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Un primer disparador detonó al escuchar ciertas notas enfatizadas porreconocidas intelectuales y profesoras cordobesas, que narraron cómolas inquietudes personales por la desigualdad entre varones y mujeresmarcaron sus caminos en la investigación (Jaqueline Vasallo) o, en otrosregistros, postularon que cuando se insiste en seguir enseñando imágenesandrocéntricas se generan conocimientos sesgados, potencialmentefalsos (Patricia Morey2).En efecto, estas palabras se revelaron centrales al momento de pensarcómo podía ser útil contar mi experiencia personal como historiadoradel campo de la Historia Social de la salud y la enfermedad. A esa altura,no pasaba por alto que, a pesar de haber participado desde 2007 comodocente en el Seminario optativo en Historia de la Salud y la Enfermedad, recién este año, 2020, había propuesto integrar al género comoeje de análisis. Estos desencuentros y encuentros entre el Género y laHistoria constituyeron un buen punto de partida para comenzar a darlesentido a mi trayectoria en el campo. Para ello, propuse tensionar estevínculo como primordial, procurando abrir puertas que fueran más alláde una experiencia egocentrada. El resultado fue un texto organizadoen dos secciones. En primer lugar, retomo mi periodo de mi formaciónde grado en la Escuela de Historia, entre 1996 y 2006, como puntapiépara reconstruir la oferta académica ofrecida por esta carrera desde sucreación hasta los tiempos actuales. En una segunda instancia, hice lopropio recorriendo puntos centrales de mi agenda de estudios comouna vía para colocar en análisis diversos procesos de construcción delos objetos de mis investigaciones. El objetivo fue considerar especialmente las transformaciones emprendidas a lo largo de los últimos años,cuando comencé a reconocer las tensiones de género como un elementoconstitutivo para abordar la historia de las profesiones en salud, algunasdimensiones de la medicalización y de la ciencia médica.

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