INVESTIGADORES
LOPEZ Emiliano
libros
Título:
Desigualdades de nuestro tiempo. Los fundamentos de las brechas sociales en América Latina
Autor/es:
EMILIANO LÓPEZ; BARRERA INSUA, FACUNDO
Editorial:
Batalla de Ideas
Referencias:
Lugar: Buenos Aires; Año: 2023 p. 222
ISSN:
978-987-48230-5-2
Resumen:
El ocaso del siglo XX estuvo marcado por una ola de triunfalismo capitalista occidental. La caída del muro de Berlín, la aplicación a rajatabla de las políticas de austeridad, privatizaciones, flexibilizaciones del mundo del trabajo y aperturas comerciales, aparecían como la panacea para desarrollar las fuerzas productivas de «los países en desarrollo». Los obstáculos que representaban los estados interventores, los sindicatos y las izquierdas, debían ser removidos para conquistar los niveles de bienestar que el capitalismo podía alcanzar una vez cortados los lastres populistas. Sin embargo, los apologistas de la globalización neoliberal han fallado en sus promesas de mejoras para las condiciones de vida del conjunto de la humanidad. El advenimiento de una democracia profunda, la igualdad de oportunidades y la convergencia entre los países del Norte y Sur del mundo no solo no se verifica en la realidad del siglo XXI, sino que el abismo material que separa a las regiones, los países y las personas a lo largo y ancho del mundo, se ha profundizado. La ruptura definitiva de los regímenes fordistas en el norte y de los órdenes nacional-populares en el sur, tuvo como uno de sus resultados más salientes la multiplicación de la desigualdad entre los más ricos y los más pobres. La financiarización de la economía global; la flexibilización de las formas de contratación, los procesos de trabajo y los tiempos de trabajo; las diferentes etapas de deslocalización productiva; entre otras cuestiones, se han presentado como los elementos fundantes de un orden global desigualador.Sin duda, luego de más de cuarenta años del giro neoliberal que implicó la reconstitución del poder y los ingresos de las clases dominantes a escala planetaria, resulta evidente que la desigualdad no tiene punto de comparación con otros momentos de la historia humana, y marca la incapacidad radical del capitalismo neoliberal para que la mayoría de la población del mundo logre alcanzar niveles de vida acordes al desarrollo de la tecnología, las ciencias y la producción de este siglo.De acuerdo con los desoladores datos de OXFAM el 1 % más rico del mundo concentra el 50 % de los ingresos producidos, mientras que poco más de 2100 multimillonarios poseen más riqueza que 4600 millones de personas (OXFAM, 2023). Las diez personas de mayores ingresos según Forbes (2023) son Bernard Arnault, Elon Musk, Jeff Bezos, Larry Ellison, Warren Buffet, Bill Gates, Carlos Slim Helú, Mukesh Ambani, Steve Ballmer, Francoise Bettencourt Meyers. Todos hombres, la mayoría blancos, la gran mayoría estadounidenses (6 de 10), y todos empresarios. Una misma posición en la estructura social. Seguramente, el resto de la lista de los 2100 multimillonarios tengan las mismas características. Consideramos que es clave señalar que algunas tendencias propias del nuevo siglo han facilitado esta concentración de ingresos sobre los cimientos neoliberales. Tres crisis financieras de alcance global con epicentro en el Norte ocasionaron nuevos procesos de redistribución regresiva de ingresos y riqueza. En particular, la resolución de la crisis de 2008, con la explosión de la burbuja inmobiliaria como su forma de expresión más concreta, no fue más que un intenso proceso de concentración del capital y los ingresos, con el protagonismo de las empresas líderes de las finanzas globales y la economía 4.0 como punta de lanza. La recuperación por tanto originó una nueva burbuja, esta vez basada en las empresas de altas tecnologías, especialmente las plataformas digitales (el monopolio conocido como GAFA, Google, Apple, Facebook, Amazon). Esta combinación de capital financiero y capitalismo de plataformas conducido desde el Norte Global no hizo más que profundizar la inestabilidad y la crisis en todas las regiones del mundo. Dos años de pandemia, una guerra de importancia central para el acceso a materias primas y energía, nos sitúan ante la urgencia de comprender las profundas causas de las desigualdades en el capitalismo contemporáneo como uno de los aspectos de peso para impulsar proyectos que logren alterar las formas de reparto de la riqueza y los ingresos.Este contexto de crisis que se asemeja quizá a las crisis más trascendentales del siglo XX, requiere volver a pensar en los determinantes estructurales de la desigualdad. América Latina no estuvo ajena a estas tendencias globales. En las últimas décadas, ha padecido una reperiferialización que se vio tanto en las dinámicas financieras como en la reprimarización de sus economías, ya ampliamente concentradas y transnacionalizadas como consecuencia de los años neoliberales. Aún la etapa de emergencia y consolidación de gobiernos progresistas y de izquierda en la región no pudieron revertir la histórica inserción dependiente y periférica de nuestros países. Luego de 2012 asistimos además a una nueva ofensiva neoliberal conservadora que, si bien no ha logrado estabilizarse por completo, pone en tensión senderos de desarrollo más inclusivos para el conjunto de las clases que viven de su trabajo.Es por estos motivos que intentamos en este libro dar cuenta del proceso de producción y reproducción de la desigualdad estructural en los países de la región. Por cierto, una de las regiones más desiguales del mundo desde su inserción a la dinámica del capitalismo global y aún en su etapa colonial.Claro que este proceso histórico no parece tener importancia para la mayor parte de los analistas de la desigualdad. El lugar que ocupan los diferentes países o regiones, las relaciones sociales básicas que caracterizan al capitalismo como sistema social, no suelen encontrarse como problema de análisis. Desde el mainstream, la inequidad entre dos personas, en particular la referida a ingresos laborales, se explica por las elecciones de horas destinadas al trabajo frente a las horas de ocio, la cantidad de años de estudio y/o la formación recibida en un empleo, así como también el género o sus vínculos sociales. En definitiva, los marcos analíticos hegemónicos estudian las características distintivas de los individuos. Esta perspectiva hegemónica permea incluso aquellas miradas bienintencionadas que han dado cuenta de la desigualdad contemporánea. Autores que incluyen «indicadores de riqueza» en sus estudios, tales como Piketty (2018) y Milanovic (2017), acuerdan por lo general en estos modos de abordaje individuales que pueden medirse a través de grupos poblacionales que no parecen tener vínculo entre sí, como el coeficiente de Gini.Por el contrario, a nuestro entender es en las relaciones donde se halla la fuente originaria de generación y apropiación de ingresos, como en aquellas que se establecen entre empresarios y trabajadores a la hora de negociar salarios, o la dependencia de las pequeñas a las grandes empresas al momento de aceptar el precio que les pagan por sus productos.Es en la indagación sobre las vinculaciones donde es posible atender a las premisas fundamentales para la comprensión de la desigualdad. Entre estas premisas, Juan Pablo Pérez Sáinz (2016) señala dos que consideramos importantes. La primera se vincula con rescatar la dimensión del poder social para dar cuenta de los patrones de desigualdad. Esto incluye, por supuesto, el poder que otorga la propiedad de medios de producción y bienes en general, la posición diferencial en el acceso a mercados básicos, los sistemas de opresión asociados al capital, la subordinación de países y regiones a un orden global asimétrico, entre otros.La segunda premisa se refiere a centrar el estudio en la apropiación primaria de ingresos y no en los efectos secundarios. Los métodos centrados en el coeficiente de Gini no consideran el proceso inicial de apropiación de ingresos y excedentes, ni su vínculo con el poder social que, por definición, es una relación entre grupos, personas o clases. Por ello, en este libro proponemos una reconstrucción empírica de estos fundamentos relacionales de la producción de desigualdad, lo que nos lleva a discutir los cruces de clase, género y raza a escala nacional y, al mismo tiempo, la desigualdad entre países. A partir de estas premisas, construimos un análisis de la desigualdad contemporánea de América Latina en clave multidimensional que toma en cuenta la inequidad que aparece de las diferentes formas de inserción periférica de nuestros países, la heterogénea inclusión de trabajadores y trabajadoras en el mundo del trabajo, entre trabajadores que pertenecen a distintos sectores económicos, la distribución desigual de recursos clave como la tierra y las diferencias individuales entre quienes viven de su trabajo (raza, etnia, géne-ro, entre otras).En este sentido, a lo largo del libro analizamos de manera comparativa entre diferentes países de la región cuatro procesos generadores de desigualdad:• El proceso de inserción dependiente de América Latina enel capitalismo global;• La disputa por la apropiación del valor entre trabajo y capi-tal como causa originaria de desigualdad;• El proceso de producción de desigualdades entre trabaja-dores, por género, por tipo de trabajo y por raza;• El proceso de producción en el acceso y la utilización de latierra.El libro se divide en cuatro secciones que dan cuenta de estos procesos en diferentes países de la región, apostando a un análisis comparativo con un mismo marco conceptual.En primer lugar, analizamos el proceso de inserción de las economías periféricas a la dinámica de la acumulación global. En el primer capítulo de este libro, Emiliano López y Deborah Noguera dan cuenta de una geopolítica de la desigualdad, que incluye las características dependientes de los países del Sur como determinante de una distribución de ingresos más desigual que en el Norte Global. En su trabajo, los autores afirman que la concentración de ingresos, con concentración de poder como trasfondo, es un indicador de una dinámica estructural de periferialización del Sur respecto al Norte, a través de su inclusión subordinada en Redes Globales de Producción.A partir de la segunda sección, los textos estudian distintas dimensiones de la desigualdad a escala nacional, comenzando por la desigualdad capital-trabajo para la Argentina y Chile.En el capítulo 2 y 3, los textos dialogan tanto en su marco analítico como en su aproximación empírica. Por un lado, Facundo Barrera Insua y Deborah Noguera analizan las disparidades entre la dinámica de valorización del capital y la que se refiere a la organización de las y los trabajadores argentinos. A nivel de ramas de actividad del sector privado, el artículo señala que es posible entender los niveles estructurales de desigualdad salarial en el país, a través las disparidades existentes tanto en rentabilidad del capital como en las tasas de sindicalización. Por otro lado, Gonzalo Durán y Nicolás Ratto discuten estos procesos para el caso chileno. De esta comparación, en términos generales, surge como resultado interesante que las ramas que presentan salarios relativos mayores son aquellas donde se da la combinación entre alta rentabilidad empresarial y donde las y los trabajadores tienen mejores condiciones de organización para disputar esas ganancias.En la tercera parte del libro, se realizan tres estudios que dan cuenta de las diferencias al interior de la clase trabajadora en Brasil, Argentina y Uruguay. El artículo que abarca la última década para Brasil, escrito por Marcelo Álvares de Lima Depieri, Cristiane Ganaka y Renata Porto Bugni, exhibe disparidades producto de las inserciones más precarias donde son las articulaciones de la intersección género, raza y clase las que estructuran peores condiciones de vida de las mujeres y las personas negras. Además, en momentos de crisis o retracción económica, el impacto sobre dichos grupos se intensifica, ampliando las desigualdades existentes. Por su parte, las autorasFernández Massi y Belloni analizan las peores inserciones laborales de las mujeres respecto a los hombres en dos períodos de gobierno, correspondientes al segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner y el de Mauricio Macri, lo que estructura la desigualdad de género en la Argentina. Además, en el capítulo se repasan distintas políticas públicas que, si bien no son suficientes para cambiar las desigualdades estructurales, ni revierten efectos de la crisis producida por la pandemia covid-19, sí hablan de una parcial institucionalización de las agendas feministas. Por último, el artículo de Estefanía Galván describe la peor inserción de las mujeres al mercado de trabajo del Uruguay. En este sentido, aunque la tendencia de largo plazo ha sido de reducción de las brechas por género, el proceso de convergencia se ha enlentecido en las últimas dos décadas. Más aún, la autora afirma que, a pesar de la tendencia mencionada, en años recientes hay indicios de que, con la crisis económica y social y las políticas regresivas, en Uruguay se enfrenta un retroceso en los avances logrados en igualdad de género.Finalmente, la cuarta sección del libro indaga en las disparidades existentes en la propiedad y el uso de la tierra en la región, a partir de tres capítulos correspondientes a la Argentina, Brasil y Uruguay, respectivamente. El primero de ellos, escrito por Patricio Vértiz, Rolando García Bernado y Fernando González, estudia las tendencias hacia la concentración y uso de la tierra en los últimos treinta años, donde aparecen las megafarms como estructura productiva principal del agro pampeano. En este marco, la dinámica laissez faire con la que opera el sistema agroalimentario nacional, señalan los autores, oculta un antiestatismo ideológico que predomina en el sentido común, favorece a los actores concentrados y hace aún más difícil plantear medidas de redistribución de la tierra. Por su parte, el capítulo de Matheus Gringo de Assunção y Mar-celo Alvares de Lima Depieri sobre Brasil, estudia el avance del agronegocio en dicho país a partir de la centralidad del capital transnacional. La expansión de la producción de soja hacia la zona oeste central ha involucrado el desplazamiento de poblaciones, deforestación, y también mayores conflictos por la tierra, como dos caras de una misma moneda. Para finalizar, el capítulo de Gabriel Oyhantçabal Benelli y Mauricio Ceroni Acosta analiza la desigualdad en el control y propiedad de los medios de producción —tierra y capital agrarios— y en la distribución de su valor en el Uruguay. Como en los casos anteriores, los autores destacan la centralización del capital agrario extranjerizado y la disminución de los establecimientos de tipo familiar, proceso favorecido por el fuerte dinamismo del mercado de tierras, tanto de compraventa como de arrendamientos. Con respecto a la distribución del valor, los empresarios apropian un 50 % de los ingresos totales, los/as asalariados/as no superan el 30 % y el Estado no pasa del 10 %, lo que se verifica en los ingresos promedio por clase social.De esta manera, a partir de los casos estudiados de manera comparativa, el libro recorre en clave relacional distintas dimensiones de la desigualdad latinoamericana. Una desigualdad que parte de un mundo fracturado, del abismo entre Norte-Sur y las obscenas diferencias ante el estado actual del desarrollo de la ciencia, la tecnología y la producción, puestas al servicio del capital antes que de la vida humana y no humana. Una desigualdad explicada a partir de engranajes profundos, vinculados con la distribución de los medios sociales de producción, que empuja al abismo a buena parte de la sociedad, donde se destacan las trabajadoras mujeres negras de nuestras sociedades empobrecidas.Un mundo quebrado por la concentración extrema de riqueza, la propiedad y el acceso a los mercados básicos, que debemos reconstruir. Nada de lo que configuró semejante escenario de desesperanza, puede permanecer igual, y nada debe parecer imposible de cambiar.