INVESTIGADORES
BONIOLO Paula Susana
libros
Título:
Pobreza y desigualdad en América Latina y el Caribe
Autor/es:
PAULA BONIOLO, MERCEDES DI VIRGILIO, MARÍA PÍA OTERO
Editorial:
CLACSO
Referencias:
Lugar: Buenos Aires; Año: 2010 p. 351
ISSN:
978-987-1543-61-8
Resumen:
Pobreza y desigualdad en América Latina y el Caribe Todas las sociedades complejas se caracterizan, en diferentes grados, por la desigualdad en la distribución de las recompensas materiales y simbólicas socialmente generadas. El término estratificación social describe las estructuras sistemáticas de la desigualdad. Tanto las sociedades tradicionales como preindustriales justificaban su desigualdad a partir de cierto orden divino o natural. En contraposición a esta idea, durante el siglo XVII, se argumentó que las personas nacen iguales en virtud de su humanidad y, por ende, debe buscarse una explicación a las causas persistentes de la desigualdad social (Crompton, 1994). Las desigualdades sociales no son naturales, sino por el contrario, la resultante de un proceso de construcción socio-cultural. Numerosos autores buscaron dar respuesta al interrogante acerca de ¿cómo se pueden explicar y justificar las desigualdades en las sociedades? ¿Cuáles son las dimensiones que están por detrás de la estratificación social y que sostienen y reproducen estas desigualdades? Podemos imaginar un recorrido teórico comenzando con los clásicos de la sociología -- Marx, Weber, Parsons entre otros – y sus relecturas contemporáneas, seguidos por autores como Bourdieu o Giddens y reconociendo los aportes de autores latinoamericanos como Germani, Florestán Fernández y González Casanovas -- para nombrar sólo a algunos de los tantos referentes. Estos autores intentaron dar respuestas, desde múltiples teorías, en diferentes sociedades y momentos históricos, al problema de la desigualdad y la estratificación social. América Latina y el Caribe ha sido desde la colonia un continente marcado por profundas desigualdades sociales y políticas-económicas. “La persistencia de estas desigualdades ha sido un rasgo característico de su devenir histórico, pese a los esfuerzos que se han emprendido, a través de políticas públicas de combate contra las formas más extremas de desigualdad” (Salas, Sáinz y Cortés, 2004). La desigualdad social y la pobreza son los principales problemas que enfrenta históricamente la región. “En 1990, el 46 % de los latinoamericanos vivían en la pobreza y cerca de la mitad de ellos eran indigentes carentes de recursos para satisfacer necesidades fundamentales. Así en 1990 había 195 millones de pobres en América Latina, mientras se registraban 76 millones más que en 1970 (O´Donnell, 1992). Actualmente, según los datos de CEPAL, América Latina y el Caribe continúa siendo la región más desigual del mundo en términos de la distribución de ingresos y de activos como tierra, capital, salud, educación y tecnología. Las estimaciones más recientes para los países de América Latina, correspondientes al año 2007, muestran que la incidencia de la pobreza alcanza un 34,1% (184 millones de personas pobres) de la población de la Región. De este porcentaje las personas que viven en condiciones de pobreza extrema o indigencia representan un 12,6% (68 millones de indigentes). A pesar de ello, el panorama actual parece ser más alentador que se presentaba en el del año 2002, año en el que históricamente las mediciones registraron el mayor número de pobres (221 millones de pobres y 97 millones de personas indigentes) (CEPAL, 2008). A pesar de los avances que muestran las mediciones, el porcentaje de latinoamericanos que vive en condiciones de privación es muy elevado. Si bien éste ha descendido 14 puntos porcentuales desde inicios de la década de 1990 pero aun queda un largo camino por recorrer. Los países que más disminuyeron la pobreza, según las cifras del 2007, fueron Bolivia y Brasil en donde los descensos excedieron los tres puntos porcentuales por año, seguidos de Honduras, Paraguay y Venezuela en donde superaron los 2 puntos porcentuales por año. Los mayores avances registrados en la pobreza y la indigencia en los países de América Latina en el periodo 2002-2007, se deben al incremento en los ingresos medios de los hogares. Sin embargo, la participación de los efectos del crecimiento económico en los países de la región ha sido heterogénea y en varios de ellos las reducciones de los índices de pobreza tienen por principal factor explicativo la mejor distribución de los ingresos antes que mejores niveles de crecimiento. El mercado de trabajo en América Latina presenta elevadas tasas de desempleo entre los pobres, las mujeres y los jóvenes. Aunque los datos de CEPAL (2008:25) muestran que las tasas de desempleo en el decil más pobre de los hogares bajaron del 30,2% al 23,8% en el periodo 2002-2006, la brecha con el decil más rico aun supera los 20 puntos porcentuales. Esta reducción en el desempleo urbano no ha modificado las diferencias entre hombres y mujeres, manteniéndose elevadas en el caso de las mujeres. En el caso de los jóvenes, el desempleo mostró una disminución pronunciada entre 2002 y 2006, pero aun continúa siendo superior al de otros grupos etáreos. Asimismo, los datos ponen en evidencia la existencia de situaciones de precariedad laboral extendidas: puestos de trabajos insertos en sectores de baja productividad, mala calidad, bajas remuneraciones y caracterizados por la inestabilidad laboral y la falta de acceso a los sistemas de seguridad social. Los datos de la CEPAL nos acercan al panorama de las carencias materiales que sufren muchos latinoamericanos. Sin embargo, la pobreza es un problema social complejo que abarca otras dimensiones que superan la dimensión material para la reproducción de la vida cotidiana. A continuación expondremos los enfoques que en la actualidad contribuyen a la conceptualización, definición y medición de la pobreza (PNUD, 2000). Cada uno de ellos recupera diferentes dimensiones del fenómeno y constituyen un buen punto de partida para dar cuenta de sus complejidades. En primer enfoque se pregunta: ¿qué y cuánto poseen? Este enfoque asocia el problema de la pobreza a la carencia, escasez y privación. Es decir, a la imposibilidad de las personas para acceder a un conjunto de bienes y servicios materiales que les permitan satisfacer sus necesidades fundamentales. Su objetivo se limita a identificar las personas y grupos poblaciones que sufren una o más carencias, apuntando a cuantificar en forma directa, a través del indice de las Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI). El NBI pone énfasis en el consumo. Por otro lado, está la Línea de Pobreza (LP), que pone el acento en la insuficiencia de ingreso para la satisfacción de las necesidades. Algunas limitaciones de este enfoque radica en que sólo tiene en cuenta la dimensión económica y que excluye las dimensiones no materiales, como la dimensión social. El concepto de necesidades básicas se refiere a lo requerido por una comunidad para su sobrevivencia. Este concepto plantea dificultades a la hora de definir el “conjunto de necesidades”, en el momento de escoger y caracterizar esos bienes y servicios considerados como básicos. Asimismo, el ingreso resulta ser un indicador indirecto que no habla de las condiciones de vida de las personas. Una de las críticas a este enfoque es que la forma de medir la pobreza no tiene en cuenta una mirada integral que tenga como horizonte las desigualdades y la equidad y justicia como valores subyacentes a la sociedad. En este sentido, la medición encierra un concepto que reduce la pobreza al cálculo del ingreso o a las necesidades básicas insatisfechas y no da cuenta de la distribución total del ingreso y del nivel de riqueza que dispone la sociedad. Es decir, no pone en relación al todo, y no piensa la pobreza de forma dinámica y relacional. La medición del NBI apunta a políticas que intentan aliviar la pobreza mediante la provisión de bienes, en este sentido apunta a la elaboración de políticas sociales sectoriales (vivienda, salud, etc). La medición de la línea de pobreza conduce a políticas económicas de empleo e ingresos. El segundo enfoque, se focaliza en la pregunta: ¿quiénes son excluidos y de qué son excluidos? Este enfoque liga la pobreza como exclusión social y entiende la misma como un problema multidimensional en el que tiene en cuenta las carencias de ingreso, empleo, vivienda, salud, educación, seguridad. Este enfoque considera la pobreza como un proceso en el que es importante rol que juegan las instituciones. Una de sus ventajas es que apunta a que las políticas consideren las prioridades locales y las nociones de integración, donde los derechos son fundamentales. Una de las críticas que se le hace a este enfoque es la falta de indicadores mensurables y la dificultad para diferenciar grupos. Su medición solo muestra una privación de largo alcance y de carácter crónico, y pierde de vista los alcances a corto plazo. Por último, el tercer enfoque es el de Amartya Sen, quien se interroga sobre ¿quién puede hacer qué? Este enfoque plantea una visión integral de la problemática de la pobreza entendida como carencia y privación de capacidades. Esta concepción parte de la precariedad de las dotaciones iniciales que poseen las personas y que les impiden el ejercicio efectivo de sus derechos, por lo que se traducen en una baja calidad de vida. Estas dotaciones de recursos hacen referencia a los recursos que son el punto de partida para poner en acción sus capacidades y contemplan los bienes y servicios mercantiles y no mercantiles. Este enfoque avanza en la explicación de las causas e incorpora las implicaciones de política públicas. Es dinámico y contempla el carácter intergeneracional, incorporando la desigualdad y la inequidad en su medición, ya que permite conocer la brecha entre pobres y no pobres, así como la distribución entre los pobres. Asimismo, incorpora una variedad de conceptos que permiten distinguir grupos, así distingue entre pobreza: absoluta, relativa, coyuntural y estructural. El Índice de Desarrollo Humano, el Índice de Condiciones de Vida y el Índice de Sen son formas de medición que avanzan en esta dirección. La política se orienta hacia garantizar el ejercicio efectivo de los derechos fundamentales que permite diferenciar los grupos de pobres y por tanto se pueden identificar las políticas más apropiadas para erradicar cada uno de ellos. El enfoque analítico lleva a un cuestionamiento del orden social que requiere de reformas estructurales y coyunturales para combatir la pobreza, haciendo énfasis en las políticas de redistribución primarias del ingreso. En este marco, entendemos la pobreza como un problema multidimensional relacionado con un proceso de escasez de recursos económicos, sociales, culturales, institucionales y políticos que afecta a gran parte de personas en el mundo y particularmente a muchos latinoamericanos. En nuestra región la pobreza se vincula con la inestabilidad, la informalidad, los bajos salarios y la precariedad de las condiciones de inserción en el mercado de trabajo” (Ziccardi, 2008:11). Para poder ir más allá de la mera descripción, es preciso comprender a la pobreza no como algo individual que atañe a las personas -- tanto si hablamos de causas como de consecuencias -- sino entenderla como un fenómeno social a partir de una mirada relacional que integra en el proceso social el interjuego entre las condiciones materiales, las instituciones, las reglas de juego –formales e informales– que rigen las relaciones sociales y las acciones colectivas y culturales de los actores sociales que están involucrados en él. Asimismo, un concepto más integral de pobreza implica explicitar las consecuencias políticas que subyacen a las diferentes concepciones de la pobreza y a sus mediciones. Una conceptualización compleja del fenómeno debería permitirnos aprehender integralmente sus características e incorporar analíticamente los factores que están en su origen y dinámica, y así como hacer evidentes las implicancias que definición y medición tienen en la orientación de las políticas para su erradicación. Para poder combatir la pobreza y la desigualdad en la región es necesario contar con estudios que contemplen una mirada multidimensional desde diferentes enfoques y metodología. Al mismo tiempo es necesaria una mirada aguda sobre los problemas sociales que constribuya a repensar, desde una perspectiva académica y también política, el tema de la desigualdad social en la Región. La reflexión con base en enfoques críticos que tengan en cuenta no sólo la descripción, comprensión y diagnóstico de la situación, resulta fundamental a fin de brindar insumos que permitan diseñar políticas tendientes a accionar colectivamente sobre nuestro continente. Los artículos contenidos en este libro colaboran en este recorrido.