El aporte del pragmatismo deweyano a la epistemología política reciente

LIVIO MATTAROLLO

Córdoba

Congreso; 52 Jornadas de la Asociación Argentina de Estudios Americanos; 2022

Facultad de Lenguas, Universidad Nacional de Córdoba

Como parte del campo de la epistemología social, en los últimos años se ha fortalecido el área de la epistemología política, cuyas preocupaciones centrales se vinculan con la calidad epistémica de las decisiones políticas, en general, y de las decisiones tomadas en modelos democráticos, en particular -no en vano se afirma que hay un marcado giro epistémico en la teorìa de la democracia (Räber 2020, pp. 26-26). De acuerdo con Robert Talisse (2019, p. 360), una de las perspectivas más relevantes en este área es la del pragmatista clásico John Dewey, quien “prepara el escenario” para los modos contemporáneos de teoría de la democracia. A este respecto, Elizabeth Anderson (2006) observa que Dewey ofrece una concepción experimentalista de las capacidades epistémicas de la democracia. Así, el enfoque deweyano permite desarrollar un modelo de democracia que incluye tres aspectos constitutivos de esta última: diversidad, discusión y dinámica de cambio (feedback). Por supuesto, la lectura de Anderson ha sido discutida desde varios ángulos. Ervan & Möller (2020), por ejemplo, señalan que incluso si el modelo experimentalista reconstruido por Anderson es adecuado, no logra fundamentar acabadamente la noción de democracia porque se concentra únicamente en su aspecto instrumental. Frente a estas objeciones, el objetivo del trabajo será poner de relieve las distintas justificaciones en favor de la democracia que ofrece Dewey a lo largo de su obra y dar cuenta de sus convergencias. En efecto, es posible reconocer en el pensamiento del pragmatista otro tipo de razones en favor de la democracia, aquellas que constituyen el denominado argumento formativo (Festenstein 2019, Räber 2020). Así, la hipótesis a explorar es que, habida cuenta del argumento formativo pero también de su filosofía social, Dewey ofrecería una opción superadora del modelo procedimental sin desestimar sus virtudes epistémicas ni eludir las críticas de “instrumentalización” y “despolitización” de la democracia.