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A lo largo de la última década, asistimos al despliegue de agrupaciones y actores culturales diversos que performan nuevas prácticas, nuevos modos de significar la experiencia social. Colectivos artísticos, organizaciones sociales, activistas, entre otros, buscan de este modo resistir a las condiciones político-culturales existentes, vinculadas a la mercantilización de los bienes simbólicos, la vulnerabilización de los sujetos y la privatización de la experiencia.El campo editorial no es ajeno a estas emergencias: proyectos autogestionados, alternativos e independientes se han multiplicado en el territorio latinoamericano, promoviendo procesos de transformación en los modos de producción, circulación y apropiación literaria, en un sentido democratizador e igualitario.En este marco, las editoriales cartoneras, surgidas en Argentina en el escenario post-crisis pero difundidas como modalidad de producción editorial en toda Latinoamérica, son proyectos que apuestan a la diversidad cultural, la difusión de autores nuevos o excluidos de los catálogos editoriales por razones de mercado, la libertad estética, el trabajo colectivo, la autogestión. Sus prácticas encuentran fundamento en la ampliación de los derechos al acceso y la participación cultural, más allá de los cánones de mercado. De este modo, constituyen un lugar de enunciación en las fronteras de la hegemonía (Grimson, 2013).A partir de las ideas expuestas, se abren algunos interrogantes: ¿Cuáles son las condiciones de posibilidad de la emergencia de editoriales cartoneras en América Latina y qué trayectorias han adoptado? ¿De qué manera sus prácticas culturales, opuestas a la hegemonía del mercado y la herencia colonial, pueden contribuir a resignificar la experiencia social? ¿Cómo esto contribuye a redefinir una cultura democrática?

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