INVESTIGADORES
OTEGUI Maria Elena
artículos
Título:
El cultivo de maíz y la intensificación de la agricultura en la región Pampeana: intercultivos y dobles cultivos.
Autor/es:
CIRILO, A.G.; OTEGUI, M.E.
Revista:
HorizonteA Magazine de las ciencias agrarias
Editorial:
Producciones Gráficas S.A.
Referencias:
Lugar: Buenos Aires; Año: 2006 vol. 3 p. 6 - 13
ISSN:
1668-3072
Resumen:
Los cereales constituyen una parte esencial de la nutrición humana, siendo el trigo y el maíz los predominantes en occidente y el arroz entre los países asiáticos. El uso principal del trigo y el maíz, sin embargo, es muy diferente: el primero tiene una inclusión directa en nuestras dietas a través de diversos productos, mientras el principal uso del maíz es para alimentación animal. Otro rasgo distintivo de estos dos cereales es su inserción en los sistemas de cultivo actuales del mundo occidental, el cual se encuentra asociado con los requerimientos de suelo y clima para el crecimiento de cada especie, pero también con los beneficios económicos determinados por los precios de los granos y los costos de producción, y con el propósito de cada agricultor al incluirlo en la rotación. Así, en las regiones de secano en que ambos cultivos pueden crecer y donde no existen presiones económicas que ayuden a amortiguar los efectos del mercado sobre los precios (ej. subsidios), la superficie destinada a cada especie puede variar sustancialmente, pese a la reconocida importancia de las especies gramíneas en el mantenimiento de las propiedades físico-químicas del suelo. Así, un fenómeno de sustitución de especies ha sido evidente en la Argentina, donde el cultivo de soja ganó en área cultivada de manera sostenida durante la última década, ocupando hoy el 52% de área cultivada con especies anuales total del país. Esto representa una superficie que ronda las 15 millones de hectáreas con soja, mientras el maíz no alcanza las 3 millones de hectáreas. Entre los cereales, históricamente el trigo en la región pampeana ha ocupado una superficie superior a la del maíz, debido principalmente a que el primero tiene menores costos de producción por hectárea, más estabilidad de rendimiento en regiones donde las sequías estivales imponen un riesgo de producción elevado para el cultivo de maíz, y permite la inclusión de un segundo cultivo anual. Un análisis similar de riesgos-beneficios se puede aplicar en la actualidad respecto a la soja, promovido además por los altos precios de esta especie en los mercados internacionales, pero fundamentalmente por razones financieras más que económicas: la soja presenta un costo operativo sustancialmente menor que el de los cereales [15]. Los costos operativos de la oleaginosa disminuyeron en la última década (un 4.7% para la soja de primera y un 11.5% para la de segunda), mientras se registró un aumento sustancial en los de trigo (46%) y enorme en los de maíz (147%). La fertilización ha jugado un papel importante en esta tendencia observada para ambos cereales, pero en el maíz se suma de manera significativa el costo de la semilla (ronda el 40% del costo operativo). La consecuencia de estos factores ha sido la concentración del maíz en las áreas más productivas de la región Pampeana, pero además preponderando en los predios de mayor superficie y explotados por sus propietarios [15]. En el escenario descrito, la inserción del maíz en la rotación es altamente dependiente de su margen bruto, en el cual el rendimiento esperado y los costos de producción están fuertemente condicionados por el ambiente (ej. fertilidad natural del suelo, incidencia esperable de plagas como barrenador del tallo). Considerando las tendencias, algo ha fallado en la aproximación utilizada para definir la mejor estrategia de producción del cultivo de maíz. Hasta el presente dicha estrategia ha sido el aumento del rendimiento real (= cosechable), sin grandes cambios en los rendimientos potenciales [5,6]. Por el lado de la genética, en los últimos años esta mejora ha tenido como ejes el logro de genotipos más estables [17] y la transformación génica, principalmente la aparición de maíces con gen Bt. Los esfuerzos, sin embargo, siempre se han orientado a la producción de híbridos ‘pensados’ como único cultivo anual, lo cual define un tipo de planta (fenotipo) de características particulares: duración de ciclo que permita aprovechar la mayor parte de la estación disponible para el crecimiento, pero adaptado para siembras tempranas de primavera, que permiten una floración en la segunda quincena de diciembre (lo cual contribuye a ubicar el período crítico de la floración fuera del déficit hídrico de enero) y una madurez de cosecha temprana (que escapa a las condiciones desfavorables para el secado del grano del otoño). Esta tendencia está fuertemente respaldada por estudios ecofisiológicos sobre la respuesta a la fecha de siembra del rendimiento potencial del cultivo en la región [4, 14], y la probabilidad de déficit hídrico [18], uno de los principales factores limitantes de la producción de maíz. Otros estudios, sin embargo, alertan sobre la menor eficiencia de producción de un cultivo anual respecto de las policulturas [7], aspecto que en la región Pampeana cubren actualmente las alternativas trigo-soja o trigo-maíz [13]. La segunda opción (trigo-maíz), no obstante, carece de adopción significativa por los mismos problemas financieros que afectan a un cultivo de maíz tradicional (= de primera). En este contexto, un aumento de la superficie destinada al maíz sólo parece posible si la propuesta permite incluir al cultivo de soja en el mismo ciclo de producción. Los cultivos múltiples y los dobles cultivos permitirían realizar un cultivo de alto rédito económico como la soja sin resignar la posibilidad de incluir un cultivo de alto aporte de rastrojos al sistema como el maíz, con los beneficios esperables para la sustentabilidad de los planteos agrícolas.