BECAS
JIMÉNEZ ESCOBAR NÉstor David
congresos y reuniones científicas
Título:
Sahumando relaciones entre plantas, humos y humanxs para conectar parcialmente mundos multiespecies.
Autor/es:
MEDRANO, CELESTE; JIMÉNEZ ESCOBAR, NÉSTOR DAVID
Lugar:
São Carlos, estado de São Paulo, Brasil
Reunión:
Congreso; VIII ReACT- Reunião de Antropologia da Ciência e da Tecnologia (São Carlos, São Paulo, Brasil).; 2021
Institución organizadora:
Universidad Federal de São Carlos (PPGAS/UFSCar)
Resumen:
Presentación: Nunca fuimos modernos es el pregón que Bruno Latour (2007) nos legó para desentramar un mundo ?el moderno?, que autoriza ?la socialidad acelerada de los no-humanos sin por ello permitir que éstos aparezcan jamás como elementos de la ?sociedad real?? (ibid., 71). Entonces, recogiendo la provocación del filósofo francés nos preguntamos: ¿Qué fuimos? ¿Qué estamos siendo? Donna Haraway respondería enseguida ?(s)omos humus, no Homo, no ántropos; somos compost, no posthumanos? (2019: 94), situada en medio de un enredo multiespecies. Pues bien, dispuestos en el juego de hilos que evoca la autora nos dedicaremos, en este ensayo, a caminar por la cornisa de una etnografía que propone la composición de una socialidad más que humanas. Abordaremos este ejemplo en pos de repensar las emergentes propuestas multiespecistas (Kirksey y Helmreich 2010; van Dooren et al. 2016), dado que necesitamos de historias de vida menos binarias y más tentaculares (Haraway 2019, 77), en pos de una habitabilidad en las ruinas (Tsing 2019).Concretamente este ensayo versa sobre los sahumos, unos artefactos confeccionados a partir de plantas, principalmente atados por mujeres las sahumeras quiénes viven en Santa Fe o San José del Rincón, zonas urbanas ligadas a la costa y a las áreas de inundación de los ríos Ubajay y Colastiné en la provincia de Santa Fe, Argentina. Para nosotrxs, las sahumeras eran hippies, mujeres que aprovechaban arboles, hierbas y yuyos en un montaje new age encarnando ?formas vaciadas de contenido? (Descola 2016: 216) donde, al igual que lo mencionado por Philippe Descola para referirse a los rituales en los bosques de Saint-Germain, ?sólo fueron conservados los elementos más superficiales de esos dispositivos cosmológicos? (ibid.). Habitados pero en disconformidad con estos pre-conceptos de partida y entrenados por Isabelle Stengers, quién supo tomar en serio la necesidad de reclamar el oficio de la crianza de lo que está ?llegando a existir?. Pensando-con la ayuda de la bruja neopagana Starhawk (Stengers 2008), resistimos la herencia de la ?erradicación? (ibid. 40). Y así, con los nervios propios de quién va por primera vez a un campo, alistamos cuadernos, grabador, lápices, tijeras y bolsas para coleccionar plantas, tomamos un autobús urbano y viajamos veinte minutos para conversar con quiénes, hasta ese momento, eran nuestras amigas o vecinas.Comenzamos entonces ?en plena pandemia? una etnobotánica con las sahumeras. Participamos de un taller para armar los sahumos, hicimos caminatas al monte para recolectar las plantas que se utilizan en los atados, fuimos a comprar estos artefactos a las ferias de emprendedoras locales, nos sahumaron, nos sahumamos y en el proceso recolectamos plantas con las cuales elaborabamos nuestro propio herbario. Con cada paso de esta errática y poco ortodoxa etnografía, nuestros entusiasmos se redoblaban, no sabíamos nada. Estábamos siendo entrenados, como a niños a los que se les trasmiten las primeras letras del alfabeto y nuestros andamiajes teóricos y conceptuales, nuestras certezas científicas, se iban vislumbrando endebles y artificiales. Sahumos y sahumeras: Las plantas de las sahumeras ?entre las que encontramos sin distinción especies exóticas tales como la ?lavanda? y el ?romero?, y nativas como la ?salvia? y la ?marcela? completan, hasta el momento, un repertorio conformado por cerca de 46 especies. La recolección se realizó según ciclo lunar: Si las partes de la planta que se va a emplear son las hojas, hay que aprovechar la luna llena ?momento en el que la savia está arriba?; si en cambio es la raíz, se debe esperar la luna nueva donde ocurre lo contrario. Estos datos fueron integrándose a otro conjunto de información donde figura, por ejemplo, cómo se secan las plantas, qué plantas se combinan con cuáles en el atado a quemar, cómo se arman, cómo se atan, cómo se intencionan, etc. En conjunto, lo que íbamos enlazando nos comenzó a hablar de una teoría en la que el cuerpo vegetal posee una potencia capaz de afectar los cuerpos humanos. María, por ejemplo, nos relató que la confección de un sahumo comienza con una conversación con el cuerpo energético de la planta, su elemental, su espíritu, las plantas unen sus cuerpos y sus poderes en el sahumo por lo que hay que elegir bien con quién relacionase en el marco de esta taxonomía que afecta. Hay plantas celosas, que quieren todo para ellas; hay plantas de fuego, de aire y de agua, que a su vez se orientan por los cuatro sentidos que conforman los puntos cardinales; hay plantas dulces y amargas; hay plantas cálidas y otras frías. En medio de intrincados sistemas de clasificación taxonómica (los que están en proceso de análisis), ella María, nos compartió que en el patio de la casa crece lo que vos necesitás por esa interrelación entre quienes habitan el mismo territorio doméstico; lo mismo ocurre cuando vas al monte a recolectar, ?las plantas van a ir apareciendo de acuerdo a cómo uno esté. Así, recorriendo el litoral, caminando en el monte, aprendiendo de plantas, una mañana de otoño India pronuncio: ¿Sabían que los insectos no tienen alma?, y remarcó yo llegue a esa conclusión evaluando energías y creo que el insecto no llega a este plano como alma, si no que solo energéticamente. No llegan al estado álmico, nosotros somos seres más integrados, conciencia, alma y materia, pero los insectos solo conciencia y materia. Para mí las plantas tienen alma. Y este alma vegetal, aprendimos, generalmente porta una intensión (que le confiere un propósito, por ejemplo: relajación, limpieza de energías ?parasitas?, presencia, inspiración, claridad, sanación, etc.). La misma, transmutada a través del humo cuando se quema la materia vegetal, afecta a quiénes se sumergen en dicho ejercicio de diálogo multiespecies. O tal vez tendríamos que decir multi-cosas, porque aquí el humo ?que hace presente el espíritu de la planta? (India), se posiciona como un agente en una red de relaciones. Esta ?agencia social [que] se puede ejercer sobre las ?cosas?, y la pueden ejercer las ?cosas? mismas, así como los animales [y las plantas]? (Gell 2016, 49), es lo que nos pone a pensar sobre el límite de lo multiespecie ¿Cosas, como el humo, nos sugieren ampliar las fronteras de lo vivo, de lo que es propio de las especies? Martin Holbraad, por ejemplo, nos proponer emancipar las cosas no ?por asociación? con las personas sino ?en tanto tales? (Holbraad 2015, 341), ?hacer de tripas corazón? (ibid., 360) y entrenar la escucha hacia el interior de mundos que parecen nunca haber sido pensados y afectados sólo por humanos.Finalmente, uno de los últimos días ?de campo?, nos encontrabamos preparando nuestras propias colecciones de referencia, secando al sol algunas de las plantas recolectadas y los sahumos que nosotrxs habíamos confeccionado durante el taller que tomamos en marzo de 2021 como parte de nuestro abordaje de campo. Ese día, llegó de visita Merlina, una de las conocedoras de plantas y ?sus medicinas?. Al ver nuestro despliegue técnico se espantó. Ella no podía concebir que estemos exponiendo esos ?cuerpos vegetales? a la luz solar; para Merlina, las plantas y los sahumos deben secarse en un lugar oscuro y ventilado, tapados con un trapo negro, ya que son artefactos que merecen un trato especial, pues están ?muriendo?, y esa muerte ubica a los actantes (humanos y más-que-humanos) en un duelo. Recodamos entonces las palabras de Indi cuando nos dijo: ?vi plasmado en el sahumo un cuerpo como el de nosotros?, el sahumo deviene entonces una entidad viva que transita un deceso. Percibimos entonces que esos atados de plantas nos habían empujado al terreno de las ?materialidades elusivas? propuestas por Santiago Martínez-Medina (2016). Mientras nosotros habíamos atado un conjunto de especies vegetales, ellas ?las sahumeras? amarraban y entrelazaban poderosos cuerpos verdes que, resistiéndose a toda traducción, nos presentaban ?otra botánica?, una que burla el límite entre los humanos, las cosas y las plantas. También estábamos claramente en pleno terreno de las ?equivocaciones controladas? tal cual las plantea Eduardo Viveiros de Castro (2004) o más bien de las ?equivocaciones fuera de control? (Blaser, 2016) ya que los sahumos que nosotrxs habíamos atado no eran la misma cosa que los sahumos amarrados por las sahumeras y esto sólo se nos hizo evidente en una escena que era al mismo tiempo y disyuntamente: el acto técnico de secar plantas y un velorio.Algunas palabras finales: ¿Qué aprendimos de los sahumos y entre las sahumeras? ¿Qué nos dicen estas especies y cosas? En primer lugar, nos susurran que las composiciones de mundo ?al menos aquellas a las que nos hemos referido? siempre fueron mutiespecies. Un mundo sólo humano es una purificación imposible de hallar (intente buscar un ejemplo). No obstante esto, los ?estudios sociales? o ?las humanidades? recién se están asomando a este ?campo emergente? (van Dooren et al. 2016). En el contexto de estas disciplinas y tal como mencionan algunos de sus fundadores, los estudios multiespecies ?se preguntan cómo las vidas humanas, los modos de vida y las responsabilidades terminan constituyendo estos enredos. Al abordar estas preguntas, los académicos también se involucran en largas historias de pensamiento sobre las relaciones y agencias de los pueblos indígenas? (ibid., 41). Pero tal como sintetizan estos autores y cómo nosotrxs probamos narrar en este texto, los enredos entre múltiples especies no ocurren sólo en los mundos indígenas o campesinos. Una inmensa complejidad de formas de vida nos vienen moldeando con la profundidad de los milenios, reconociéndolo puede empezar a inmunizarnos contra nuestro propio excepcionalismo en pos de tomar en serio las danzas de las vitalidades.En segundo lugar, nos interesa llamar la atención sobre las fronteras de los estudios multiespecies. Sabemos que inicialmente estos se concentraron en formas de vida no humanas como plantas, hongos y animales. Posterior y paulatinamente, se fueron abrieron hacia otras vitalidades ?que muchos [de nosotros], pero no todos, consideramos seres no vivos: desde rocas y sistemas meteorológicos hasta inteligencias artificiales y especies químicas? (van Dooren et al. 2016, 42). Visiblemente, esta fue una propuesta que emanó de los propios ?campos de estudios? que enredan todo en devenires múltiples contaminando lo que llamamos ?vivo? con una miríada de ?cosas? ?rocas, montañas, sustancias químicas, agua, viento, amuletos y un largo etcétera?. Nuestro propio involucramiento con los sahumos y las sahumeras nos enseñó que el humo danza entre una indeterminación de cuerpos humanos y vegetales que se producen en complicidad.Una vez hechas estas declamaciones nos volvemos a preguntar: ¿Qué hacer con todo esto en las ruinas? ¿Cómo danzar con otrxs en pos de una habitabilidad que le devuelva a los mundos sus vitalidades? Y entonces, en un último rodeo, nos remitimos a un texto que Eduardo Viveiros de Castro, que escribió en 2019. Dicho autor, situado en el Antropoceno ?esta nueva era geológica donde la actividad humana representa la fuerza principal que altera radical e irrevocablemente a la tierra que habitamos?concluyó que nos urge practicar una ?forma radical de pluralismo ontológico? (2019, 298). ?En el Antropoceno ningún modo de existencia puede ser descartado como ilegítimo? (ibid.) pero ¿Cómo hacerle espacio a los modos y formas de los demás? Este antropólogo brasilero nos llama explícitamente a abandonar parcialmente los ?modelos? ?estos instrumentos políticos que siempre implican relaciones de poder asimétricas? que tienden a enderezar las destrucciones antropocénicas o, volviendo al tema de este ensayo, a simplificar el planeta reclamando un único mundo donde el humano es la excepción ?inteligente y pensante?, a la regla. Nos convoca entonces a volvernos hacia lo que él llama: los ?ejemplos?, estas formas de acción y pensamiento que, desplegadas por muchos colectivos (indígenas y campesinos, sahumeras, brujas neopaganas, y un largo etcétera) ?si logran sobrevivir a los ?modelos??, funcionan como incentivo para hacer una versión diferente, para operar en transformación: los ?modelos?, ?dan órdenes y hacen cumplir la orden; los ejemplos [en cambio] dan pistas, inventos inspiradores y subversiones? (ibid., 301). Entonces, si lo que buscamos son ?erupciones de vitalidad inesperada y prácticas contaminadas y no deterministas, continuas e inacabadas de vivir entre ruinas? (Haraway 2019, 69) vayamos en busca de esos ejemplos que nos permitan danzar las ecosofías porosas de la multiplicidad. Enredémonos entre plantas y humos para devenir-con lxs compañerxs mas-que-humanos del compost terrano. Militemos los ?ejemplos? inacabados, no-binarixs y bellamente monstruosxs que titilan de indeterminación. Tal vez entre estas danzas la vida pueda rearmar los mundos de su coreografía.