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Cuando Kant expresó bajo la fórmula de una Idea la necesidad de la Razón de pensar una historia en sentido cosmopolita, el sentido de la Historia como fuerza teleológica que conducía el progreso humano era aún incipiente. Un siglo después Nietzsche utilizaba el concepto de genealogía para arremeter contra la idealidad de la teleología histórica. Cuando Deleuze y Guattari deciden a su vez reinterpretar la genealogía nietzscheana tejen los hilos de una misma trama que permite reconducir la genealogía de los valores, de "los juicios de Dios", hacia su conversión en estratos de la propia Tierra. La historia humana muestra, así, su profunda tergiversación irónica: pasada la euforia ilustrada, no se trata ya del despliegue del hombre entendido él mismo como mundo, y de un mundo que expresa al hombre en sus fines, sino de un devenir fuerza geológica del hombre. Ni historia ni genealogía son entonces conceptos adecuados: como lo ha mostrado el concepto de Antropoceno, la historia humana no transcurre ya sobre una naturaleza que se presenta como polo pacificado e incapaz de acción "propia" (y, en última instancia, como mero recurso), sino que la Tierra, como conjunto de naturaleza y cultura, ha plegado su propia historia y la del hombre, y lo ha hecho a espaldas de cualquier teleología. En este trabajo recorreremos el movimiento que permite retomar y modificar el título de un escrito kantiano para explicar no sólo el devenir geología de la genealogía y de la historia, sino también la transformación de la esperada paz perpetua de los ciudadanos cosmopolitas en una guerra cosmológica sin árbitro unificador, guerra que deberá ser pensada desde una cosmopolítica (Stengers) que explore y componga un mundo común siempre transitorio a partir de vínculos y conflictos entre entidades heterogéneas.

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