INVESTIGADORES
BIDASECA Karina Andrea
capítulos de libros
Título:
Negadas a la existencia y condenadas a la desaparición... “El Movimiento de Mujeres Agropecuarias en Lucha y el Movimento das Quebradeiras de Côco Babaçu. Un estudio comparativo acerca de las luchas de las mujeres rurales desde la perspectiva de género
Autor/es:
KARINA BIDASECA
Libro:
Ruralidades latinoamericanas. Identidades y luchas sociales,
Editorial:
CLACSO
Referencias:
Lugar: BS AS; Año: 2004; p. 325 - 355
Resumen:
Hacia fines de las décadas del siglo XX en América Latina, las mujeres rurales han cumplido un rol decisivo en las movilizaciones en torno a la lucha por la tierra en el seno de las organizaciones agrarias y movimientos sociales. Es el caso de dos organizaciones específicas: por un lado, el Movimento Interestadual das Quebradeiras de Côco Babaçu (MIQCB), integrado por mujeres rurales trabajadoras sem terra, posseiras[i] o con acceso a tierras expropiadas por el gobierno, localizado en la región nordestina de Brasil, surgido en 1989 a partir de ciertas demandas específicas: la preservación y el libre acceso a un recurso específico sobreexplotado, el coco babaçu, y al acceso a la tierra; y, por el otro, el Movimiento de Mujeres Agropecuarias en Lucha (MML), que nació en la provincia de La Pampa, Argentina, en el año 1995 resistiendo la expropiación de las tierras embargadas por procesos de endeudamientos con las bancas oficiales y privadas, y que está conformado por mujeres pequeñas y medianas productoras o esposas de productores agropecuarios. En estos últimos años, los sectores rurales, fundamentalmente los pequeños y medianos productores y los trabajadores, se vieron afectados por las profundas transformaciones macroestructurales desarrolladas en la región que determinaron un deterioro creciente en su calidad de vida llegando a cuestionar su permanencia en el campo. En este contexto, surgen a modo de resistencia formas de organización colectiva y movimientos sociales que, si bien en algunos casos articulan demandas que remiten a organizaciones de antaño como la lucha por la tierra, impactan por la originalidad de su repertorio de acciones. La movilización de mujeres rurales es uno de los rasgos que caracterizaron a los movimientos latinoamericanos desde siempre. En los últimos tiempos, la participación femenina puede enmarcarse en un proceso de consolidación del movimiento de mujeres en la región que, en la arena internacional, se expresó en la Declaración de las Naciones Unidas de la “Década de la Mujer” (1975-1985); la “Convención contra todas las formas de discriminación contra las mujeres” (1979), así como las Conferencias realizadas en las ciudades de México (1975), Copenagüe (1980), Nairobi (1985) y Beijing (1995), que esgrimieron como temas de interés, entre otros, la propiedad y el derecho a la tierra basados en la igualdad de los géneros (Deere y León, 2001). Las acciones colectivas promovidas por las mujeres rurales en estas décadas surgen dentro de un movimiento más amplio de mujeres, cuyos rasgos asumen la heterogeneidad de las características propias de las mujeres latinoamericanas en etnias, culturas, creencias. Dichos movimientos quebraron con sus prácticas patrones culturales tradicionales de comportamiento colectivo y adoptaron nuevas formas de relación política con el poder local, nacional e internacional. En Argentina, no tan frecuentemente se ha observado tal proceso de politización de las mujeres rurales. La lucha por la tierra se instala de este modo como la extensión de los procesos de democratización de los derechos de campesinos y de productores rurales (Tavares dos Santos, 1994). Nuevos actores irrumpen en el escenario social demandando nuevos derechos, defendiendo derechos ya adquiridos o anunciando que algo nuevo está sucediendo en el orden de lo social. Surge, de este modo, la necesidad de analizar y comprender la acción de estos sujetos a partir del estudio de la acción colectiva efímera o cristalizada en organizaciones. Este tipo de organizaciones provienen de conflictos no sólo por la apropiación económica sino por la apropiación del tiempo, el espacio, las relaciones de la vida cotidiana, la centralidad que adquieren los cuerpos[ii] y su espacio de acción es el de las políticas desinstitucionalizadas. Los participantes de la acción colectiva no sólo intervienen a partir de una orientación económica o racional de la acción; su involucramiento se relaciona con la búsqueda de solidaridad e identidad, y en el caso específico de las mujeres con lo que he dado en denominar en un trabajo reciente la construcción de una “cultura emotiva de la resistencia” (Bidaseca, 2003). La identidad de estas mujeres, su propia nominación como quebradeiras o mujeres en lucha, se erige así como categoría política. Philippe Mc Michael (citado por Murmis, 1998) ha expresado que las transformaciones actuales que tienen lugar en el agro podían operar en dos sentidos, en tanto el campo podía asumir dos lugares: el lugar de la resistencia o el lugar de la innovación.   A partir de estas teorizaciones analizaremos la incorporación de mujeres campesinas, pequeñas productoras, trabajadoras rurales o sem terra en las movilizaciones y/o acciones colectivas al interior de estas dos organizaciones de mujeres; sus reivindicaciones; alianzas con otros movimientos sociales agrarios o urbanos nacionales e internacionales y con partidos políticos; las respuestas locales y “traducciones” (Long, 1992) a los procesos más estructurales en los que se actualizan y enriquecen cuestiones ligadas a la posibilidad de innovación organizativa y política a partir de las nuevas formas que adquieren las luchas agrarias y de la constitución de la identidad femenina en el espacio dual de lo público y lo privado. Comprenderemos a ambas organizaciones como respuestas o “traducciones” que las mujeres rurales elaboran frente a los conflictos que traen aparejado los procesos de desestructuración (redefiniciones identitarias, exclusión, violencia, deterioro del medio ambiente, etc.) sustentando la validez de un análisis comparativo en un intento de teorización centrado en la capacidad agencial de las mujeres. En efecto, las mujeres que integran ambas organizaciones comparten su condición femenina y preocupaciones similares que se expresan en demandas concretas que requieren ser inscriptas en el espacio de la negociación política. Como sostiene Jelin (1987): “las mujeres no constituyen un grupo social en sí, sino que se trata de una categoría social transversal a las clases, a los grupos étnicos, a las comunidades, a las naciones” (p. 10).                 Nuestra investigación tomará tres niveles analíticos: el macroeconómico institucional; el macrosocial, que incluye las grandes tendencias en relación con la estructura social agraria; y el nivel de las acciones: las “traducciones” que los actores realizan de estas tendencias en escenarios locales. La mirada estará centrada en el continuum de supervivencia-resistencia-innovación o cambio que plantea Melucci (1994), en el que se sitúa la experiencia cotidiana de las mujeres y que otorga a la política otros sentidos: como quiebre, irrupción, ruptura, sedimento de lo social (Laclau y Mouffe, 1987).