DIA DE LA MEMORIA POR LA VERDAD Y LA JUSTICIA
A 40 años del inicio del último golpe de Estado
La investigadora del CONSEJO Marina Franco analiza los procesos que gestaron la dictadura y pone énfasis en el rol de guarda que tiene la sociedad sobre el estado de derecho.
El Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia recuerda desde 2002 (Ley 25.633) el inicio del golpe de Estado de 1976 que derrocó al gobierno de María Estela Martínez de Perón e instauró una dictadura, con una inusitada y brutal represión, con métodos de tortura y desaparición forzada de personas sin antecedentes en la región. Marina Franco es investigadora independiente del CONICET en el Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES) de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), y explica la importancia de la conmemoración. Cuál fue el rol de la sociedad y los eventos político-sociales que desde 1930 marcaron fracturas y virajes violentos en las formas de resolución estatal de los conflictos políticos y sociales son algunos de sus elementos de estudio.
¿Qué importancia tiene la conmemoración de la fecha?
La función desde su instauración es la de asegurar que haya instancias de recordación colectiva de ese pasado. Muchas veces esas instancias son meras efemérides, o sea que pasan de largo. Sin embargo en el caso del 24 de marzo tiene implicancias sociales y políticas que están muy presentes y la función de la fecha es, justamente, reabrir una discusión y recordar socialmente qué significa y significó la dictadura para la sociedad argentina. En las escuelas, por ejemplo, es importante que la fecha no pase de largo. A los chicos de primer grado se les suele leer un cuento que estuvo prohibido y eso es suficiente para que los chicos construyan socialmente la idea de que no debería haber autores prohibidos, que en algunos momentos de la historia argentina hubo situaciones de cercenamiento de derechos y que la democracia es un valor a defender colectivamente.
¿Y el resto de la sociedad, los adultos?
El 24 de marzo no es un mero recuerdo del pasado, si no una instancia de rememoración de algo que sigue presente, que sigue produciendo heridas y cuyas consecuencias vivimos hasta el día de hoy. También nos recuerda que ese pasado no está saldado, que en la sociedad siempre conviven memorias distintas sobre los hechos conflictivos, pero que debe existir un piso de verdad claro sobre lo sucedido y que sigue habiendo intenciones de cuestionar la importancia de la justicia sobre los crímenes perpetrados. Por otro lado, lo que debe recordarse es un proceso mucho más profundo y complejo que no se limita al 24 de marzo de 1976.
¿Qué marca ese proceso complejo al que refiere?
La dictadura es para la historia argentina un momento bisagra y de ruptura, donde se reconfiguraron la estructura social, política y económica hasta la actualidad. Hay una ruptura, pero al mismo tiempo esa ruptura fue posible porque la dictadura formó parte de un proceso político previo. Es decir, el proceso histórico de las décadas previas, de alguna manera, permitió que existiera un 24 de marzo y una dictadura. Por tomar el aspecto más obvio: la represión estatal y la violencia política eran dinámicas estatales, sociales y políticas de muy largo plazo. Si uno quiere puede llevarlas hasta 1930 con el primer golpe de estado y después repensar, por ejemplo, los procesos que se abren en 1955 con la caída del peronismo. Esto generó dinámicas políticas y sociales donde el conflicto político adquirió una gravedad extrema y el adversario pasó a ser un enemigo que debía ser eliminado.
¿Es una progresión lineal en la historia? ¿O existieron rupturas?
Existen momentos específicos como 1930, por ejemplo, en relación al rol que adquirieron las fuerzas armadas en la política nacional; otros como 1955 en relación con la gestación de un conflicto peronismo-antiperonismo que va a ser irreconciliable. Cuando en 1973 el peronismo vuelve aparecer con capacidad de gobierno, se generó nuevamente una reacción de la derecha virulenta frente al “populismo” que encarnaba ese peronismo y frente a otras formas de desafíos sociales. Otros momentos importantes se dieron durante la dictadura de Onganía (1966-1970). En 1966 el poder estatal tuvo intenciones represivas, pero en principio por la vía legal, y después, el año 1969 marcó el crecimiento de las movilizaciones sociales y obreras y los desafíos al orden liberal capitalista. Es decir, durante esos años se pusieron en evidencia la radicalización a la derecha, por un lado, de los sectores militares y afines a éstos y, por otro, la radicalización de la izquierda o de los sectores revolucionarios: una parte del peronismo y la izquierda en general, una parte del movimiento obrero y cierto sector de las clases medias. A partir de este momento el enfrentamiento es más grave y mas irreconciliable, y en ese esquema, el peronismo del ’73 es la síntesis de esas tensiones pues dentro de sí contiene esas partes irreconciliables, con el agravante de que el peronismo va a ser directamente responsable de activar mecanismos de represión y persecución contra los peronistas de izquierda y contra la sociedad movilizada en su conjunto.
¿Se refiere a la Alianza Anticomunista Argentina (AAA)?
Es en lo que se suele pensar, pero, en realidad, la violencia estatal con el peronismo en el poder empieza a desarrollarse como un proceso represivo más complejo, a través de las vías legales con leyes represivas y a través de la violencia paraestatal o clandestina. La Triple A, y otros muchos grupos, son la parte clandestina de eso. ¿Por qué interesa pensar este proceso? Porque lo que permite ver es cómo el estado de derecho y los derechos se fueron destruyendo desde el mismo sistema democrático, desde el propio sistema constitucional. Claro, lo más visible y, lo que se recuerda son los asesinatos de la triple A, pero el estado de derecho se fue socavando a sí mismo y desde los propios poderes constitucionales como la Justicia y el Congreso. Cuando se votan leyes de seguridad que persiguen a la subversión y son profundamente cercenadoras de derechos, es el propio estado de derecho el que se destruye a sí mismo. Lo interesante en la experiencia peronista, históricamente, es que nos tiene que servir de señal de alarma política y social, para saber que un estado de derecho puede destruirse sin que haya un golpe de estado, y en esos procesos las responsabilidades son muchas, y no solo del gobierno.
¿Cómo se llega a la radicalización de la violencia y la crueldad de la dictadura militar, amén de las gestaciones previas?
La desaparición sistemática y forzada de personas por supuesto que no es del periodo peronista y fue responsabilidad de las fuerzas armadas; no hay comparación posible con la violencia previa y es un elemento de diferenciación fundamental. Obviamente en la dictadura hay un bloque civil y militar, una alianza, que sostiene ese proyecto y ese proyecto empieza a gestarse desde el mismo momento en que el peronismo llega al poder en 1973 y grandes sectores de derecha empiezan a pensar en formas de desplazarlo, pero esto es distinto al tipo de represión brutal que se produce en el ’76. Son ese tipo de cosas que en Historia son complejas de explicar, porque una cosa es la voluntad de desplazar al poder dominante peronista desde 1973 y otra cosa es saber por qué precisamente eso cuajó en un sistema represivo brutal, y no sólo en la desestructuración del modelo populista previo, en la desarticulación del aparato productivo, la regresión en la distribución del ingreso, que eran cosas que podían estar incluidas en el proyecto golpista del ‘73 y ’74. La cuestión es por qué se hace con un nivel de violencia tan feroz.
¿Cuales serían los detonantes?
Hay que pensar en la responsabilidad de las fuerzas armadas, en la capacidad de la corporación militar de gestar en su seno la violencia más atroz, en sus ideologías y formaciones ideológicas y en la ‘brutalización’ del conflicto político que hizo que las fuerzas armadas eligieran esos métodos y no otros en los años previos a 1976. Por ejemplo, la amnistía de 1973, cuando Héctor Campora libera a los militantes encarcelados, ni bien asume el poder, y estos vuelven a la actividad armada, y especialmente con atentados a militares y fuerzas de seguridad, los militares creyeron que la única solución era eliminarlos.Por supuesto que a esto uno puede agregar la influencia de las enseñanzas norteamericanas, francesas, el contexto latinoamericano de la época, el clima revolucionario. Los militares pasaron por la experiencia de Onganía que trata de reprimir con leyes, ven luego de 1973 que esas leyes fracasaron en su capacidad represiva y que los mecanismos judiciales tampoco sirven. Esa experiencia y la creciente radicalización del conflicto social los lleva a optar por los métodos más brutales. Se trata de eliminar, y además, sin dejar huellas.
¿Qué diferencias tuvo la experiencia militar en el resto de la región?
En el Cono Sur las dictaduras siguieron parámetros similares, pero el caso argentino es el más extremo en sus métodos represivos, y tiene que ver con los niveles de conflictividad extrema acumulados en el tiempo. Y con los niveles de autonomía que fueron adquiriendo los militares argentinos. Ellos fueron reclamados para asumir el poder, y fueron convocados como los únicos capaces de resolver el nivel de conflicto político-social y de crisis económica que había en 1976, eso también les da una legitimidad para proceder a hacer cualquier cosa, convencidos como estaban de que contaban con la legitimación de buena parte de la sociedad para establecer el orden al precio que fuera.
Aquí influye la sociedad civil, ¿qué responsabilidades le cuadran?
El 24 de marzo nos recuerda cómo la sociedad construye y destruye órdenes políticos y proyectos y puede llegar a destruirse en lo más básico: la vida. En aquellos años se construyó -como ahora se hace con la idea del delincuente o de la inseguridad-, la idea de que cualquier desafío al orden – por ejemplo, un obrero que hace paro – era subversivo, y eso dio legitimidad para intervenir en pos de restablecer el orden. Necesitamos no sólo recordar por recordar, sino saber cómo un estado de derecho puede destruirse, cuál es la responsabilidad social colectiva cuando se construyen supuestos “peligros” sociales, cuál es nuestra responsabilidad en defender nuestros derechos. En fin, no es la mera efeméride, sino que lo que más interesa o tiene importancia ciudadana es la construcción de derechos y del orden democrático como construcción social, por eso la escuela es tan importante.
Por María Bocconi