INVESTIGADORES
SZLECHTER Diego Fabian
capítulos de libros
Título:
Las perspectivas de la cultura organizacional
Autor/es:
DIEGO SZLECHTER; NATALIA BAUNI
Libro:
Teorías de las organizaciones. Un enfoque crítico, histórico y situado.
Editorial:
Universidad Nacional de General Sarmiento
Referencias:
Lugar: Los Polvorines; Año: 2018; p. 177 - 217
Resumen:
La preocupación por la cultura en las organizaciones implica rastrear el origen de los debates en torno a la noción de cultura, que a su vez se nutre de tres disciplinas: la sociología del trabajo, la sociología de las organizaciones y la teoría de la organización. ¿Cuál es el objeto de estudio de la sociología del trabajo? El proceso de trabajo, que puede ser de un bien material o un servicio. En cambio, el objeto de estudio tanto de la sociología de las organizaciones como de la teoría de la organización es la propia organización.Las tres disciplinas mencionadas pueden tener una mirada crítica o funcionalista. Esta última puede verse reflejada en el experimento de Elton Mayo y la teoría de sistemas, que busca la reproducción y no el cuestionamiento de las distintas formas de organización, invisibilizando la cuestión del poder y del conflicto. Lo que le interesaba a Elton Mayo a través del experimento es tributario de la visión funcionalista de las organizaciones, en la medida en que la mirada está puesta en la productividad. En otros análisis sociales, el funcionalismo puede estar en función de la reproducción de la sociedad, de evitar el conflicto, de la búsqueda de la armonía entre el capital y el trabajo. En suma, las tres corrientes pueden tener una perspectiva crítica o funcionalista. En general, las visiones críticas se llaman así porque toman al proceso de trabajo o a la organización como un fenómeno político, en el que se dirimen y disputan intereses que pueden llevar a un conflicto y, por ese motivo, todos los análisis críticos van a incluir la cuestión del poder. En este sentido, no se va a dar por sentado que el propósito de la organización o del proceso de trabajo es la búsqueda de la armonía, sino que se va a enfocar en el conflicto subyacente en cualquier relación de poder, ya que esta siempre es de carácter asimétrico, en la que cada cual cuenta con recursos de poder diferenciales respecto de la otra parte. En realidad, la sociología de las organizaciones y la teoría de la organización son casi hermanas gemelas, ya que teoría de la organización es el nombre que se le da en el mundo anglosajón, mientras que en el mundo académico latinoamericano, especialmente aquellos países con una fuerte influencia de la academia francesa, se habla de ?sociología de las organizaciones? ya que, desde un primer momento, su interés se centró en las relaciones sociales que se dan en el interior de las organizaciones, y evita estudiarlas como si fueran una caja negra sin relaciones sociales conflictivas en su interior.Con el objetivo de indagar el origen de la noción de cultura organizacional, consideramos necesario evitar el enfoque del individualismo metodológico que supone creer que las preocupaciones de la realidad social son exclusivamente las que manan de los investigadores, debido a que a veces la realidad social va por un lado y las preocupaciones de los investigadores van por otro. Por eso es muy importante la tarea de contextualizar los fenómenos sociales, al identificar los procesos más amplios en los que están inmersos. A modo de ejemplo, Taylor nació en una época en la que sus ideas pudieron tener cierta receptividad, lo que permitió una rápida difusión de sus propuestas de organización del trabajo. Si hubiese nacido cien años antes no habría tenido la misma aceptación, por eso es preciso indagar el contexto histórico que dio surgimiento al fenómeno del taylorismo. En la tarea de trazar una genealogía de la preocupación sobre la cultura en las organizaciones, vamos a transitar en un movimiento pendular entre el origen de las preocupaciones de los propios investigadores y el de la sociedad, que no siempre fueron idénticos. Por ejemplo, si en un sistema nacional científico, en un momento histórico determinado, existía disponibilidad de recursos para que los antropólogos estudiasen la cultura con el objeto de conocer territorios pasibles de ser conquistados, eso no implica que, de pronto, el mundo empezó a interesarse por la cultura. Por todo esto, la labor de contextualización constituye una tarea imprescindible para comprender el surgimiento de ciertas ideas que luego tuvieron amplia difusión social. Para el caso de los estudios culturales, los primeros que se preocuparon no fueron los antropólogos sino los imperios en los que estos residían. Los imperios necesitaban conquistar, y para tener éxito en esa misión y evitar, en la medida de lo posible, el uso de la fuerza era necesario eludir la resistencia que pudiera generar la conquista por la vía de la fuerza. En este sentido, la colonización cultural constituía una tarea central para asegurar el éxito de la conquista. ¿Qué empezaron a hacer? Financiaron los viajes de antropólogos a regiones remotas, en las que estos realizaban su trabajo de campo para su universidad. A partir de la década del cincuenta, la antropología comenzó a autonomizarse de los Estados, al dejar de estar a su servicio. Es en ese momento cuando surge la Escuela de Birmingham, Inglaterra, lo que dio nacimiento a los estudios culturales, ya no en lugares ?exóticos?, sino hurgando en la diversidad cultural de sus propios países.¿Cómo surge la preocupación por la cultura en las organizaciones? A partir de la Segunda Guerra Mundial, el mundo occidental empezó a estar liderado por los Estados Unidos; su modelo económico se extendió por el resto de los países occidentales: comenzó por Europa, para arribar tardíamente a América Latina. La difusión del modelo económico estadounidense estuvo acompañada por uno de carácter cultural, que afectó de manera dramática la manera de gestionar las organizaciones. Esto fue posible gracias al Plan Marshall, que se proponía reconstruir Europa, la que había quedado literalmente devastada, especialmente Alemania, Italia, parte de Francia, sumado a Japón, en el continente asiático. La lógica de este plan consistía en otorgar préstamos y subsidios para transformar a esas economías en economías capitalistas modernas, exigiéndoles como contraparte la apertura de sus mercados a las inversiones estadounidenses. Por eso en la segunda posguerra mundial se produce la gran expansión de las empresas multinacionales con origen en Estados Unidos. Ese país empezó a propagar el modelo de la gran empresa transnacional, con lo que convirtió a países tan tradicionales como Japón en economías de mercado abiertas. El gobierno militar de transición, con presencia estadounidense, aseguró esta transformación. Esto significó un crecimiento exponencial no solo de la economía estadounidense sino también de la europea y la japonesa, pero el capitalismo a veces genera sus propias contradicciones; Europa logró entrar en una etapa llamada ?los treinta gloriosos años?, desde 1945 hasta 1973, en los que tuvo un crecimiento económico sostenido y mantuvo bajos niveles de conflictividad social debido a los elevados índices de igualdad. El Estado-plan que llevó al new deal estadounidense, tuvo su correlato en Europa. Tal como lo mencionamos en el capítulo 2, el politólogo estadounidense Adam Przeworski escribió un artículo muy sugerente por su título, llamado ?Paper Stones? (piedras de papel), en el que sostiene que el movimiento obrero europeo cambió las piedras, es decir la acción directa violenta, por el papel, por la negociación. En este marco, el autor señala que Europa logró un crecimiento sostenido muy alto y con altos niveles de igualdad social bajo un nuevo Estado-plan europeo llamado ?Estado de bienestar?. A fines de la década del sesenta, Japón se empezó a convertir en un competidor de Estados Unidos, especialmente en dos rubros de consumo durable: electrodomésticos y automotriz. Tal como dijimos anteriormente, el capitalismo genera sus propias contradicciones. Estados Unidos se sorprendió por el creciente liderazgo mundial japonés, que fabricaba de manera masiva productos de calidad y de bajo precio. Es así como surge la necesidad de conocer la cultura japonesa, totalmente diferente a la occidental.En la misma época en que el país nipón comienza su liderazgo económico, en occidente se producen eventos que marcarán a fuego el devenir del hemisferio. Uno de estos acontecimientos es el Mayo francés, en 1968. En el Mayo francés por primera vez se aliaron el movimiento estudiantil y el obrero, y desarrollaron acciones conjuntas, como la lucha por la deselitización de las universidades francesas, que hasta ese momento se caracterizaban por ser jerárquicas y excluyentes, ya que las grandes escuelas (así se llamaban a la universidades de elite) eran manejadas por las grupos cerrados de intelectuales de clase alta y daban poca cabida a las clases populares. El reclamo se basaba en una mayor universalización de la Educación Superior, para que todos puedan acceder a ella, y si bien no se eliminaron las grandes escuelas, se consiguió que se crearan numerosas universidades enclavadas en barrios populares en la periferia de las grandes ciudades y en ciudades de provincia. Todo esto fue producto de la lucha mancomunada de obreros y estudiantes. Pero los logros no se restringieron a las cuestiones educativas, sino que el repertorio de reclamos incluyó preocupaciones del ámbito del trabajo. El movimiento obrero pedía el fin de lo que llamaban ?el trabajo bruto?, en clara referencia al trabajo taylorista y el fordista, que todavía era el que primaba en el país galo.Esto confirma la tesis de la complementariedad entre los modelos de organización del trabajo (ver Ibarra Colado, 1991), que señala que los sistemas tayloristas y fordistas no desaparecen, sino que se van complementando con los nuevos paradigmas organizacionales. La queja del movimiento obrero se centraba en la repetitividad del trabajo, transformado en ?migajas? ?según un autor francés?, es decir, parcelado. En forma paralela, el capital se enfrentó con su propia crisis de acumulación. La baja en la productividad y en la tasa de ganancia se debía, al menos en parte, a los defectos de fabricación, producto a su vez de la repetitividad del trabajo que llevaba a los obreros a sentirse cada vez más alienados del proceso de trabajo. Como modo de zanjar la crisis, el capital acuerda con el movimiento obrero el enriquecimiento del trabajo, en un intento de retornar al modelo artesanal en el que la creatividad del trabajador va a ser convocada a participar del proceso productivo. Es aquí donde se pueden ubicar las primeras semillas del toyotismo, agregándole contenido al trabajo.Si se mira el documental Ford T 100 años, en el que se muestra cómo trabajaban los obreros en una fábrica de Ford, es posible comprender los reclamos del Mayo francés. En una de las escenas, se muestra a uno de los trabajadores cuya tarea es limar las llantas de madera de las ruedas del Ford T durante ocho o diez por día y a eso se refiere con ?trabajo bruto?. El correlato argentino del Mayo francés lo constituye el Cordobazo, de 1969, el que surge, a diferencia de lo que sucede en Francia, en un contexto de dictadura; pero una de las similitudes con aquel fenómeno radica en que la vanguardia del levantamiento fue liderada por trabajadores fordistas de las plantas automotrices. Si podemos hablar de un espíritu global de época, este radicaba en la lucha contra la sociedad de consumo, contra la mercantilización de las relaciones humanas (es decir la transformación de los vínculos humanos en lazos comerciales o relaciones de carácter económico). La lucha de los movimientos guerrilleros europeos de la década del sesenta y setenta, la acción directa francesa, las brigadas rojas italianas y el Baader-Meinhof, en Alemania, se centraban en luchar contra del capitalismo de estilo fordista, caracterizado por la producción de masas, pero, por sobre todo, por el consumo de masas. Es elocuente e ilustrativo que para el grupo alemán Baader-Meinhof, dentro de los blancos de sus atentados, figurasen tiendas comerciales y supermercados, lo que simbólicamente representaba ir contra la sociedad de consumo en la medida en que esta es la que dictamina nuestros comportamientos. En efecto, esto era precisamente el ideal de Ford, cuando hablaba de consumo forzoso. Reproduciendo un clima de época, en otros lugares del mundo se repetían revueltas como las citadas anteriormente. Así, la Primavera de Praga o las acciones de las Panteras Negras y las revueltas en las universidades en los Estados Unidos, a las que muchos intelectuales se sumaron, indicaban que el capital debía dar respuesta a estos reclamos. Si hay un sistema que demostró ser revolucionario es el propio capitalismo, ya que tiene la capacidad de revolucionarse a sí mismo de manera permanente. En los Estados Unidos observaron que en el mundo se estaba gestando un movimiento que rechazaba el modelo de producción que surgió en sus propias entrañas, lo que se sumaba a la preocupación ante la amenaza del creciente liderazgo económico de Japón. Esto los condujo a interesarse por la influencia que puede ejercer la cultura nacional en la productividad, es decir, que aparentemente existen vasos comunicantes entre la cultura y la nacionalidad, lo que derivó en que los estadounidenses enviaran emisarios a Japón con el fin de comprender la cultura nipona que, al menos en apariencia, era la causante del ?milagro? japonés.