INVESTIGADORES
ORTIZ Maria gabriela
congresos y reuniones científicas
Título:
¿Prácticas funerarias singulares o compartidas? Muerte y ancestralidad en poblaciones sub-andinas de la cuenca del San Francisco, noroeste de Argentina
Autor/es:
GABRIELA ORTIZ
Lugar:
Tilcara
Reunión:
Taller; JORNADAS DE ESTUDIOS ANDINOS Pensando la multiplicidad y la unidad en los Andes; 2012
Institución organizadora:
Instituto Interdisciplinario Tilcara, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires
Resumen:
En una temprana discusión acerca de las relaciones entre poblaciones de las tierras altas y bajas del noroeste de Argentina, se esgrimía en un largo y acalorado debate, sobre la pertinencia de asignar determinados indicadores materiales o conductuales como adscriptores de pertenencia a una población u otra (Imbelloni 1951). Un ejemplo de esto eran las prácticas que involucraban a las formas de tratar a los difuntos, asumiendo comportamientos diferenciales entre los grupos de las regiones alto-andinas y sus contrapartes de las tierras bajas. Sin embargo el noroeste de Argentina tiene una larga historia de vínculos entre regiones complementarias que pudieron haber configurado prácticas compartidas más que situadas, sin dejar obviamente de tener en cuenta que en cada región en particular estas pudieron haber desarrollado con el tiempo significantes singulares de acuerdo a las propias trayectorias históricas de los actores sociales que las configuraron. Desde el Arcaico temprano (circa 9000aP), la manipulación de los difuntos parece ser una práctica cultural que se torna recurrente en espacios macro-regionales y que parece devenir de una larga secuencia de eventos desde los más tempranos pobladores. En regiones de la puna jujeña y de Catamarca cuerpos cercenados, quemados, redepositados, transportados y manipulados en espacios domésticos, parecen hablarnos acerca de antiguos rituales que intersectan a numerosos grupos habitando regiones dispares de los Andes (Fernandez Distel 1974, Aschero 2007; Lopez Campeny et al 2011). Dado que la mayor parte de la información conocida sobre las formas de tratar a los muertos provienen de las regiones andinas, se arrogó que tales costumbres debían ser por lo tanto comunes a estas poblaciones como una expresión del culto a los ancestros, cuya manifestación más tardía fue registrada por los europeos en la conquista de los Andes tratándose de una práctica propia de las poblaciones andinas, y en algunos casos particularmente manifiesta en el noroeste de Argentina. Sin embargo como ya fue tempranamente alertado en un trabajo de síntesis, la noción de ancestralidad está presente en diferentes poblaciones independientemente de su origen o asignación territorial (Chaumeil 1992a y b; Lagoa Santa, Levy Strauss??). Asumir que solo las poblaciones alto-andinas recurren a prácticas mortuorias que incluyen acciones de manipulación de los difuntos es sesgar nuestra comprensión acerca de procesos de larga data que podrían estar más íntimamente vinculados de lo que se ha supuesto a primera vista. A su vez implica negar indirectamente que el culto a los ancestros pueda estar presente en otras poblaciones con las que interactuaron. En vez de observar estas modalidades de trato a los difuntos desde una mirada contrapuesta, se propone realizar una relectura de la información conocida hasta el presente bajo un enfoque comparativo de larga duración. Nuevos datos en relación a las prácticas mortuorias registradas en grupos arqueológicos sub-andinos de la provincia de Jujuy (800 aC-500 dC), sugiere que diversas formas de trato de los difuntos son muy similares a aquellas registradas para poblaciones de las tierras alto-andinas (termoalteración, selección de partes anatómicas, manipulación y conservación en áreas domésticas, etc.) (Ortiz y Nieva 2011), lo que nos invita a reflexionar como ciertos rituales pueden haber contribuido a la consolidación de memorias e identidades colectivas. Así, más que sugerir que se trata de prácticas privativas de ciertas poblaciones; en este caso en particular “andinas”; las diversas formas de tratar a los difuntos deberían ser abordadas como evidencia de la larga interacción entre pueblos ubicados en regiones que estuvieron íntimamente vinculadas por miles de años. Esto permite a su vez la reflexión acerca de complejos fenómenos sociales apartándonos de una mirada esencialista, posibilitando encontrar así regularidades compartidas y las implicancias de la continuidad de particulares prácticas sociales expresada a través de materialidades específicas.