INVESTIGADORES
MORALEJO Reinaldo Andres
congresos y reuniones científicas
Título:
Evidencias arqueológicas de Tierras Bajas en el sitio incaico El Shincal de Quimivil. Un aporte a las fronteras orientales del Kollasuyu
Autor/es:
IGLESIAS, MARÍA TERESA; MORALEJO, REINALDO A.; COUSO, MARÍA GUILLERMINA
Lugar:
Buenos Aires
Reunión:
Congreso; Primer Congreso Internacional de Etnohistoria de las Tierras Bajas; 2023
Institución organizadora:
Equipo de investigación del Programa de Estudios de las Relaciones Interétnicas y los Pueblos Originarios de las Fronteras (PERIPLOS)
Resumen:
El Shincal es uno de los centros políticos, administrativos y ceremoniales más emblemáticos de la presencia y poder inca al sur del Kollasuyu. El área de ocupación supera las 30 ha y está compuesta por conjuntos arquitectónicos de diferente funcionalidad, ordenados de acuerdo al típico patrón ortogonal cuzqueño. Entre estos se cuentan varias unidades de RPC (recinto perimetral compuesto) o kancha , dispuestas en la proximidad de la plaza y a la vera del camino del inca. Una de esas unidades es la Kancha II, de donde se obtuvo una importante variedad de evidencia material. Así, por ejemplo, se encontraron varios tipos cerámicos asignados a regiones distantes, como ser Yavi y Sunchitúyoj. Entre la variabilidad presente, hay restos de cáscaras de huevos de Pterocnemia pennata (suri o choique) y el registro óseo incluye puntas de proyectil, identificadas por varios autores como del período Inka e Hispano-Indígena (Boman, 1908; Hernández Llosa, 2006; Loredo Rodríguez, 1997-1998; entre otros). Cuatro de ellas son semejantes a una punta de contexto Sunchitúyoj de Santiago del Estero, que pertenece a la colección del Museo de Ciencias Antropológicas y Naturales Emilio y Duncan Wagner (Couso, et al. 2011). El análisis sugiere una circulación de bienes entre espacios, vinculados con las prácticas de congregación sostenidas e incentivadas desde el Estado (Bray, 2003); o bien es posible interpretarse en los términos del correlato material de las formas de control poblacional, como es el caso de las poblaciones mitmaqkunas (Lorandi, 1984, 1991; Lorandi, et al. 1991; entre otros).Tal como lo plantea Lorandi (1998) respecto a las fronteras del Koyasuyu, el NOA fue una región permeable a las tierras bajas chaco-santiagueñas. En una incierta frontera oriental los hispanos hallaron a los juríes, los que se visten con plumas de avestruz. Estos luego fueron diferenciados por nombres étnicos tales como lule, solco y tonocoté, pueblos que habitaban la llanura interfluvial de Santiago del Estero y que arqueológicamente presentan diferencias en sus tradiciones cerámicas, una de las cuales se expandió hacia el oeste. Las crónicas no abundan en datos sobre el dominio inca en esta región, produciendo cierta idea de espacio fronterizo: los orejones colocaron a algunos de estos pueblos por vasallos del Inca, para guardar las fronteras orientales de otras etnias más belicosas (Cieza de León, [1553] 2005), así como para -posiblemente- “controlar” a los rebeldes diaguitas (Lorandi, 1998, p. 200-202). Nuestro objetivo en este trabajo es poner a prueba ambas hipótesis. En función del modelo general político incaico, la cerámica Sunchituyoj y las puntas de hueso pueden ser indicativas de las prácticas festivas propiciadas por el Estado, ubicando a la Kancha II como un espacio con un valor social y un significado político particular, en íntima relación con el componente foráneo evidenciado en el registro arqueológico. Al mismo tiempo, también es probable que hayan sido elaboradas por mitmakunas de la frontera oriental, quienes además de los servicios agrícolas o artesanales, quizás también guardaban esos lindes.