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En comparación con otras regiones del mundo, Sudamérica se caracteriza por una baja diversidad de ungulados, constituyendo Patagonia un caso particularmente acentuado. Junto con la carencia de fuentes energéticas alternativas a las grasas animales, ambos factores desempeñaron un rol preponderante en la configuración de las estrategias de subsistencia. En el caso del noroeste de Chubut (Patagonia, Argentina), tanto en el bosque caducifolio como en la estepa, durante los últimos 3500 años calibrados A. P. se desarrollaron modalidades de aprovechamiento de los recursos faunísticos caracterizadas por la explotación de todas las presas disponibles de porte mediano-grande (dos ungulados y un ave no voladora) y por el escaso uso de los vertebrados pequeños. En los conjuntos, la frecuencia relativa (NISP) de los vertebrados grandes se relaciona, en primer término, con su disponibilidad y abundancia y, en segundo término, con el grado de dificultad de captura que éstas presentan. El aprovechamiento de estas especies está orientado a la obtención de grasas, fundamentalmente aquellas contenidas en los huesos largos, tal como lo testimonia la importancia relativa de los huesos que sólo proveen bajas cantidades de médula (secciones distales de las extremidades) y la distribución de las huellas de procesamiento. Además, pudo observarse que la aparición de recipientes cerámicos en el área (últimos 1500 años calibrados A. P.) tuvo un impacto menor del que se suponía (Mena y Jackson 1991) ya que disponibilidad de esta tecnología no se tradujo en cambios en los patrones de transporte o de procesamiento de las presas. En relación con los vertebrados pequeños (menos de 5 kg) sus restos reflejan una variedad de condiciones de incorporación al registro arqueofaunístico, entre las que sobresale la acción de rapaces y de pequeños carnívoros mientras que los humanos habrían desempeñado un papel menor.

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