INVESTIGADORES
BALLEJO Fernando
libros
Título:
Roedores Cricétidos de la Provincia de Mendoza. Guía cráneo dentaria orientada para su aplicación en estudios zooarqueológicos.
Autor/es:
FERNANDO FERNANDEZ; FERNANDO BALLEJO; GERMAN MOREIRA; EDUARDO P. TONNI; LUCIANO DE SANTIS
Editorial:
Sociedad Argentina de Antropología y JORGE SARMIENTO EDITOR - UNIVERSITAS
Referencias:
Lugar: Buenos Aires; Año: 2011 p. 115
ISSN:
0-8436-1072-7
Resumen:
PrólogoUno de los trabajos más citados de la revista Mastozoología Neotropical1, sino el que más, es un artículo del famoso mastozoólogo estadounidense Oliver P. Pear-son. Se trata de su conocida guía para la determinación (o identificación) de crá-neos y mandíbulas de pequeños mamíferos norpatagónicos. Sin entrar en el análisis fino sobre si algo muy citado es realmente leído y empleado ?asumamos que si- resulta enriquecedor preguntarse el porqué de la popularidad de esa guía. Una forma de evaluar esto último es ver la naturaleza del público usuario. Se trata en forma mayoritaria de ecólogos, parasitólogos, arqueólogos, biólogos en general no sistemáticos, es decir, un conjunto de actores que alude a transdiciplina (i.e., dentro de la biología) o interdisciplina. Un ejemplo quizás ayuda mejor a en-tender el caso. Un grupo de ecólogos desea analizar las variaciones en la dieta de tres depredadores, aves y mamíferos, en un sector del centro oeste del Neuquén. Inevitablemente, se enfrentan con restos craneanos y dentarios, recuperados de fecas y egagrópilas, que abarcan un variado pool de especies de marsupiales y roedores. En este contexto, la guía de Pearson les permite sortear, aunque no sin el necesario esfuerzo, la tarea de la asignación taxonómica, este primer escollo que una vez superado ya da vía libre para alcanzar los objetivos del estudio (que no son por cierto taxonómicos). Es evidente que la guía de Pearson ?funciona?, es decir, cumple su papel utilitario. A la par, tiene otra enorme virtud: reúne, de manera armónica, un conjunto de bibliografía que permite al interesado profun-dizar en fuentes primarias.Creo con sinceridad que estas cualidades que destaco en aquel trabajo de Oliver Pearson también se emanan de la guía que ahora presenta Fernando Fernández y colaboradores. En primer lugar, este trabajo sobre ratones de campo mendocinos compendia, de una manera quasi exhaustiva, el conocimiento existente a la fe-cha. Esto refleja, en buena medida, que no se trata de un producto oportunista, sino del resultado acabado de años de esfuerzo. También es elocuente de la ido-neidad de los autores para la tarea. No podía ser de otra manera en el caso de Fernández, quien a la sazón ejecuta su tesis doctoral con micromamíferos de ya-cimientos arqueológicos cuyanos. O con Fernando Ballejo, a quien he conocido por su meritoria pluma que ilustra la guía con destacables y fundamentales dibujos. Pero del mismo modo Germán Moreira y Luciano De Santis, con años de estudios anatómicos y decenas de trabajos sobre análisis de egagrópilas y determi-naciones taxonómicas. Y que no podría decir de un paleontólogo del calibre deEduardo Tonni, hacedor científico de varias generaciones de profesionales argentinos entre los cuales tengo el honor de contarme. En pocas palabras, el equipo autoral por su trayectoria garantiza en forma enfática la calidad de este trabajo. Esto preconiza que la utilidad de la guía será mucha, que el derrame inter- y transdiciplinario será pleno. En este contexto, no albergo dudas que, con una adecuada difusión, la popularidad de este esfuerzo será equiparable o superior a aquel mentado de Pearson.Un último aspecto que me gustaría abordar antes que el lector saque sus propias conclusiones a partir del uso de esta guía. Vuelvo a mi muletilla con aquella de Pearson. Durante muchos años, sino décadas, Oliver distribuyó su trabajo en la forma de copias ?que pasaban de mano en mano- primero mimeográficas y luego fotocopias. Más aún, las fue remodelando a medida que sus estudios y conoci-mientos cambiaban. Conservo en mi biblioteca una copia de la guía de Pearson del año 1982 ?eran unas poquitas hojas- y luego otra, más abultada ya, del año 1987. Sólo por la insistencia del, en aquel entonces, editor de Mastozoología Neotropical, fue que Pearson se abocó a generar un manuscrito publicable. Quizás esta reticencia a la publicación tuvo más que ver con la bonhomía de Pearson, que fue un adalid del altruismo y la solidaridad científica. Para él la guía no era más que un medio, una herramienta que no merecía las letras de molde de una revista. Quizás también resguardaba ese carácter efímero de este tipo de produc-tos. Efímero no por su trivialidad, muy por el contrario: la velocidad con que nue-vos descubrimientos y propuestas alteran el panorama taxonómico y nomenclatorial.Hoy día la investigación sobre aspectos sistemáticos y distribucionales de los ra-tones de campo mendocinos es muy intensa. Estancada durante décadas, luego de los aportes seminales de Oldfield Thomas y aquellos esporádicos pero definito-rios de Julio Contreras, María Inés Rosi, Elio Massoia y Virgilio Roig, los últimos 10 años revelan un interés creciente. El trabajo de un nutrido grupo de investiga-dores nóveles ?de la mano de Ricardo Ojeda- comienza a revelar aspectos insos-pechados en áreas geográficas largamente postergadas, como las porciones más aridas de Telteca o la alta cordillera hacia la laguna del Diamante. Resulta facti-ble, entonces, que en pocos años esta guía necesite ser reformulada en forma parcial, algunas especies extirpadas, otras cambiarán sus nombres y otras se sumarán como nuevas (para la provincia y para la ciencia). Sin dudas este eterno mutatis mutandis no puede considerarse óbice para publicar una guía; si así fue-ra no se publicaría casi nada en ciencia. Pero también invita a pensar si en el fu-turo no sería mejor volcar este tipo de productos a publicaciones electrónicas de fácil modificación y mucho menor costo. Aquellos que me conocen saben que soy poco proclive a la publicación de guías. Pero no por esto puedo ser necio y ocultar que una de las consultas más frecuentes que recibo es ¿Qué guía puedo utilizar para determinar los roedores de tal región?Tenemos un país de marcada heterogeneidad ambiental y rica fauna de micro-mamíferos. Sólo de roedores sigmodontinos contamos con unas 110 especies en Argentina y aún seguimos sumando. Es necesario, entonces, generar guías para enfrentar ?para aquellos no sistemáticos- esta avasallante diversidad. En este es-cenario, la guía de Fernández y colaboradores se inscribe como una obra que contribuye a colmar una repetida área de vacancia. Todo augura que, más allá de los potenciales errores de determinación que su uso pueda acarrear, permitirá una ganancia sustancial. Estoy seguro que en los próximos años contaremos con muchos más estudios que habrán empleado esta guía como herramienta para sortear los Caribdis y Escila del ponto taxonómico. Y esto será algo crucial hacia una Argentina con un conocimiento creciente y sólidamente planteado de cara al tricentenario.Ulyses F.J. PardiñasPuerto Madryn, 11 de febrero de 2011