la vista. Sin embargo son otros los detalles que permanecen ocultos.

El Cormorán Imperial es un ave marina buceadora que se propulsa debajo del agua con sus patas. Captura su alimento mediante la realización de inmersiones cuya duración puede superar los tres minutos. Para los científicos, ese tiempo en el que el animal desciende a las profundidades resultaba en varios aspectos un misterio y es por eso que Flavio Quintana, investigador principal del CONICET y director del Instituto de Biología de Organismos Marinos (IBIOMAR) en el Centro Nacional Patagónico (CENPAT-CONICET), junto a la investigadora asistente Agustina Gómez Laich, han logrado avances recientes gracias al uso cámaras de video colocadas sobre los animales.

¿Cómo exploran el fondo del mar en busca de alimento? ¿Qué técnica utilizan para capturar a sus presas? Las imágenes tomadas por los mismos cormoranes han permitido a los investigadores comenzar a obtener respuestas a este tipo de interrogantes.

“Observamos a través de las cámaras que, a diferencia de otras aves marinas, el Cormorán Imperial se alimenta de forma solitaria y casi exclusivamente de presas bentónicas, es decir que se encuentran en el fondo del océano”, afirma Gómez Laich.

Una vez sumergidos los animales recorren el lecho submarino realizando recorridos lineales a gran velocidad con el cuerpo en posición horizontal. Mientras se desplazan, mueven su cabeza de un lado a otro en forma frenética e ininterrumpida, apenas rozando el fondo del mar.

“Creemos que este comportamiento estaría vinculado a una débil visión subacuática que no les permite la localización precisa de presas que se encuentran camufladas en el fondo del mar. Estos buceadores por lo general no realizan largas persecuciones sino que inducen una reacción de escape en la presa a la que detectan a corta distancia en el momento en que huye.” detalla Gómez Laich.

El empleo de cámaras sumergibles permitió indagar en aspectos del comportamiento animal que no podían ser abordados mediante la utilización de otro tipo de registradores electrónicos.

“Las cámaras constituyen una poderosa herramienta metodológica para nuestras investigaciones sobre el comportamiento animal, suministrando datos complementarios a los que habitualmente obtenemos con otro tipo de registradores electrónicos con sensores de movimiento, aceleración, profundidad, etc”, concluye Quintana.

Este estudio realizado en colaboración con los investigadores Ken Yoda de la Universidad de Nagoya en Japón, y Carlos Zavalaga, de la Universidad Científica del Sur, Perú, es el primer trabajo publicado en Argentina con información obtenida a partir de videos filmados por los propios animales.

Quintana explica que lo particular de estas investigaciones es que en lugar de ser una persona quien registra los datos de comportamiento a partir de observaciones, son los mismos individuos de estudio quienes recopilan y almacenan la información, que luego es decodificada y analizada en el laboratorio.

Las cámaras usadas hasta el momento son muy similares a las utilizadas para vigilancia. “Cómo no están preparadas para ser sumergidas en el agua y soportar la presión generada por la profundidad, tuvimos que adaptarlas y colocarlas dentro de un compartimento estanco. La tecnología avanza tan rápido año tras año, que luego de la publicación de este estudio se han desarrollado cámaras diseñadas exclusivamente para ser colocadas en aves marinas buceadoras. Ya tenemos algunas y estamos ansiosos por probarlas en la próxima temporada de campo”, asegura Quintana.

Sobre investigación .

– Agustina Gómez-Laich. Investigadora asistente. IBIOMAR.
– Ken Yoda. Universidad de Nagoya. Japón.
– Carlos Zavalaga. Universidad Científica del Sur. Perú.
– Flavio Quintana. Investigador principal. IBIOMAR.

Por Alejandro Cannizzaro. CENPAT-CONICET.