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El Congreso Pedagógico Nacional (CPN) fue convocado en septiembre de 1984. La propuesta había partido del Ejecutivo Nacional y no podía aislarse del contexto creado por el retorno democrático. En efecto, el triunfo de Raúl Alfonsín en las elecciones del año anterior, había sido acompañado por un discurso que, asumiendo como principal recurso los valores democráticos escasamente respetados hasta entonces, tuvo como eje el replanteo de las posiciones de los actores corporativos más visibles (FFAA, sindicatos e Iglesia) frente al sistema político. La perdurabilidad de esta nueva época dependía, en la visión del gobierno, de su propia capacidad para generar transformaciones de signo democrático en todos los ámbitos sociales y en las pautas culturales más profundas, resultando de crucial importancia el sistema educativo como correa de trasmisión de los nuevos valores. Asimismo, el ámbito educativo, había sido históricamente privilegiado por la acción de la Iglesia Católica. La escuela se destacó como un medio particularmente apto para que su mensaje se extendiera socialmente formando a las nuevas generaciones desde las cosmovisiones católicas. Partiendo desde estas observaciones se comienza a intuir que el CPN podía terminar dando forma a un escenario de competencia entre actores que le asignaban una función primordial en su proyección social. Pensado como un ejercicio de participación democrática, el CPN fue asumido por la Iglesia católica como un desafío a su capacidad de movilización. Su éxito fue notable, asegurando la supremacía de los sectores católicos en las diferentes instancias. La relevancia otorgada a la educación (que si se mide por las energías depositadas en el CPN se muestra superior a la de cualquier otra institución, partido político, sindicato u organización social) y su estructura verticalista, que funcionó en forma aceitada coordinando las actividades en los diferentes niveles, le permitieron a la Iglesia convertirse en la principal protagonista de la convocatoria. No pasó mucho tiempo antes de que la pretensión del gobierno de orientar el CPN hacia la participación de los habitantes en su condición de ciudadanos apareciera como una ilusión propia de la primavera democratizadora que comenzó a apagarse en el transcurso de los primeros años de gobierno. En este sentido, el CPN fue justamente uno de los ámbitos donde se podría observar ese proceso desmovilizador.

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