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Se realizó una Jornada de Genética Forense en el C3, por el 30º aniversario del Banco Nacional de Datos Genéticos

Disertantes del ámbito nacional e internacional expusieron el aporte multidisciplinario de la ciencia a los derechos humanos.


En el marco de las actividades conmemorativas por el 30º aniversario del Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG), en el Centro Cultural de la Ciencia (C3) se llevó adelante una Jornada de Genética Forense organizada por el Programa Nacional Ciencia y Justicia del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).

“La Gerencia de Vinculación Tecnológica tiene a su cargo el Programa Ciencia y Justicia, cuyo fin es que los papers científicos puedan volcarse a la sociedad. Este Banco es el primero en su tipo creado en el mundo, y cumple ese rol con creces”, dijo el Dr. Miguel Laborde, vicepresidente de Asuntos Tecnológicos del CONCIET, en la apertura del evento. En sintonía, la Dra. Mariana Herrera, directora del BNDG, expresó: “Nuestra tarea fue un punto de inflexión en el área de genética y estadística forense, con el objetivo puesto en identificar personas desaparecidas. En este espacio, que incluye disciplinas como la física forense, la tecnología, la patología forense, hasta la odontología, la ciencia se redime”.

En ese sentido, Herrera marcó los hitos que sucedieron en el derrotero de la creación del BNDG: que en 1987 se sancionó la Ley de Datos Genéticos –“el Banco es el primer caso de éxito de un Estado que se marca como objetivo identificar y restituir nietos apropiados, con 122 restituciones a la fecha”, dijo-; que en 1989 la restitución de la identidad a Claudia Poblete Hlaczik abrió la puerta para que se demostrara que el robo de bebés había sido un plan sistemático; que en 1989 la lucha de Abuelas de Plaza de Mayo instituye el Derecho a la Identidad como un derecho humano básico en el mundo; que entre 2007 y 2009, “Argentina empuja en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) la aplicación de la ciencia forense para la identificación de personas, impulsando un manual de recomendaciones para la aplicación genética”.

Durante la jornada se reflexionó sobre la práctica de la genética forense en el país, a través de un recorrido desde sus inicios hasta nuestros días y su perspectiva, tomando en cuenta que la herramienta es un aporte fundamental desde la ciencia para la recuperación de la identidad de personas desaparecidas. Cabe destacar que esta tarea -que abarca disciplinas como la genética, la geología, la antropología, la física y la matemática- comenzó a desarrollarse en la Argentina una vez recuperada la democracia, y tomó impulso relevante gracias a la ayuda de reconocidos científicos y al ímpetu de la organización “Abuelas de Plaza de Mayo”.

 

Ciencia y Derechos Humanos

El evento contó con cuatro paneles. “La ciencia al servicio de los Derechos Humanos. Los inicios de la actividad forense” fue el primero, moderado por el Mg. Germán Stalker, coordinador del Programa Nacional Ciencia y Justicia, en el que los disertantes hicieron un racconto histórico de la genética forense en Argentina. El profesor Eric Stover, de la Universidad de Berkeley, recordó que el primer acercamiento al tema fue a través de Estela de Carlotto y “Chicha” Mariani, representantes de Abuelas, que a principios de los 80 fueron a verlo a su entonces oficina en Washington, con una pregunta: “¿Cómo podemos identificar a nuestros nietos cuando vuelva la democracia?”. Antes, habían consultado también por el mismo tema a Víctor Penchaszadeh, médico genetista que se había exiliado de Argentina después de un intento de secuestro, creador del “Índice de Abuelidad”. Stover sentenció: “Sentía que no sabía mucho de genética forense, entonces me contacté con otros genetistas y seis meses después, en junio de 1984, un grupo de científicos forenses viajamos a Buenos Aires, recorrimos morgues y meses después volvimos y comenzamos un entrenamiento en antropología forense”.

Por su parte, el Dr. Cristian Orrego Benavente, bioquímico y genetista forense, repasó también los inicios de cómo la ciencia se volcó a la resolución de casos de restitución de identidad. Recordó aquel viaje de 1984 que hicieron junto a otros seis colegas a la Argentina, invitados por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), y una serie de hitos que calificó de “sincrónicos” para avanzar en la genética forense: papers que por primera vez hablaban del nexo entre Derechos Humanos y Genética, de biología molecular aplicada para nexos entre humanos y chimpancés, de avances en torno al ADN mitocondrial y la evolución humana. “Después del viaje de nuestra delegación a Argentina quedamos tan cautivados por la experiencia que todo paper que leíamos era en función de cómo aplicar la ciencia a la búsqueda de personas desaparecidas”, dijo.

También disertó Luis Fondebrider, del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). “Las preguntas que tenían los familiares de personas desaparecidas en 1984 eran: `¿Los desaparecidos, están vivos o muertos?, `¿cómo se recuperan?`, `¿cómo se los identifica?`, `¿quién los mato?`. No estamos acá porque la ciencia decidió volcarse al tema, sino porque Madres y Abuelas nos lo exigieron. El EAAF surgió como una alternativa a los forenses oficiales, trabajando a pedido de la Justicia con una metodología extraña: con los investigadores, con los juicios, en las recuperaciones. Se convirtió en un trabajo internacional, que trascendió la Argentina. Nuestro dilema siempre fue ´cuerpos sin identidad/ identidad sin cuerpo`, encarando una investigación amplia sobre cómo desaparece una persona, reconstruyendo cómo fue su detención, con hipótesis de trabajo, cotejando archivos, hablando con familiares, en un enfoque multidisciplinario. Hoy ya hay más de diez bancos genéticos en el mundo. El EAAF significó un cambio de paradigma en identificación”.

En el segundo panel del encuentro, titulado “Búsqueda de desaparecidos. Los casos del BNDG y de la Asociación Pro-Búsqueda de Niñas y Niños Desaparecidos de El Salvador”, el Dr. Walter Bozo y la Licenciada Paula Miranda de Zela, del BNDG, explicaron el funcionamiento del Banco, y la Dra. Patricia del Carmen Vázquez Marías relató la experiencia de la Asociación Pro-Búsqueda de Niñas y Niños Desaparecidos en El Salvador.

 

Pozo de Vargas

Luego, en el tercer panel, titulado “La Antropología Forense en la resolución de casos de desaparición de personas”, Daniel Campi y Victor Ataliva, del Instituto Superior de Estudios Sociales (ISES-CONICET-UNT), comentaron los casos del trabajo de identificación que realizan en El Pozo de Vargas, en el departamento de Tafí Viejo de Tucumán. Allí encontraron más de ochenta cuerpos desaparecidos. “El trabajo es de un grupo de antropólogos y arqueólogos motivados por el combustible de los familiares de desaparecidos”, aclaró Campi.

Las primeras pericias se realizaron en 2002, con cuatro peritos. Luego de tres semanas de trabajo, ubicaron el Pozo. En 2006, identificaron los primeros restos óseos. En 2010, se hicieron los primeros análisis de ADN y en 2011, lograron identificar al primer desaparecido. “Hoy hay 84 identificados oficiales”, dijo Campi.

En este sentido, Ataliva explicó la tarea que como perito forense realiza desde 2001 a través del Colectivo de Arqueología, Memoria e Identidad en Tucumán (CAMIT). Mostró un video de dos minutos donde se ve el interior del Pozo de Vargas, donde los responsables de la dictadura realizaban inhumaciones clandestinas. De los indicios de que allí se ubicaba el Pozo, el equipo de especialistas llegó a detectarlo y a hacer trabajos a 34 metros en su  profundidad. El Pozo, valga la aclaración, tenía 167 toneladas de escombros y relleno encima. En su interior, como resultado de la excavación sistemática, los especialistas encontraron más de 36 mil huesos, medio centenar de prendas y materiales textiles, un centenar de proyectiles. “Esta experiencia nos permite visualizar la cadena que va desde la denuncia hasta el aporte de la genética a una causa”, indicó Ataliva, que señaló, además, que donde antes funcionaba el Pozo de Vargas hoy se creó un espacio para la memoria.

Soledad Salega, del Instituto de Antropología de Córdoba (IDACOR, CONICET-UNC), comentó el caso del trabajo que llevan adelante en esa provincia, para restituir restos óseos arqueológicos y forenses. Indicó que los restos óseos hallados antes se recuperaban por policías o bomberos, que se llevaban a institutos de Medicina Legal no entrenados en restos óseos y recibían el mismo tratamiento que los cadáveres (guardándolos, por ejemplo, en heladeras). Como antecedentes de su tarea, mencionó al EAAF, a las excavaciones realizadas entre 2002 y 2004 en el Cementerio de San Vicente, en 2012 en Campo de la Rivera y que, entre 2004 y 2017, se enfocaron en La Perla, donde identificaron a cuatro personas. También indicó que en 2009, a través de un convenio de colaboración entre el EAAF y la UNC, instauraron un protocolo que estableció el tratamiento para restos óseos humanos, a partir del cual, hasta ahora, trabajaron en 131 casos forenses, 33 arqueológicos y 33 faunísticos.

Asimismo, Inés Caridi, del Instituto de Cálculo (IC, CONICET-UBA), explicó el trabajo que llevan adelante combinando redes complejas y métodos estadísticos para priorizar la búsqueda de personas. “El objetivo es ayudar en la tarea de identificación: en el área de información preliminar, haciendo hipótesis de identidad que surgen a partir de diferentes fuentes y cotejando con el ADN. Nuestro foco está en detectar patrones en bases de datos no genéticas –por testimonios, fuentes judiciales, documentos, entre otros-, para ir de la identificación de los casos ya resueltos a la información preliminar”. Dio el ejemplo, en este sentido, del primer trabajo, realizado en 2008, en base a una serie de eventos de muertes masivas en la Provincia de Buenos Aires conocidos como “La Masacre de Fátima”.

Por último, en el último panel del encuentro, titulado “El futuro de la genética forense. NGS para uso forense”, la Dra. Verónica Martinez Marignac, del Centro de Investigaciones Científicas y Transferencia de Tecnología a la Producción (CICyTTP, CONICET-Provincia de Entre Ríos-UADER), explicó el trabajo que llevan adelante con el Tribunal Supremo de Justicia de Entre Ríos desde 2014. “El uso de ADN como evidencia forense es una parte. A futuro, deberíamos generar datos poblaciones adicionales, sistemas de mesadas, un kit de diagnóstico –“kit comercial forense”-“, precisó, entre otras iniciativas.

Asimismo, Miguel Marino, del Ministerio Público Fiscal de la Provincia de Mendoza, se explayó sobre la genética forense en la investigación criminal y los “marcadores” en genética forense, que hace 18 años eran trece, y hoy son 45 “de distintos cromosomas, es decir que lo que se utiliza hoy no es vieja tecnología. Tenemos la capacidad de analizar muestras con pequeñas porciones de sangre. Además, conseguimos mediante un convenio obtener el software CODIS, que se utiliza en el 75 por ciento de los países, sobre la aplicación de bases de datos”, dijo.

Por último, la Dra. Cecilia Bobillo, de CONICET y el Ministerio Público de La Pampa, detalló las actividades a realizar en los laboratorios del ámbito de la justicia, referidas a normas de calidad para mejorar la competitividad y la uniformidad, lo que garantiza mejores resultados.

Como cierre del evento, la directora del BNDG subrayó la claridad con la que queda expuesto el rol esencial de las ciencias forenses en la Justicia. “Suelen decirnos que el BNDG está comprometido con el pasado, pero nosotros creemos que construimos presente y futuro para las nuevas generaciones”. Por su parte, el Dr. Alan Temiño, gerente de Asuntos Legales del CONICET y responsable técnico del Programa Nacional Ciencia y Justicia, dijo a modo de balance que “nos desbordó la convocatoria a esta jornada que organizamos con nuestro primo, el BNDG, un ente autárquico como el CONICET con el que tenemos empatía emocional por sobre todas las cosas”.

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