BECAS
STEDILE LUNA VerÓnica
libros
Título:
¿Qué hay en escribir? De Maurice Blanchot a Fernanda Laguna
Autor/es:
MATTONI, SILVIO
Editorial:
EME editorial - COLECCIÓN MADRIGUERA
Referencias:
Lugar: La Plata ; Año: 2021 p. 386
ISSN:
9789873746437
Resumen:
Este libro no se propone responder la pregunta que lo abre. Con cierta frecuencia se ha formulado el interrogante acerca de quién habla o quién escribe, incluso en la forma de una negación: no importa quién habla. Pero en este caso muchos escriben, sus nombres tienen para mí la máxima importancia; y sin embargo, cada ensayo esboza en ellos no una identidad, sino un objeto. ¿Qué buscaron, qué desearon al escribir? Tal vez formarse a sí mismos, encontrar en una simple cosa, resultado de un acto reiterado, una manera de salir y una posibilidad de seguir. Así, los ensayos de la primera parte se dedican a describir movimientos, posturas, actitudes que le permitieron o le exigieron a cada escritor el acceso a una singularidad. Si uno se detiene y mira lo que escribió, no se preguntará entonces quién lo hizo, sino qué hizo: ¿hay algo ahí para él? La imposibilidad de responder producirá luego el desplazamiento lógico: ¿hay algo ahí para otros? La transmisión, la comunidad, los géneros, la lectura, la interrupción feliz de alguien más, alguien nuevo, la mirada ajena que hace posible la aparición de una forma. Entre ambas interrogaciones, entre lo que busca sin descanso alguien que escribe y lo que encuentra en los libros admirados y en las palabras de otros, en el objeto que se escribe, que siempre ya se escribió y todavía no llega a definirse, sigue estando el inexplicable deseo de un acto recurrente. No se trata de la consabida pregunta: ¿para qué escribir? Ni mucho menos de otra aún más ingenua: ¿para quién se escribe? Sino antes bien de volver a indagar qué atrae en la escritura, qué hay en la referencia verbal a sensaciones y a voces que puede importar más que cualquier cosa, más que uno mismo. Quizás no importe, solo en ese momento, quién habla, pero ahí está a punto de revelarse el sentido en la próxima frase, o en el silencio del blanco final. Este libro reúne un conjunto de ensayos que no pueden sino definirse como literarios: alguien que escribe sobre libros y experiencias que se deslizan en el espacio que media entre ellos, procura inscribirse allí con el paso de los años. Al cabo de cierto tiempo, ese paso se vuelve tan difícil de diferenciar, de escandir, que solo la huella escrita puede marcar los puntos significativos: cinco años, diez años, veinte años. Y sin embargo, todos los ensayos parecen escritos ayer, cargados de intenciones, naufragados en los agujeros de la incertidumbre por principio.En un principio entonces, con el pretexto o el soporte de una frecuente aproximación a la lengua francesa, se vuelven a leer ensayistas, novelistas, algún diarista que desplegaron una vez más la intensa densidad analítica, la mirada clara y el borde oscuro que podríamos pensar que subsiste en la gramática filosófica del idioma; si no fuera por el infinito o el abismo que se vislumbra en el vacío, en los blancos de las hojas; como si las plumas se mojaran en la tinta de la noche, parafraseando a Mallarmé. De la destrucción de esa claridad frente a lo que no se escribirá nunca surge también la poesía, la ausencia del yo, el fin del juicio y el comienzo de las sensaciones.La segunda parte se refiere a la prosa como arte, las técnicas que avanzan y retroceden, se acercan y se alejan entre sí, como los momentos de adelantamiento y de extrañamiento de un coro antiguo: poesía y filosofía, esa tan vieja enemistad, encubridora de un amor indeclinable, que ya Heráclito podía mencionar con cierta furia y algo de hartazgo. Pero también se trata de géneros: novelas y poemas, lo narrable y lo inenarrable. ¿Comunica algo un relato, o un poema? Tal vez lo común no apunte a las referencias, sino a lo anterior, esa experiencia que nadie tiene porque se dio, y se ocultó, antes de aprender a hablar. Y al final todos los géneros ?aun sexuales? giran en torno a ritmos y vuelven a ubicarse en el espacio de lo posible, por momentos. De allí, como decía Mallarmé, la poesía, única fuente. La pregunta del título admite su reducción al absurdo, o bien sus respuestas son infinitas, además de indefinidas. Cada ensayo se pregunta de nuevo lo que no puede responder. Cada ensayo al final desespera, pero en su origen lo impulsó una esperanza.